«La mayoría de estas personas son maravillosas, vienen con ganas de trabajar y de tener una vida normal», dice Alberto Estefanía, director de Lagun Artea, asociación que es referencia en la atención a personas sin hogar y donde están quienes mejor conocen humanamente la ... circunstancia. El problema de esa gente en seria exclusión llega cuando «no pueden acceder a un proceso de normalización», cuando «se quedan con la única opción de recoger no ya chatarra, sino basura; sin poder ir a un comedor social, porque están saturados». Tras recibir portazos y «patadas» aquí y allá, a veces «llega la desesperación», la necesidad extrema y «ahí es fácil que llegue también el conflicto, actitudes que, aunque no se pueden justificar, si pueden llegar a entenderse».
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Por eso, defiende Estefanía, es vital «trabajar la prevención» en la única dirección posible, que viene a ser activando procesos de «integración social». Este, de hecho, es uno de los grandes fracasos de las administraciones en la gestión de la inmigración: en un proceso de declive demográfico como el que padece Euskadi, de falta de jóvenes, de sectores productivos que no encuentran mano de obra, no se está logrando activar a todas estas personas, que acaban siendo percibidas por buena parte de la sociedad como un problema. «Hay que facilitarles ese proceso de integración porque, además, hacerlo tiene un coste mucho menor a nivel social y económico que no hacerlo», defiende el director de Lagun Artean.
También es verdad que con la creciente infantilización del debate político y el 'escurrebultismo' de algunas administraciones, el abordaje de estos problemas tan complejos suele quedarse a medias porque la solución nunca es categórica: ni enteramente policial, ni enteramente social. Para Estefanía, con todo, lo esencial es destinar más recursos a esos procesos de integración.
Los papeles
En el caso concreto de Zorrozaurre hay ciertas particularidades. La primera, que en la isla «hay bastantes personas de origen argelino, y el consulado de Argelia pone muchas dificultades para darles el pasaporte», lo que dificulta su empadronamiento, su regularización y, en general, «la salida de esa rueda».
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En cuanto al atractivo que tiene la isla para que esta gente encuentre ahí un lugar donde quedarse, se debe a un proceso bastante natural. «En los últimos años ha aumentado muchísimo el número de personas sin techo, de manera que se han ido alejando del centro de la ciudad».
La isla ofrece una buena alternativa por la cantidad de edificios abandonados que hay en este momento de tránsito. «Los pabellones que están al norte son los que tienen más gente porque ahí es donde están más tranquilos». En opinión de Estefanía, y teniendo en cuenta que Zorrozaurre se está urbanizando casi desde cero, ahí, en la isla debería proyectarse «un recurso» para enriquecer la red pública de albergues, creciente pero insuficiente. «Lo hemos propuesto, pero no hemos recibido respuesta».
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