El garaje de ensueño de Erandio se abre a visitas guiadas
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Retromobile, un paraíso para los amantes de los vehículos clásicos y «especiales», es un espacio de 5.000 metros cuadrados repleto de modelos asombrososDice Borja Atutxa, el propietario de Retromobile, que este garaje-taller de Erandio es «un sueño de niños mayores». Y, más allá del eslogan, la verdad es que el visitante tiene la sensación de haber ingresado en un espacio vagamente irreal, casi onírico, en el ... que dejan de tener sentido nuestros criterios cotidianos acerca de la automoción. Para empezar, está la estética primorosa de los pabellones, con sus suelos ajedrezados, su decoración cuidadísima y ese aire de que los mecánicos podrían lanzarse en cualquier momento a interpretar una coreografía de 'Grease'. Y, después, están los coches, claro, que superan la previsión más entusiasta: puestos a seguir con el sueño, si a uno le ofreciesen llevarse uno de regalo, tendría problemas para elegir por puro exceso de tentaciones.
Retromobile nació en 2016 como negocio de 'storage' para vehículos muy particulares: «Aquí duermen coches especiales, grandes o caros, que a lo mejor no pueden dejarse en un garaje de vecinos y aquí quedan libres de los toqueteos y la curiosidad», resume Atutxa. Más adelante, la superficie se fue ampliando hasta los 5.000 metros cuadrados de la actualidad y Retromobile se convirtió en un «centro de gestión integral, probablemente el mayor de España». Es un taller multimarca con áreas donde trabajan especialistas en detallado, pulido, tapicería o varillería, pero también acoge una empresa de alquiler de vehículos para películas y eventos (Lecars Vintage), funciona como club social de amantes de los automóviles y, como los coches depositados allí no son cualquier cosa, ha acabado pareciéndose mucho a un espacio expositivo. Tanto, que los sábados de este mes organizará visitas guiadas por su «pequeño museo». Las entradas, a 4 euros, pueden comprarse en la web www.retromobile.es y algunos días brindan la posibilidad de hacer el viaje desde Bilbao en un Azulito.
Repartidos entre los tres pabellones de estilo inglés –que originalmente albergaban una fundición, una fábrica de transformadores eléctricos y otra de mecanizados– hay cientos de modelos interesantes que abarcan desde lo simpático hasta lo apabullante: un entrañable Renault 6 que sigue circulando con asiduidad comparte espacio con un interminable Cadillac Fleetwood que, desde luego, difícilmente se acomodaría en un garaje convencional, con esa longitud más de barco que de coche. Uno puede ir rellenando la quiniela de marcas míticas: por ahí van apareciendo Oldsmobile, Chevrolet, Plymouth o ese Pontiac Trans Am rojo que preside una sala y al que la vista regresa una y otra vez, como si su carrocería fuese magnética. Hay también un Rolls-Royce Silver Shadow con el Espíritu del Éxtasis, la estatuilla del capó, en posición arrodillada («eso quiere decir que perteneció a una casa real», aclara Atutxa), y un simpático Fiat Topolino que da ganas de emprender viaje hacia Italia y dedicarse a hacer picnics y beber vino.
Y así podríamos seguir hasta llenar unas cuantas páginas de periódico. En la sala dedicada a los coches más antiguos, algo así como un venerable consejo de ancianos, aguardan severamente un Ford T («el coche que podías pedir en cualquier color siempre que fuera negro»), un Amilcar o el Peugeot con la matrícula 597 de Bilbao, que es un modelo de acabados cuidadísimos, con su pasamanería en las ventanas y su reloj interior. La zona de exposición presenta un monográfico de la Real Peña Motorista Vizcaya, con ocasión de su centenario, y hay también una extensa muestra de motocicletas clásicas de competición procedentes de una colección privada, desde la infantil Bultaco Chispa hasta una JJ Cobas «superexclusiva», de la que solo hay tres en todo el mundo.
Un Maserati Ghibli, un apabullante Mercedes GTR contemporáneo, un Seat 127, un Peugeot 203, dos Triumph resplandecientes con capota y sin ella, un Daimler V8, un MG Mark-II con su correa ciñendo el capó, un 600 de Michelin, un Citroën Tiburón que tantos años después sigue pareciendo un coche del futuro, un Volvo 1800 como el que conducía El Santo... Y pongamos un stop ahí, que la caravana ya empieza a hacerse larga. También hay rincones dedicados a Coca-Cola y Michelin (representantes de la firma francesa vinieron a ver la colección tras descubrirla con asombro en Instagram) e incluso una mesa apoyada sobre dos neumáticos que Fittipaldi usó en el Jarama. En fin, Retromobile es un entorno tan singular que, al visitar uno de los baños, te topas cara a cara con el mítico piloto italiano Tazio Nuvolari, que le pregunta: «¿Cómo deseas morir?». Él, por supuesto, quería hacerlo en plena carrera, aunque eso a lo mejor era llevar el sueño demasiado lejos.
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