La flota pesquera languidece en Bizkaia

Sólo en los últimos años se ha ralentizado el ritmo de una deriva que preocupa y mucho en un sector que exige reconocimiento por cuidar el mar, abastecer de alimentos a la población y por tratarse de un gran dinamizador de las zonas costeras al crear empleo y riqueza. De hecho, en Bermeo, Lekeitio y Ondarroa, además de Armintza, Plentzia y Santurtzi, aunque en menor medida, alrededor de la pesca gira todo un mundo que se traduce en generar 3,5 empleos en tierra por cada arrantzale en la mar.

«Hablamos desde los empleados en los carros varaderos donde se reparan los barcos hasta los comercializadores, tanto mayoristas como minoristas, sin olvidar los operarios del muelle, las conserveras con un millar de mujeres, los proveedores de gasóleo, hielo, cajas, aparejos y transportistas, entre otros», detallan desde la lonja ondarresa, donde se manipulan hasta 40.000 toneladas de pescado al año, principalmente anchoa y bonito de todo el Cantábrico, además de merluza, rape y gallo.

La distribución se realiza a través de la asociación de comercializadores que aglutina a cerca de medio centenar de empresas, de las que una veintena distribuyen el producto tanto a nivel nacional como a otros países de la UE y fuera de ella. Según el Ministerio de Pesca, esta actividad representa en torno al 1% del PIB español, aunque en zonas altamente dependientes de la pesca, en la que están catalogadas Bermeo y Ondarroa, la contribución a su económica alcanza un 31% y 17,2%, respectivamente.

Aunque en número de barcos, la flota vasca ocupa el octavo lugar de una lista liderada con ventaja por Galicia, Bizkaia cuenta con las unidades más jóvenes con una media de 22 años en las de bajura, poco más de 20 en altura y 24 en atuneros. «La media española es de 33 años y todavía existen más de 2.700 barcos que superan los 40», detalla el último informe de Cepesca. «Tenemos menos unidades, pero acordes con las nuevas tecnologías, más modernas y seguras que han humanizado de manera notable las condiciones de vida a bordo», recalcan desde el Gobierno vasco.

«En la actualidad, en la mar se gana bien, un buen sueldo, no tiene nada que ver con antaño, pero no atrae para nada a la gente joven, en especial para campañas como las del bonito, en la que el barco se convierte en tu casa flotante. El relevo generacional no existe y en puestos de mando es un gran problema», recalcan tanto desde las cofradías como desde la patronal.

En estos momentos, el sector está apabullado además con la entrada en vigor, el próximo 10 de julio, del nuevo reglamento de Control Pesquero de la UE. Aunque de implantación progresiva, la lista de tareas de obligado cumplimiento resulta interminable; preaviso de entrada en puerto, anotación en el diario electrónico de capturas de especies objetivo, apuntar los descartes, las artes de pesca perdidas, declaraciones de desembarque con fecha y hora, márgenes de tolerancia y cámaras a bordo, entre otras.

«¿Quién va a querer quedarse en la pesca así? ¿Cómo va a haber relevo generacional? No hay tripulantes y en lugar de restar burocracia y simplificar las cosas resulta que cada paso que damos no es para adelante, sino para atrás», critican desde las organizaciones de productores de bajura del Cantábrico.

Los arrantzales consideran que la nueva normativa pesquera es un nuevo mazazo de la UE porque aseguran no tener nada que ocultar. Argumentan que dieron un golpe de timón para cambiar de rumbo y apostar por la sostenibilidad cuando vivieron un infierno de cuatro años en los que Bruselas les prohibió capturar anchoa. Entre 2005 y 2009 estuvieron a punto de irse a pique.

De ahí que claman respeto a las buenas prácticas que las diferencian de otras flotas como las de los países del Norte, -principalmente Noruega, Irlanda y Reino Unido-, y que están avaladas por los resultados de las campañas científicas que han permitido las mejores cuotas pesqueras de las últimas décadas. «Las especies pelágicas, como son el verdel, la anchoa, sardina o chicharro, son capturadas con la red de cerco, el bonito con anzuelo, mientras que las demersales como la merluza, rape y gallo son en su mayoría pescadas con redes de arrastre», explican. Aunque las artes de pesca marcan la diferencia, todos comparten el medio marino del que obtienen el sustento.

Por ese motivo, temen las consecuencias que a corto plazo puede provocar el calentamiento del agua del mar tras constatar verdel en el norte de Islandia, merluza cada vez más frecuente en Noruega, sardinas en el Norte de Escocia y atún rojo en Groelandia en busca de refugio climático. «Especies como la sardina o el verdel pueden llegar a desaparecer de nuestra dieta», desvelaba el informe Impactos del cambio climático sobre la acuicultura en España del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA).

Desde Azti ya adelantan que las flota deberá ajustar su actividad a los distintos flujos migratorios e incluso prepararse para una nueva redistribución de las posibilidades para pescar.