![La mano negra del Photoshop](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/pre2017/multimedia/noticias/201510/14/media/cortadas/irma212--575x323.jpg)
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zuriñe ortiz de latierro
Jueves, 15 de octubre 2015, 02:29
Los hay integrales: rebajan tres tallas, ponen el ombligo en su sitio, alargan el cuello, inflan el pecho y barnizan el cuerpo entero. Un Beyoncé en estado puro. Pero también están esos trabajos delicados que dejan erratas, pequeños defectos para humanizar la imagen cincelada durante ... horas de dibujo al ordenador. Apenas se notan y son realmente costosos, 1.800 euros para empezar a hablar. El Photoshop está generalizado y no es nada nuevo: se aplica desde los años treinta, cuando a Bette Davis la retocaban tanto a pincel que parecía Joan Crawford. Mitos de Hollywood y líderes políticos han consolidado su imagen con esta herramienta, por eso llama tanto la atención el terremoto que ha provocado la actriz Inma Cuesta al criticar la manipulación de su figura en el suplemento Dominical, de El Periódico. «Habrá un antes y un después tras esta polémica. Van a cambiar cosas», se temen managers de artistas y agencias de comunicación.
«Verte y no reconocerte, descubrir que tu imagen está en manos de personas que tienen un sentido de la belleza absolutamente irreal (...) No es la primera vez que sucede, pero esto sobrepasa los límites de la realidad y me avergüenza», escribía la artista, el pasado fin de semana, en su cuenta de Instagram junto a la foto original y la retocada. Colegas del mundo del cine se han sumado a sus reproches, mientras hay quien ve solo una estrategia publicitaria para promocionar la película Los miércoles no existen, protagonizada por Inma Cuesta. No se quejó, y si lo hizo no trascendió, por la campaña de un cosmético donde su cutis lucía más terso que el de Sara Montiel difuminado tras la media que exigía en todas las cámaras.
Al fotógrafo Antón Goiri, autor de portadas históricas en los principales dominicales del país, tampoco le parece para tanto la liposucción que le han aplicado en caderas, cintura y brazo: «Está muy poca retocada. ¡Pero si en reportajes de moda se hace el triple! Lo que me parece inmoral es que unos medios critiquen a otros cuando lo hacen todos. No es un tema fácil ni unívoco. La elaboración de un trabajo así depende mucho del caché del protagonista. Con Lenny Kravitz, Martina Klein o Laura Ponte para Dolce&Gabbana, por ejemplo, no solo tuve que enviarles las fotos, sino que sus managers las devolvían detallando dónde había que meter el Photoshop. Tuve que alterar hasta el tono de los zapatos. Y hablo de hace diez años. Con Diane Kruger para ELLE firmé un retoque revisado. Con Norman Foster, algo parecido. A ese nivel se funciona así. En cualquier caso, hay que reconocer que hacemos inmoralidades. A un señor le cambias por completo, a una actriz le quitas unos cuantos kilos...».
«Se olvida quién manda»
El follón de Inma Cuesta está en quién ha ordenado y aprobado las modificaciones. El Periódico ya ha respondido que a su redacción no llegaron las imágenes originales, que fue el fotógrafo freelance Vicente Merino quien modeló a Inma «a sugerencia» de la agencia de comunicación que promociona la película, que vio el trabajo final y lo aplaudió. En medio, el manager de la actriz, Antonio Rubial, uno de los más potentes del país. Estos días ha perdido la voz. Ni coge el teléfono ni responde a los mensajes. Desde su agencia A6 Cinema tampoco van a «añadir más al tema».
«A Inma, que es encantadora, se le ha olvidado quién manda sobre los artistas. Los dueños de su imagen son sus representantes. A este nivel, y cuando son reportajes de moda, ellos son los que exigen vestuario, maquillaje y, a veces, unas cláusulas para publicar solo las fotos que autorizan. Cuando te toca una portada de moda con un artista sabes que te vas a comer unos cuantos marrones, es uno de los asuntos más espinosos del periodismo de cine. Los managers quieren proteger tanto a sus clientes que los asfixian, son los más odiados del sector», coinciden periodistas especializados de distintos medios consultados por este diario.
Antonio Abeledo ha trabajado con Javier Cámara, Blanca Suárez o los hermanos León y nunca ha tenido grandes conflictos. «Aunque es cierto que algunas veces los fotógrafos se pasan editando. El ánimo es bueno, pero el problema son los límites, hasta dónde se arregla una imagen. A Paco León lo retocaron tanto que le quitaron la expresión, no se reconocía».
- ¿Jamás ha pedido que borren una arruga de aquí, un michelín de allá?
- Jamás, en absoluto. Cuando se pasan, te cabreas en el momento, pero ya no se puede hacer nada. Lo que le ha sucedido a Inma pasa mucho. La entiendo perfectamente.
A Sergio Dalma, orgulloso de sus 51 años y todas sus arrugas, apenas le gusta maquillarse. Que lo hagan en el ordenador, le espanta. «Está bien el Photoshop para quitar alguna manchita, pero de ahí a que no te sientas identificado... A Sergio le han borrado la expresión en más de una ocasión. El autor se negó a facilitarnos su trabajo antes de salir publicado, nos dijo que la imagen es como él la ve. Aunque también hay profesionales con los que se puede hablar, que te envían el material y a los que se les puede pedir que lo dejen más natural», explica su representante, Carmen Recio.
Para evitar complicaciones, Toño Sánchez, manager de Belén Esteban, Terelu Campos o Boris Izaguirre, exige por contrato ver el reportaje antes de que salte al kiosco.
- Nosotros no hemos tenido problemas porque antes lo revisamos todo. Los retoques los hace el fotógrafo, pero no somos partidarios de los abusos. Nunca hemos pedido que quiten o aumenten algo a lo bestia. Nunca he hecho algo así, es ridículo con gente que está en la televisión a todas horas.
- ¿Y por qué se emplea tanto si parece que todo el mundo lo aborrece?
- Creo que es una moda, tendencias que desvirtúan la realidad. A partir de ahora veremos lo contrario, fotos caseras por todas partes.
«Están aterradas»
Demi Lovato ha tomado la delantera, aunque no sepa muy bien quién es Inma Cuesta. Alejada de su faceta de niña Disney, la estrella americana ha posado en un lujoso hotel de Manhattan sin ropa ni retoques. Aquí se esperan estampas más recatadas y unos contratos leoninos. «Ahora todas las actrices van a exigir una autorización previa a la publicación de sus fotos. Están aterradas con el Photoshop. Va a haber un antes y un después y eso complica nuestro trabajo, pero están en su derecho», admite Laura Olaizola, directora de Olaizola Comunica, una de las agencias de promoción de cine más potentes del país.
Katrina Bayonas, que maneja la carrera de algunas de las actrices más grandes de España, como Penélope Cruz, es inflexible en este terreno. Siempre ve el trabajo antes de publicarse y su representado, chitón. «El actor se debe limitar a interpretar, del resto me ocupo yo», sentenciaba en una entrevista. Pero a Inma parece que no la calla nadie. Ayer volvía a defender la necesidad de «reflexionar sobre la imagen y la responsabilidad de cada uno en su trabajo. No estoy en contra de nadie, no es algo que solo ha ocurrido esta vez, ha ocurrido ya unas cuantas veces y sentí que era ya demasiado bestia como para no decirlo, porque si no dices nada parece que lo consientes».
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