Carolina Cerezuela se hace cantautora

Si a Carolina Cerezuela le hubieran contado todo esto hace un año, cuando proclamaba que su único proyecto profesional era quedarse en su «cueva» cuidando de sus «cachorros», no se lo habría creído. Pero aquel vuelo le cambió la vida. «Año nuevo, profesión nueva», reconoce ahora, a comienzos de 2016. Todavía no puede desvelar del todo el contenido de su primer álbum porque debe respetar los tiempos marcados por la discográfica Sony. Pero se la ve como niña con zapatos nuevos. El martes voló muy temprano de Palma a Madrid para ejercer de madrina de una campaña solidaria de Fairy y apenas podía contener el subidón... «Por un lado, estoy emocionada con el proyecto que Fairy pondrá en marcha en marzo. Se llama Cada gota cuenta y consiste en donar 80.000 platos de comida al Banco de Alimentos a través de la venta de lavavajillas. Por otro, reconozco que tengo la adrenalina a tope por mi debut como cantante».

A sus 36 años, cumplidos el pasado 14 de enero, Cerezuela vive en Palma junto a su marido, el tenista Carlos Moyá y sus tres hijos: Carla, de cinco años, Carlos de tres y Daniela, que en abril cumplirá dos. Al clan se añade Josefa Gil, la fotogénica madre de Carolina, gran amiga de su yerno y pilar imprescindible en sus vidas. «Yo sin Carlos y sin mi madre no sabría a dónde ir», confiesa la actriz. «Si me he lanzado a cantar es porque los dos me apoyan. Una de las personas más sensatas y realistas que conozco es mi marido y cuando lo veo entusiasmado y diciéndome tírate a la piscina es que la cosa va en serio».

Pero que nadie espere una Beyoncé. «No, por favor. Ni Beyoncé ni Paulina Rubio. Las nuestras son canciones de autor y mi imagen va a ser muy natural, la misma a la que el público está acostumbrado». Cerezuela firma uno de los temas del álbum. No dice si es de amor o desamor, pero adelanta que «ni a Jaime ni a mí nos gustan las canciones tristes». Ella no ha estudiado música y Anglada lo prefiere. «Lo único que me ha pedido es que de momento no tome clases de canto. Imagino que para mantener un poco la espontaneidad y la naturalidad de la voz».

«Como mucho da las palmas»

Asegura Cerezuela que su declaración de principios («madre antes que nada») se mantiene intacta. «El cuidado de mis hijos es perfectamente compatible con la música. Los bolos serán en viernes o sábado, y eso es mucho más llevadero que meterme en un rodaje de siete de la mañana a nueve de la noche de lunes a viernes». Las giras largas de momento ni las contempla. «Si llegara el caso significaría que la cosa va muy bien y entonces me plantearía llevarme a mis niños». Los niños, por cierto, ya se saben las letras de las canciones. El mediano, Carlitos, hace como que las toca con su pequeña guitarra... «Apunta maneras», dice su madre. Cuando ellos duermen Carolina ensaya. «Carlos me acompaña en los ensayos, me aconseja...». Pero él lo de cantar ni se lo plantea. «Dice que como mucho me toca las palmas». Lo que hace feliz a Moyá, según cuenta su mujer, es haber vuelto a «la adrenalina del tenis» como entrenador de Raonic.

Sostiene su amiga y representante, Susana Uribarri, que no hay nada que Carolina se proponga y no consiga. «Será por cabezona y constante porque tampoco tengo grandes cualidades, no me considero una súper actriz ni una súper mamá ni una súper presentadora», matiza ella. Aún no se ha planteado tener a los Reyes (asiduos de los conciertos de Anglada) entre el público. «Me encantaría que vinieran». Dice estar preparada para las críticas más destructivas («será mi problema si me afectan») y no ve el momento de subirse al escenario... «La música me va a abrir un mundo nuevo de sensaciones y me apetece mucho vivirlo».