Flores y memoria en el cementerio
Todos los Santos ·
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Todos los Santos ·
Miles de personas visitan los camposantos para homenajear a sus seres queridos, una tradición que aún pervive entre los jóvenesLos cementerios se despojaron este viernes de su característico manto de silencio y de quietud para recibir a miles de vizcaínos que rindieron tributo a sus familiares y allegados fallecidos con motivo de la festividad de Todos los Santos. Una tradición añeja - nació en el ... año 835- que cada primero de noviembre envuelve las frías sepulturas de ofrendas, caricias y oraciones en una suerte de terapia contra el olvido, justo cuando caen las hojas de los árboles y la tierra se asoma a un nuevo ciclo. Es un rito con el que se homenajea, allí donde se cobijan sus restos, a los que no están y siguen estando, porque solo existe la muerte cuando hay olvido.
En el camposanto de Vista Alegre de Derio, donde descansan más de 400.000 almas, rosas, margaritas, claveles, helechos, dalias y crisantemos amarillos, blancos y rosas llenaron de colores las tumbas. Los pajarillos han hecho de este recinto su refugio y las urracas negras, con sus grandes colas, daban saltitos entre los sepulcros. La mayoría lucían impecables, jalonados de flores, aunque en alguna lápida crecía incluso un matojo de plumeros de la Pampa. Otras las tomaban la flora silvestre. La jornada cayó en un viernes soleado, veraniego. 23 grados calentaron el ambiente, el cielo lucía azulón y decenas de personas rememoraron entre los cipreses y esculturas momentos felices con las personas que les dejaron un legado de amor y de lecciones sin la premura que siempre acompaña al mal tiempo.
«Venimos mucho. Dos o tres veces al año. En los ramos siempre traemos margaritas, mis preferidas». Nagore Orive visitaba a su padre y a sus abuelos junto a su amatxu. «Nos acordamos mucho de ellos. Es un sentimiento que...» explicaron mientras limpiaban la lápida, que engalanaron con flores variadas. El estruendo de los aviones despegando en Loiu interrumpía, por momentos, la serenidad del cementerio.
El modisto Abelardo Alvarado y su mujer llevaron flores para su tercer hijo, que murió a los 9 días, y para una sobrina que falleció a los 52 años. «Sufrió dañó en el cerebro en el parto. Era precioso. Pesaba cuatro kilos. Como un angelito. Ahora tendría 47 años. Le recordamos todos los días», contaron con la sensibilidad a flor de piel, con la franqueza de la buena gente. Hace unos dos años, enterraron las cenizas de su sobrina junto al ataúd de su pequeño. «Era muy especial. Ahora siempre venimos a verles a los dos». Además del día de Todos los Santos, también acuden en fechas señaladas, como los cumpleaños. Les anima cuando se sienten tristes. «Nunca sabes cuándo te vas a marchar. Para qué tanta maldad, si todos vamos a terminar aquí. Hay que ser feliz», reflexionaban.
Entre los jóvenes pervive aún la tradición de visitar las sepulturas de sus seres queridos. Ylenia Castro y Desiré Oyarzabal, vecinas de Deusto, llegaron cargadas de rosas para sus abuelos, por los que siguen sintiendo un profundo respeto. Nunca fallan el día de Todos los Santos. «Somos sus nietas. Pero para nosotras eran como padres. El día de hoy nunca faltamos». Otro joven se acercó con un precioso ramo, la emoción en el rostro. «Mi padre ha fallecido recientemente. Y le recuerdo con mucho cariño».
Bilbao Zerbitzuak, la empresa que gestiona los dos camposantos municipales de Derio y Deusto, dedica cada año cerca de un millón de euros a mantenerlos, aparte de los gastos de personal. Los trabajadores reparten estos días 3.000 encuestas para que los ciudadanos valoren la atención que ofrece el cementerio y su mantenimiento.
José Antonio Fernández, el gerente, explicó que entre el pasado sábado y mañana unas 25.000 personas visitarán los camposantos. La jornada de Todos los Santos siempre es la más multitudinaria del año. Por otro lado, en esta ocasión, aclaró, se colocaron 230 tarjetas rojas en tumbas y panteones porque la concesión caducará próximamente y la familia tiene que decidir si renovarla o trasladar los restos a otro lugar.
En el camposanto de Derio también hubo ayer lugar para personas de todos los credos. Una familia china se apostaba en la entrada, camino de visitar a los suyos. En el otro lado, más de diez ramos engalanaban una tumba de personas de etnia gitana. Suelen ser las más engalanadas casi siempre. Los mayores incluso llevaban sillas para pasar la jornada junto a los allegados que allí descansan. «Aquí hay que venir con el corazón», relató uno de los familiares. En el cementerio cabe toda la memoria. Los que allí residen son historia viva de Bilbao.
camposantos viven hoy su día más emotivo y multitudinario, el Día de Todos los Santos. Miles de vizcaínos peregrinan a ellos para rendir tributo a los familiares y allegados que se ya se marcharon, pero que siguen viviendo en su recuerdo. Una tradición añeja que cada primero de noviembre envuelve las frías sepulturas de un manto de ofrendas, caricias y oraciones en una suerte de terapia para el alma, justo cuando la tierra se asoma a un nuevo invierno. Un rito con el que se homenajea a los que no están. En el cementerio de Derio, donde descansan más de 400.000 almas y que se engalana durante todo el año para este gran día, rosas, margaritas, claveles, helechos, dalias y crisantemos amarillos, blancos y rosas llenan de color las tumbas. Los pajarillos han hecho suyo el recinto y las urracas dan saltitos entre los sepulcros. La mayoría lucen más pulcros que nunca, aunque en alguna lápida incluso crece un matojo de plumeros de la Pampa. Otras las han tomado las flores silvestres.
Decenas de personas, entre ellas familias enteras con niños, pasean aprovechando el buen tiempo. La Policía municipal está en la entrada, sobretodo para vigilar los accesos, ya que en la carretera una hilera de conos impide aparcar frente al camposanto. Es una jornada atípica: 23 grados calientan el ambiente, el cielo está despejado y la gente, cargada de flores, se acerca a visitar a sus seres queridos en pantalón corto y ropa de deporte. Dos mujeres limpian una lápida, que han engalanado con flores variadas. Son madre e hija. Allí yacen los abuelos y el padre. «Venimos mucho, dos o tres veces al año. En los ramos siempre traemos margaritas, que son las flores que me gustan a mí», explica la hija, Nagore Orive.
El cementerio es como una segunda ciudad que se construyó en 1902 y requiere de mejora continua. Bilbao Zerbitzuak, la empresa que gestiona los dos camposantos municipales de Derio y Deusto, dedica cada año un millón de euros a mantenerlos, aparte de los gastos de personal. Se han hecho mejoras en accesibilidad, se han restaurado obras de arte... El Ayuntamiento de Bilbao ha repartido estos días 3.000 encuestas para que los ciudadanos valoren la atención que ofrece el cementerio y su mantenimiento. José Antonio Fernández, el gerente de la firma que mantiene las instalaciones, explica que entre el pasado sábado y el domingo 3 de noviembre, unas 25.000 personas visitarán los camposantos del Consistorio. Hoy es el día que más público recibirán.
Entre cipreses y esculturas fúnebres de gran valor artístico, los vecinos homenajean a las personas que más quisieron y que les dejaron un legado de amor y de lecciones de vida. Abelardo Alvarado, reconocido modisto, acude con su mujer. Han traído flores para su bebé, que murió a los 9 días, y a una sobrina que era como una hija para ellos, que falleció a los 52 años. El bebé es su tercer hijo. «Sufrió dañó el cerebro al sacarlo con fuerzas. Era precioso. Pesaba cuatro kilos. Como un angelito. Le recordamos todos los días», dicen con la sensibilidad a flor de piel. Hablan con la franqueza de la buena gente. Hace unos dos años, enterraron las cenizas de su sobrina junto al ataúd de su pequeño. «Ella era muy especial. Nuestro bebé ahora tendría 46 años. Siempre venimos a verles», relata la mujer. Cuentan que además del día de Todos los Santos, también acuden en fechas señaladas, como los cumpleaños. Venir les anima cuando están tristes.
«Este es un sitio que no lo olvidas», cuenta Abelardo. Ambos viajan también frecuentemente para visitar a los padres de ambos, que decidieron ser recordados en otros pagos. El estruendo de los aviones despegando en Loiu interrumpe la quietud de los visitantes. «No sé para qué tanta maldad, si todos vamos a terminar aquí», resumen.
Entre los jóvenes también sigue la tradición. «Venimos todos los años. Hasta hace dos veníamos a ver a mi abuela, pero ahora también a nuestro abuelo. Les recordamos con mucho cariño. Somos sus nietas. Pero para nosotros eran como padres», explican Ylenia Castro y Desiré Oyarzabal cargadas de rosas. Residen en Deusto y explican que nunca faltan el día de Todos los Santos. «Otras veces también venimos, por ejemplo en sus cumpleaños. Pero el día de hoy nunca faltamos». Otro joven se acerca con un precioso ramo. Su padre ha fallecido recientemente y no puede evitar emocionarse cuando se le pregunta por él.
A la una, en la capilla tiene lugar el clásico concierto lírico. El personal de oficios se identifica con chalecos reflectantes para atender a los visitantes. Este año, han colocado 230 tarjetas rojas en tumbas y panteones para que regularicen su situación. La concesión caducará próximamente y la familia tiene que decidir si renovarla o trasladar los restos. «Mi tío pagó esto hace tiempo, y no sabía que ahora teníemos que volver a pagar», relata un caballero desconcertado.
En el camposanto también hay lugar para todos los credos. Una familia china se aposta en la entrada, camino de visitar a los suyos. En el otro lado, más de diez ramos engalanan una tumba de personas de etnia gitana. Toda la familia, no importa dónde vivan, se reúne allí. Hay quien ha traído sillas para pasar una buena parte de la jornada en compañía de los que ahora habitan en otro lugar. «Tenemos aquí a los abuelos, los tíos... Muchos, desgraciadamente», comenta una chica joven. «Aquí hay que venir con el corazón, si no no se viene», cuenta uno de los familiares. En el cementerio cabe toda la memoria. Porque los que allí residen forman parte de nosotros. Son historia de Bilbao.
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