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Algunas de las 'polaroids' que retrataban a la clientela del Gaueko. Francis de Blas
Gaueko, la sala que alicató la 'movida bilbaína'

Gaueko, la sala que alicató la 'movida bilbaína'

Se cumplen 40 años del 'renacimiento' del mítico local de la calle Ronda, emblema de la efervescencia creativa de los 80: «Los raros y los alternativos encontraron ahí un hueco», explica su director de entonces, Francis de Blas

Martes, 26 de diciembre 2023, 00:59

El viejo Gaueko fue una de aquellas cosas que se llevaron por delante las inundaciones de 1983. Allí habría podido acabar la historia del local de Ronda, como ocurrió con tantos otros bares y pubs del Casco Viejo, pero en cambio aquel desastre le brindó la oportunidad de resurgir y convertirse en la sala más emblemática de los años 80, la que ha pasado a representar en la memoria colectiva lo que podríamos llamar 'movida bilbaína'. El 21 de este mes se cumplen 40 años de una reinauguración que fue más bien un renacimiento: «Abrimos con la idea de que fuese un local moderno, ecléctico, selectivo, cosmopolita, internacional... El Gaueko potenció la creatividad y los raros y los alternativos encontraron allí un hueco», evoca el artista plástico Francis de Blas, que lo dirigió durante el primer año de aquella nueva andadura.

La invitación a la inauguración.
Imagen - La invitación a la inauguración.

Era un tiempo de transición, con minúscula y con mayúscula, y pocos espacios reflejaron la voluntad de cambio con tanta eficacia visual: el nuevo Gaueko (al que bautizaron inicialmente como Neo Gaueko, para distinguirlo del antiguo) parecía, en fin, un gran váter. «El local había quedado destrozado por las riadas y Kaska, el propietario, lo dejó en manos de Javier Urquijo, artista polifacético que llevaba el Yoko Lennons. Él lo concibió como un espacio minimalista. En la época, los locales solían ser de terciopelo, con cortinones, recargados, como whiskerías, y Urquijo optó por los azulejos blancos y el punto irreverente de una colección de sanitarios, en un guiño a Marcel Duchamp», relata De Blas, que aterrizó en aquel audaz experimento procedente de su fanzine 'Neo Ama de Kass'. Hasta los asientos, de obra, estaban forrados de baldosas blancas y negras, en una especie de alucinógeno culto al alicatado.

Aquella escenografía desconcertó a más de uno, pero también conectó de inmediato con la vanguardia de la juventud bilbaína. «Queríamos enlazar a personas creativas y potenciar sus inquietudes», resume De Blas. En ese empeño era fundamental la música: en sus recuerdos suenan Golpes Bajos y Radio Futura («sobre todo 'Escuela de calor', con el calor que hacía allí dentro»), pero también grupos locales como Primitivos e internacionales como The Cure o Siouxsie And The Banshees. «Había un interés constante por tener lo último, comprado en la Universal o traído de Londres, y los discos costaban una pasta, había que invertir. En lo que sonaba a lo largo de la noche influía mucho el estado de ánimo del discjockey y el ambiente que se creaba: a lo mejor aparecían por allí las Vulpes o Eskorbuto o no sé quién y sonaba una música concreta para que se animasen».

Gente muy informada

Porque, en aquella época del Gaueko, el gran espectáculo siempre era la clientela y su estética aventurada. «Se trataba de ver y ser visto, porque había todo un recorrido por dentro de la sala: eran dos plantas, abajo la barra y arriba la pista con espejos. Se producía una competencia por ser el más original, el más moderno, ¡entonces todo era novedoso! Y había tribus urbanas, claro: intentábamos aglutinarlas a todas, darles cuartel». Pero... ¿ya había tanto moderno en Bilbao? «En Bilbao la gente siempre ha estado muy informada, muy puesta en todo, y había personas muy emprendedoras que se iban a Londres y, para pagarse el viaje, traían ropa y la vendían», explica De Blas, que se dedicaba a documentar con su cámara Polaroid aquellas pintas imaginativas de los noctámbulos.

Uno de los característicos anuncios de la sala.
Imagen - Uno de los característicos anuncios de la sala.

Además de la música enlatada (en aquel primer año, de ella se encargaron primero Alfonso y después Manu), los conciertos eran un elemento esencial, aunque en principio el Gaueko ni siquiera disponía de escenario: hubo que rellenar con unos cubos a medida los huecos de los asientos para crear una plataforma. «Así salía un miniescenario, justo para cuatro o cinco personas. Y, con los techos de madera, la acústica era buena», asegura De Blas. Por el Gaueko, que se mantendría abierto hasta 1993, acabaron pasando grupos incontables, pero los que abrieron fuego fueron los cántabros 32 Interior, los bilbaínos In Extremis (un proyecto vinculado a Ortopedia Ocular, uno de aquellos nombres llamativos que tanto se llevaban en la época), los catalanes Dios y los madrileños Minuit Polonia, seguidos por Como Huele, M-ak, Melopea Intensiva, los Primitivos y el concurso Sonido After-Riada. Allí también se presentó, por ejemplo, el que pasa por ser el primer videoclip vasco ('To Alice', de Itoiz) y se montaron desfiles de moda y, sobre todo, fiestas.

«Los azulejos podían servir como pizarra, así que en las fiestas se pintaban para cambiar la escenografía. Venían profesores y alumnos de Bellas Artes y algunos elementos de la decoración se iban quedando». Un ejemplo representativo de aquellos locos saraos fue la Fiesta Necrófila, tan apropiada para la onda siniestra a la que se adscribía una parte importante de la clientela. «Yo creo que el Gaueko sirvió de sostén para que la gente se afirmase en sus ideas, sus actitudes y sus creaciones –concluye De Blas, que al cabo de un año y cuarenta días decidió centrarse en la ilustración y la pintura–. Era efervescente, emocionante, a veces disparatado y siempre divertido: eso estaba en el ambiente».

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