![Un futuro digital para antiguos 'menas'](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201909/17/media/cortadas/futuro-menas-kMkG-U901634045091IF-624x385@El%20Correo.jpg)
![Un futuro digital para antiguos 'menas'](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201909/17/media/cortadas/futuro-menas-kMkG-U901634045091IF-624x385@El%20Correo.jpg)
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En la vida de cualquier joven hay pequeños pasos que pueden cambiarlo todo. Pequeñas decisiones que apenas se meditan y que, pasados los años, se antojan como fundamentales. Gestos triviales, como apuntarse al curso de cultura digital y tecnología que ayer comenzó en Azkuna Zentroa ... gracias a la Fundación EDE-Suspergintza. Este podría ser el comienzo del futuro para Amadou, Khadim o Twallus.
Los tres llegaron a España antes de cumplir la mayoría de edad y fueron identificados como Menores Extranjeros No Acompañados (MENA). Un colectivo compuesto en su mayoría por jóvenes magrebíes que cruzan el estrecho en busca de una oportunidad. En 2018 hubo un millar de llegadas anuales y los recursos de acogida se colapsaron, pero este año ha bajado a la mitad. Como en casi todo, el mal comportamiento de unos pocos 'menas' bastan para ensuciar la imagen de todo el colectivo. Amadou, Khadim o Twallus forman parte de los otros, de esa mayoría empeñada en salir adelante. El senegalés Khadim Ndiaye tiene 22 años y lleva más de tres en España. «Llegué en avión a Santander y un amigo me llevó a Zalla. Me marché de Senegal porque allí no podía estudiar. Ahora estoy en la EPA para sacarme el Graduado Escolar. Me gusta aprender», cuenta. Tiene las ideas claras. «Quiero hacer un grado de Formación Profesional en Agricultura y trabajar en eso». Un objetivo aún lejano y con el que llegarían también «los papeles», esa preocupación general.
Khadim comparte piso con otros jóvenes llegados del Magreb. «Hay de todo, ya sabes, buenos y malos», confiesa sin querer alargarse. Lo que más le cuesta en clase es «el euskera, pero me gusta». 700 kilómetros al sur de su ciudad está Guinea Conakry, «un país en guerra donde no se puede vivir» y del que llegó Amadou Lamarana Bah, que ahora tiene 20 años. «Aunque es el primer día, creo que esta muy guay», comenta sobre el curso de la Fundación EDE. Le hablaron de él en la Asociación Zubietxe, que trabaja con personas en riesgo de exclusión.
«Entré por Melilla. Con 17 años me metieron en un centro de menores allí -el lugar donde se envía a los que llegan sin haber cumplido la mayoría de edad- y he hecho de todo. Tras una temporada en Andalucía, alguien le habló del País Vasco y decidió venir «a buscarme la vida». Es un tipo trabajador. «Por la mañana vengo al curso y a la tarde estudio para sacarme la ESO». Le gustaría trabajar arreglando carrocerías de coches, pero sabe que aún falta tiempo para eso. De momento, se alegra de «estar bien aquí y haciendo cosas». Cuando llama a sus familiares en África, siempre le dan el mismo consejo: «Aprende, haz bien las cosas y no te metas en líos». Él cumple a rajatabla.
Los más jóvenes todavía no tienen las ideas tan claras. El brasileño Twallus, de 18 años, llegó hace tres meses. «Ya estoy estudiando para el graduado pero aún no sé en qué me gustaría trabajar. Me interesa la tecnología, por eso he venido», comenta. La mayoría de sus compañeros de clase son de origen marroquí. Saludan sonrientes pero prefieren no hablar.
Marta Mojas, de la asociación Suspergintza, explica que «Haritu es un laboratorio de fabricación digital y tecnología, un espacio abierto a toda la ciudadanía, que puede acercarse a experimentar, probar y trastear. Está dirigido tanto a familias como a niños y jóvenes, con proyectos sencillos». Y es que el curso para jóvenes inmigrantes -que empezó ayer y durará hasta noviembre- es solo el primero de los programados. «Habrá talleres para aproximarnos a la tecnología y perder el miedo, por ejemplo, a usar una cortadora láser o una impresora en 3D», detalla Mojas. «También funcionará como espacio abierto al público los miércoles, jueves y viernes de 17 a 20 horas».
Ingenieros en telecomunicaciones, programadores y diseñadores impartirán los cursos, que pueden consultarse en la web de Azkuna Zentroa.
La apertura de Haritu, el laboratorio de cultura digital y tecnología, supone también la inauguración del tercer edificio de la Alhóndiga, que permanecía vacío hasta ahora. Según Raquel Esparza, responsable de programación de Azkuna Zentroa, «estamos muy ilusionadas porque ponemos en marcha por fin el edificio de 'Lantegi Bi', que irá albergando diferentes espacios, como este laboratorio de ideas que está volcado en la innovación y la experimentación».
La responsable de Azkuna Zentroa defiende que «con estos talleres de Haritu trabajamos la tecnología y la cultura digital y pretendemos acercarla a todo tipo de comunidades y personas que quieran experimentar con ella». «De hecho, la tecnología es una de nuestras líneas principales dentro del proyecto 'Programa' que presentó la dirección de Azkuna Zentroa hace poco más de un año».
Amadou Lamaran «Cuando llamo a mi casa, siempre me dicen: 'Tú haz bien las cosas, aprende y no te metas en líos'»
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