JORGE BARBÓ
Martes, 19 de mayo 2015, 23:58
Rosa se dedicaba a hacer rosquillas de anís a destajo, a bordar mantelitos y a rezar cuando tocaba, que era casi siempre. Vivía en el convento del centro de una ciudad de provincias, un lugar abrazado por un jardín con limoneros y laureles, del que ... sólo salía para hacer la compra en el mercadillo, ir al médico o asistir a algún funeral de los paisanos del pueblo que se iban muriendo. Los ratos libres los pasaba a puntadas en una sala de estar austera, apenas decorada con un San Antonio de dos palmos y un cuadro del papa Juan Pablo II. En invierno las hermanas calentaban la estancia con una catalítica y allí se juntaban para ver la televisión después de una cena casi siempre frugal. Pero era encender el aparato y Rosa siempre se quedaba dormitando, sentada en aquel sofá de escay granate, como si lo catódico le provocara modorra. En una de esas, nunca despertó. La suya fue la arquetípica vida de monja, esa que pasa entre los maitines y el ángelus, siempre con el hábito puesto, siempre con el crucifijo al cuello. Pero no todas las siervas trabajan para Dios del mismo modo.
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Sor Lucía Caram (Tucumán, Argentina, 1966) también tiene buena mano con la cocina, pero no se resignó a quedarse haciendo torrijas entre los fogones del convento de Santa Clara de Manresa. A ella la tele no le produce ningún sopor. Todo lo contrario. Los focos le iluminan y las luces rojas de las cámaras parecen encender su devoción, la que va más allá de los 'Avemarías' y no está atada a los rosarios, la que tiene que ver con un compromiso honesto con los más desfavorecidos, la que la ha convertido en esa rutilante estrella mediática con hábito que lo mismo se marca una merienda para la fauna de Sálvame con la excusa de pasar el cepillo para su propio banco de alimentos que se sienta a una mesa de contertulios espídicos para bramar contra el capitalismo, el PP y aquellos que osen a poner en tela de juicio que el Barça de sus entretelas es el mejor equipo del mundo. Así, de plató en plató, se ha ido convirtiendo en esa "monja cojonera" que saca los colores a los sectores más inmovilistas de la Iglesia. Y que ahora el Vaticano parece querer meter en cintura.
Como una suerte de versión revolucionaria de aquella Whoopi Goldberg en 'Sister Act', la hermana Caram llena auditorios y arranca aplausos con la toca bien calada. Ella no canta, aunque quizás sea lo único en lo que no se de maña. Habla (muchísimo), guisa, recauda fondos, entabla relaciones, escribe, opina y vuelve a opinar. El programa 'Las mañanas de Cuatro' la engendró, por obra y gracia del Espíritu Santo de Cintora, como personaje televisivo, y cuando no está en algún plató -tiene su propio programa en Canal Cocina y Mediaset la ha fichado para participar en otro espacio- o en alguno de esos bolos solidarios de pádel y camiseta de running por los que se deja caer, anda pululando por Twitter, donde acumula 185.000 devotos. Por esos caminos inescrutables del señor, empedrados en 140 caracteres, ella se reconoce como "dominica contemplativa. Dicen que soy una monja inquieta e inquietante. Intento ser feliz y hacer felices a los demás". Y algún socarrón dirá que curioso concepto de la vida contemplativa el que practica sor Lucía.
A la monja de verbo fácil se le podrá acusar de muchas cosas, pero no de una falta de espontaneidad que no hay hábito capaz de disimular. "Se ha vendido que el partido del clero es el PP, pero yo creo que lo que hace falta es un partido que ponga en el centro a las personas y las políticas sociales, que es lo que dice el evangelio. Y eso no lo hace el PP", le contaba a Arantza Furundarena en una entrevista publicada hace un par de meses en EL CORREO. Y es de lo más suave que ha dicho de los de Mariano Rajoy, al que ha tachado de "incapaz". Tampoco se siente de la cuerda de Podemos -ha criticado las conexiones bolivarianas del partido y en su día se mostró muy dura con el lío tributario del autodefenestrado Monedero- y del socialista Pedro Sánchez dijo que tiene "más talante que talento". ¿Y a quién vota la hermana? "Estoy más cerca de CiU. En Cataluña lo tengo más claro. La figura de Artur Mas me merece confianza, aunque en políticas sociales debe hacer un reajuste radical", se confesaba.
Pero si hay alguien al que sor Lucía admira, casi tanto como al profeta Messi, ése es el Papa Francisco. "Con él bailaría un tango y hasta una samba", aseguraba entre risas. Aunque claro, eso fue antes de que fuera llamara al orden por la curia vaticana junto con la independentista hermana Teresa Forcades. Al parecer, decir que "Floriano es el idiota útil del PP", poner a caer de un burro a Esperanza Aguirre en un tuit sí y en otro también y criticar abiertamente "el machismo en el seno de la Iglesia Católica", ha terminado por enfurecer al sector menos abierto de la Iglesia, el que no deja correr el aire fresco en estancias viciadas de incienso. De repente, los bocados de la monjita de acento porteño se han vuelto indigestos. Pero a medida que ella ha ido cabreando a cierto personal, ha ido estrechando relaciones con otra gente, a la que no ha pasado inadvertido el enorme magnetismo de esta mujer, su capacidad para despertar simpatías y para hacer calar su mensaje, envuelto en algo que algunos dirán populismo y, otros, llana honestidad. Del alcalde de San Sebastián de Bildu, Juan Karlos Izagirre a cantantes, presentadores y celebrities de todo pelaje se han acercado a ella. A la monja que reza (y jura) en Twitter.
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