Pedro tenía ocho años cuando vinieron a por su padre, recién terminada la Guerra Civil española, recién estrenada la dictadura franquista. «A mi madre se la habían llevado años antes y ya nunca más la vimos. Guardo en mi mente pocas imágenes de aquellos años, ... porque solo era un niño. Recuerdo estar con mis dos hermanas de 3 y 11 años, refugiados bajo los olivos de los aviones que no dejaban de bombardear Villagonzalo, en Badajoz. Vivíamos ya solos...»
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«Los bombardeos –relata el anciano, de 95 años, con la voz quebrada por la emoción– se prolongaron durante siete, tal vez ocho días; y allí permanecimos, bajo el olivo. Cuando terminó la guerra, mi padre y mi hermano mayor, regresaron del frente. Pero la alegría de haberlos recuperado duró poco. Santiago, mi hermano, con el tiempo pudo regresar, pero de mi padre nunca más se supo. No ha pasado un solo día desde entonces sin que soñara con saber qué fue de él». Ese día ha llegado hoy sábado.
En un acto solemne, bajo un sol abrasador, el Gobierno vasco ha entregado a las familias los restos de las primeras cinco víctimas mortales que han podido ser identificadas de lo que fue el campo de concentración primero y prisión franquista después en Orduña. Entre los años 1937 y 1941, casi 4.000 hombres entre prisioneros de guerra y represaliados de la posguerra fueron encerrados entre los muros del colegio local de los padres jesuitas. Fallecieron allí al menos 225 personas entre marzo y abril de 1941, según certifican los registros de la época. La mayoría de ellos, 127, eran extremeños, como el padre de Pedro, pero también hubo otros procedentes Castilla-La Mancha (41), Andalucía (28) y Cataluña (18). Fueron acusados de rebelión y castigados por ello a cumplir penas infrahumanas, a cientos de kilómetros de donde habían dejado familia, trabajo e ilusiones.
Lourdes Herrasti
Sociedad Aranzadi
Al principio, el campo de concentración de Orduña sólo recluyó a combatientes, pero al concluir la contienda, las paredes del convento-prisión se llenaron de ciudadanos de toda edad y condición. Si hay algo peor que la guerra es la posterior revancha del bando ganador, que en España pagaron sindicalistas, campesinos, políticos y, en definitiva, cualquiera que fuera considerado enemiga del régimen golpista.
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«Los documentos oficiales de la época cuentan que murieron de avitaminosis, que es una manera eufemística de decir que fallecieron de hambre, frío, hacinamiento, humillaciones y condiciones de esclavitud», ha explicado la directora del programa de exhumación, Lourdes Herrasti, de la sociedad Aranzadi en el acto público celebrado con las familias de los primeros cinco presos identificados.
La ceremonia, un gesto necesario de justicia, reparación y solidaridad con las familias de las víctimas, ha tenido lugar en el Columbario de la Dignidad, un espacio junto al cementerio de Orduña para el reconocimiento y homenaje de quienes perdieron la vida por defender la libertad frente al fascismo, que crecía en Europa. 'La luna sobre crisol', de Galen Fraser, al violín de Karla Velarde y la flauta travesera de Izaskun Villaverde, ha puesto al momento el tono preciso de emotividad.
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Una de esas cinco memorias recuperadas ha sido la del padre de Pedro, Manuel del Amo Jiménez, un agricultor de 48 años que quiso combatir junto a su hijo mayor, Santiago, en el frente republicano de Badajoz. Los otros cuatro hombres identificados son su hermano Salvador; los también pacenses Fructuoso Llorens Tolosano y Alfonso Tena Prieto; y un toledano, Alejandro Gómez Hidalgo. Pertenecían a familias humildes y tenían entre 47 y 55 años.
Ochenta y cuatro años después, las familias descansan. Las víctimas, también. Las últimas hogueras encendidas de aquella guerra comienzan a apagarse.
Las cinco víctimas mortales identificadas
Fructuoso Llorens Tolosano Fuente de Maestre, Badajoz. Agricultor. 55 años, casado y padre de cuatro hijas.
Manuel del Amo Jiménez Villagonzalo, Badajoz. 48 años, agricultor. Casado, 4 hijos. Condenado a 30 años por rebelión.
Salvador del Amo Jiménez Hermano del anterior. 52 años, casado y con tres hijos. Agricultor. Condenado a 20 años.
Alejandro Gómez Hidalgo Carpio del Tajo, Toledo. 50 años, casado y con cuatro hijos. Agricultor. Pena de 12 años.
Alfonso Tena Prieto Natural de Don Álvaro, Badajoz. Agricultor, 47 años. Casado y padre de ocho hijos.
La consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, Nerea Melgosa, ha presidido el acto de entrega a las familias de las urnas con los restos de los primeros cinco cadáveres identificados en Orduña. Le ha acompañado el alcalde de la ciudad, Iker Santocildes; el viceconsejero de Derechos Humanos, José Antonio Rodríguez, y la directora del Instituto de la Memoria, Aintzane Ezenarro, en una ceremonia en la que el Gobierno vasco ha buscado unir sencillez y solemnidad.
«No os podemos devolver la vida –se ha dirigido Melgosa a los familiares presentes, en referencia a las víctimas–, pero sí la dignidad que os pretendieron arrebatar. Podemos honrar vuestra memoria y recoger orgullosos vuestro testigo. Porque hoy –ha destacado– sigue siendo necesario luchar por la libertad, la democracia y la justicia social. Hoy, lamentablemente, sigue siendo necesario hacer frente a la reacción y a los totalitarismos».
El Instituto Gogora, que dirige las labores de localización, exhumación e identificación de los desaparecidos, ha recuperado en el cementerio de Orduña restos correspondientes a 71 de las 225 personas desaparecidas. Las obras realizadas desde entonces en el entorno impedirán la localización de todas las víctimas, pero la misión emprendida continuará.
«Estoy segura de que a las de Fructuoso, Manuel, Salvador, Alfonso y Alejandro seguirán más identificaciones en los próximos meses», se ha comprometido la consejera. «Nuestro homenaje hoy es renovar y reforzar nuestro compromiso de seguir trabajado por localizar, exhumar e identificar los restos de las personas desaparecidas en la guerra y en la dictadura».
Los familiares, muy emocionados, no han dejado de repetir una palabra: gracias. A veces, la muerte cura. «Nunca perdimos la esperanza», ha explicado Rosa Gómez, nieta de Manuel del Amo y sobrina de Pedro. «Sabíamos que tarde o temprano Manuel volvería y ya está aquí, con nosotros».
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