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El palacio donde reside la princesa Maha. Leva un estilo de vida acomodado, vetado para el resto de mujeres de Arabia Saudí.
El regreso de la princesa más derrochadora de Arabia Saudí

El regreso de la princesa más derrochadora de Arabia Saudí

La llegada del rey Salman al trono coloca en una posición de privilegio a Maha, célebre por sus caprichos y los excesos cometidos en sus viajes de ocio a Europa

MIKEL AYESTARAN

Sábado, 9 de mayo 2015, 00:08

El relevo en el trono de Arabia Saudí puede suponer el fin de los días de reclusión de Maha bint Mohammed bin Ahmad Al-Sudairi. La princesa, tercera esposa de Nayef bin Abdulaziz Al-Saud, su primo y ministro de Interior durante 37 años, vive desde la muerte de su marido en 2012 en una especie de 'arresto domiciliario' en su palacio a consecuencia de los excesos cometidos en sus repetidos viajes de ocio a Europa. El último de ellos, y el más aireado por la prensa, su fuga del lujoso hotel Shangri-La de París, situado en la Avenida de Iena y con vistas a la Torre Eiffel, dejando sin pagar 6,4 millones de euros de una factura total de 16.

La que fuera esposa del príncipe heredero Nayef, con quien tuvo cinco hijos, viajó a la capital francesa en diciembre de 2011 y durante cinco meses ocupó las 41 habitaciones de la séptima planta de este establecimiento de cinco estrellas junto a un séquito de más de sesenta personas, según el diario 'Le Parisien'. Un convoy de limusinas la esperaban la noche del 31 de mayo de 2012 cuando intentó abandonar el hotel sin pagar una deuda millonaria. La Policía se personó en el lugar para detenerla, pero su inmunidad diplomática la salvó de cambiar el lujo del Shangri-La, donde las habitaciones van de los 690 a los 21.000 euros por noche, por los barrotes de la cárcel.

Días después de este intento de fuga moría su esposo en un hospital de Ginebra. La princesa volvió a Arabia Saudí y desde entonces permanece en el país. La llegada del rey Salman al trono tras la muerte de Abdalá en enero y la designación en el segundo lugar en la línea de sucesión del príncipe Mohamed bin Nayef vuelven a concentrar el poder en la rama de la familia conocida como los Sudairi (descendientes del fundador del reino con Hasa Al-Sudairi, una de sus esposas favoritas), lo que vuelve a poner a la princesa Maha en la parte más fuerte de la familia que ocupa el poder.

Cleptómana a la fuga

Mientras el mundo miraba a Yemen, donde el Ejército de Arabia Saudí lidera desde finales del mes pasado una coalición que lucha contra los rebeldes hutíes (en realidad son zaidíes, secta derivada del chiísmo, aunque se les conoce como hutíes por ser el nombre de la familia de su líder), la revista 'Vanity Fair' hurgaba en el pasado reciente de la familia real saudí para acercarse a la figura de esta princesa que algunos medios del corazón califican de "cleptómana". El periodista James Reginato contactó con el hotel Shangri-La y desde allí le aseguraron que "la factura se pagó 48 horas después" del intento de fuga. "Es un capítulo cerrado y el hotel no tiene nada más que añadir", declaró el jefe de prensa del establecimiento.

La princesa era reincidente, ya que tres años antes, también en la capital francesa, gastó 18,5 millones de euros en unos días locos de compras por las boutiques más famosas y caras de la avenida Montaigne y la plaza Vendome. Compró joyas, vestidos, lencería... a cambio de unos pagarés imposibles de ejecutar. Entonces se alojó en el no menos lujoso George V, en cuya entrada los comerciantes indignados llegaron a acampar para intentar cobrar sus deudas.

Este escándalo le costó su primera reclusión palaciega, aunque con el tiempo encontró la forma de escapar para regresar a su ciudad favorita, París, según informó el diario 'The Telegraph', desafiando a la autoridad del rey Abdulá, harto de sus excesos y de tener que ordenar a sus diplomáticos el pago de las facturas que la princesa dejaba sin abonar allí por donde pasaba. Pese a todos los escándalos y sufrimientos, las facturas reales parece que siempre terminan por cobrarse y no hay hotel o boutique en el mundo que se resista a tener a una princesa saudí entre su cartera de clientes.

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