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Hacía dos años que esta tradición botxera no se escenificaba en la ciudad. Los personajes centrales del Carnaval bilbaíno, Farolín y Zarambolas, eran apresados junto ... al Ayuntamiento y condenados por el tribunal popular a sufrir escarnio en el patíbulo. Era la primera vez en la pandemia que tenía lugar este rito tan bilbaíno, uno de los actos más entrañables de esta fiesta. El honor de encarnar a los personajes más importantes del Carnaval ha recaído en Ibon Koteron, profesor de filosofía y albokalari, y en la artista Gemma Martínez, que se pusieron en la piel del típico «chuleta» bilbaíno y de la pasota, pancha o 'viva la vida' que igualmente presume de ser de Bilbao a los cuatro vientos y de tener el «Carpe Diem» como lema.
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Ambos reconocían estar un poco nerviosos. «Es una responsabilidad», aseguró ella. «Después del juicio, parranda», apuntó Koteron. Pasadas las siete de la tarde, fueron enjaulados, engrillados en sendos cepos medievales en el Consistorio y conducidos hasta la Plaza Nueva con música y una 'escolta' de carnestolendas, entre gritos de viva Bilbao y viva el Carnaval. Farolín iba vestido del Rick Sánchez, un científico alcohólico, - el blanco debe predominar en su disfraz- Zarambolas, que debe vestir de rojo, de villana de la película 'Gru, mi villano favorito', aunque con un doble significado: «soy villana, de la villa».
El edil de Elkarrekin Podemos, Xabier Jiménez, disfrazado de Pablo el de los Picapiedra, permitió que dos siniestros personajes entrararan al Ayuntamiento a arrestarles. En esta ocasión sí opusieron resistencia. «¡Se nos juzga por cómo somos! ¡Es un atentado contra la diversidad! ¡Errepresiorik ez!», gritaba Farolín, mientras ya dentro de la jaula, pedían rítmicamente «Farolín y Zarambolas askatu». Los dos cubrieron el trayecto bailando entre barrotes. A la altura de la Iglesia de San Nicolás, el tractor se averió y tuvieron que seguir hasta la Plaza Nueva a pie al son de la música, rodeados de vikingos, diademas de unicornio y máscaras y alguna persona disfrazada de pollo.
Allí, en el escenario, seguidos muy de cerca por alumnos de Koteron y con todo el juicio retransmitido en lenguaje de signos, fueron sometidos al tribunar popular. En esta ocasión, no hubo letrados, ni fiscal, ni diferentes testigos. Las comparsas sí proyectaron un video satírico en blanco y negro, denominado el 'Bobo' de la villa, con imágenes antiguas, en el que el alcalde, Juan Mari Aburto, lamentaba que el covid no había muerto y varios personajes daban cuenta de las andanzas de Farolín y Zarambolas en distintos escenarios de la ciudad y les declaraban absolutamente culpables de serlo.
Ambos, eso sí, reconocieron ser más «farambolas», aunque Zarambolas dijo identificarse mucho con el «vivir el momento y el Carpe Diem. Me gusta disfrutar, hacer disfrutar y la fiesta porque necesitamos una epidemia de alegría», apuntó. «Si sois muy fiesteros me alegro de veros, si soy muy fiesteras me alegro de veras», remató Ibon Koteron. Después de gritos de «Gora Bilbao grande y libre» y «Gora el generalísimo de Bilbao» ambos fueron condenados a escarnio público en el patíbulo.
Los comparseros les colocaron una capucha y les condujeron a la instalación, donde como últimas palabras lanzaron sendos 'Gora Bilbao' y 'Gora Bilboko Aratusteak' y animaron a la gente a «disfrutar». La multitud les rodeó y les tiraron lechugas y otras verduras para su humillación. «Me han dado con una alcachofa en la cara, aquí hay mucha mala leche», bromeó Farolín. Después, les cantaron coplillas y arrancó la juerga.
La historia de estos personajes se remonta a 1984. Fueron inventados por tres miembros de la Comisión Mixta de Fiestas, Fernando Toja, Marino Montero y Josepe Zuazo, para imitar uno de los elementos más representativos de las Carnestolendas tradicionales y rurales, donde se juzgaba y condenaba a los malos de cada año, que en Bilbao fueron sustituidos por dos personajes humorísticos, que encarnan dos arquetipos de la personalidad bilbaína.
Los designados como Farolín y Zarambolas cada año pasan a formar parte de una institución, la Orden Botxera de Farolín y Zarambolas, que se reúne anualmente, siempre el primer lunes después de Reyes, para decidir los posibles candidatos de la siguiente edición y elegir a los ganadores de la 'Txirenada del Año', la ocurrencia más graciosa, original y destacada de las que hayan sucedido en la villa.
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