La falta de perspectivas de futuro enferma a la juventud vasca

De entre las muchas paradojas del momento, una de las más llamativas es la que tiene que ver con la juventud. De un lado, empresas e instituciones alertan del invierno demográfico, de la falta de relevo generacional, de la ausencia de ciertos perfiles laborales y se idean planes de captación en otros países que traigan sangre nueva a Euskadi. De otro lado, la juvendud se siente aquí maltratada, sufre precaridad laboral, enormes dificultades para acceder a una vida independiente y, en fin, asume que va a vivir bastante peor que sus padres. Además, su salud cada vez es peor.

El sindicato CC OO ha vinculado ambas circunstancias y en un estudio donde maneja datos de diferentes fuentes oficiales concluye que esa falta de perspectivas de futuro y esa precariedad impactan de lleno en el estado físico y mental de los jóvenes. «La juventud necesita cambiar el mundo, no medicarse para poder soportarlo», lanzó la secretaria general del sindicato en Euskadi, Loli García.

¿Cómo es eso que empeora la salud de la juventud vasca? Primer ejemplo: en 2018 únicamente el 8,3% las personas entre 15 y 29 años había padecido síntomas de ansiedad o depresión en las últimas cuatro semanas, un porcentaje que el pasado año había subido hasta el 18,9%. Es decir, se ha más que duplicado. Y quienes más padecen esta situación son las mujeres, porque una de cada cuatro (25,6%) ha sufrido estos síntomas en 2023, frente al 12,4% de los chicos.

Por eso es natural que el nivel de satisfacción con la propia salud de la juventud vasca haya caído también de manera muy importante en el último lustro. En 2018 le daban una nota a su estado físico y mental de 8,7 sobre diez, muy cerca de la matrícula de honor; en 2023 se había quedado en un 7,2, un notable casi raspado. Y aquellos que tienen una percepción directamente negativa de su estado de salud se han triplicado: hace cinco años era el 2,4% del total el que se veía mal, y ahora se ha disparado hasta el 6,3%.

Dicen en CC OO que en parte todo esto es consecuencia, en primer lugar, de la precariedad laboral. Y eso que, en los indicadores más evidentes, no hemos ido a peor. Todo lo contrario. Así, se ha pasado de una tasa de paro del 17,4% en 2020 a un 12,6% en 2023. Y en ese mismo periodo la tasa de actividad ha subido del 48,9% al 49,1%. El problema, sin embargo, es que los contratos a tiempo parcial siguen siendo la tercera parte del total y los sueldos apenas han subido.

Como todo lo demás si ha subido de precio, la situación es peor. Sobre todo, en materia de vivienda. Así que es difícil iniciar una vida independiente. En 2020 el 35,1% de los menores de 34 años se habían emancipado, y ahora esa proporción ha bajado al 34,5%. Es decir, vamos a peor. Y nos alejamos cada vez más de una media europea que se eleva hasta el 51,8%. Es normal que ocurra porque aquí alguien en esa franja de edad debe destinar el 56,9% de su sueldo a pagar la hipoteca, o el 51,9% al alquiler si opta por un arrendamiento. En 2020 48.233 personas jóvenes habían manifestado su necesidad de acceder a una vivienda, y esa cifra ha aumentado más de un 20% en solo tres años, hasta 58.289.

Es cierto que en la salud de los jóvenes impacta otro tipo de condicionantes que van desde la tiranía de las redes sociales hasta las incertidumbres climáticas y políticas que acechan. Pero desde CC OO defienden que estos «datos desgarradores» tienen su principal causa en un mercado laboral que no permite el desarrollo de una vida plena. Así que llaman a la juventud a tomar parte activa en el proceso de cambio, de mejora de esta situación, y lo hacen con el eslogan «organízate y lucha» que sigue siendo un clásico.

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