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«Servidor fiel y discreto». Así definió el sacerdote Lontzo Zugazaga el año pasado a José Ángel Ubieta (Bilbao, 1926). Lo hizo en un bertso a modo de sorpresa durante la celebración de los aniversarios de los presbíteros vizcaínos. Estaba sentado en el altar de la Basílica de Begoña y sus bodas de platino habían sido tres años antes; no había una fecha que celebrar para él, más allá de que hacía dos décadas que había colgado la sotana. Pero aún así querían rendir un homenaje al «decano» de los curas vizcaínos, al 'maisu' Ubieta.
Ese reconocimiento da cuenta del legado que deja el cura más longevo de Bizkaia, fallecido a los 98 años en la residencia sacerdotal San Vicente de Bilbao y cuya despedida, presidida por el obispo, Joseba Segura, tendrá lugar el viernes a las 17.30 horas en la Catedral de Santiago. Fue ordenado el año que se inauguró la Diócesis, en 1950, y se va cuando está inmersa en la conmemoración de su 75 aniversario. De los primeros curas en incorporarse a la recién creada estructura de la Iglesia de Bizkaia, reconocía en su última entrevista con este periódico, hace un par de años, que le hubiera gustado tener hijos y que su fe no era «inquebrantable», sino que iba «aprendiendo porque encuentra temas nuevos en la vida».
Desde el Obispado destacan de él, más allá de su gran «aportación cultural» en el ámbito de «los estudios bíblicos» –fue el primer director del Instituto Diocesano y Teología Pastoral–, que «fue una persona buena, sabia, amable, humilde y educada». Tras su retiro seguía acudiendo a misa de 11.00 cada día y quienes le conocen cuenta que «disfrutaba de una memoria privilegiada» que «no dudaba en compartir con los demás».
Y tenía mucho que contar, con una larga trayectoria que le llevó a estudiar a Roma y Jerusalén, a formar a futuros sacerdotes en el Seminario, a diferentes parroquias... y a estar arrestado durante tres días. Fue en abril de 1969, tras el asesinato del taxista Fermín Monasterio, primera víctima mortal de ETA en Bizkaia. Días después fueron detenidos varios curas, acusados de facilitar la huida del miembro de la organización armada que disparó, y poco después el propio Ubieta, que llevaba desde 1968 como vicario general, 'número 2' de la Diócesis.
En febrero de 1974 estuvo inmerso en la mayor crisis entre la Iglesia Católica y el Régimen franquista, de la que se ha cumplido medio siglo este año. En todas las parroquias se leyó una homilía, aprobada por monseñor Antonio Añoveros, obispo en ese momento, aunque remitida a las iglesias por Ubieta, que bajo el título 'El cristianismo, mensaje de salvación para los pueblos', hacía referencias a la «liberación de los pueblos oprimidos» y al «derecho de todos los pueblos a conservar su propia identidad».
El Régimen apreció en el documento un «gravísimo ataque a la unidad nacional», así que ambos fueron retenidos en sus domicilios y el Gobierno puso un avión oficial en Sondika para desterrarles a Roma. Ellos, firmes, manifestaron que no se iban si no les llamaba el Papa. Intervino la jerarquía esclesiástica española, que lejos de permitir el traslado de la cúpula de la Diócesis de Bilbao al Vaticano amenazó con excomulgar al presidente, Carlos Arias Navarro, lo que puso fin al conflicto.
El sacerdote vizcaíno continuó seis años más como vicario general. Después asumió diferentes cargos internos en la Diócesis e inició su peregrinación por diferentes parroquias en las que fue auxiliar o miembro del equipo, como la de San Ignacio, San Pedro de Deusto, San Antón, Santos Juanes, San Nicolás y Santiago.
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