La factoría del talento

Bilbao tiene marca, pero aún no ha dado con la fórmula para afrontar con garantías los desafíos de la nueva economía. La suma de formación, juventud y empleo no siempre da el resultado querido. La ciudad pierde población -tiene 342.481 habitantes, 12.000 menos que en el año 2000- y envejece sin freno -una cuarta parte es mayor de 65 años-. Pierde punch también entre algunos jóvenes, obligados a probar fortuna fuera para buscar mejores trabajos.

Pero hay «revulsivos», explican los expertos consultados por este periódico en una nueva entrega mensual sobre los retos de Bilbao, en este caso para analizar su capacidad económica. Las instituciones han encontrado la chispa en el talento, un reclamo internacional para atraer inversiones y empresas. En esa ecuación trabaja el proyecto de emprendimiento As Fabrik de Zorrozaurre, liderado por el Ayuntamiento y con la Universidad de Mondragón como pilar de la formación universitaria. Será una de las nuevas factorías.

Sara de la Rica, catedrática de Economía de la UPV, reclama que no se descuide el alma en Zorrozaurre. Además de implantar la innovación y el conocimiento, aboga por una ciudad «inclusiva y sostenible con el medio ambiente». Si da ese «paso de gigante», Bilbao estaría mejor colocada para captar «mano de obra cualificada, joven, innovadora y talentosa», señala la economista.

El escaparate está listo. «Es una ciudad muy agradable para vivir, especialmente para familias con hijos pequeños. Tiene un tamaño ideal, servicios públicos estupendos y, como todo el País Vasco, una Sanidad y Educación de altísimo nivel», sostiene. La expansión universitaria en el centro le daría aún «más vida».

Sin embargo, las condiciones laborales «no son las idóneas para que los jóvenes se instalen». «Las ofertas son escasas, los salarios son relativamente bajos y, posiblemente lo más preocupante, la proyección laboral que se ofrece en la mayoría de las empresas en Bilbao y sus alrededores no puede competir con la de otras grandes ciudades españolas y europeas», advierte.

De la Rica cree que el «éxodo de jóvenes cualificados» es mayor de lo que se piensa porque «muchos siguen empadronados» en Bilbao durante los primeros años tras marcharse: «Debemos apostar por atraer su talento. Y sinceramente, en general, no estamos en esa dinámica. Por eso sería tan bueno que Zorrozaurre emergiera como una zona de atracción».

Guillermo Dorronsoro considera que la clave de la nueva economía es la capacidad para «retener o atraer el talento. Eso es lo que nos va distinguir en un mundo muy competitivo», destaca. El director de la Deusto Business School, escuela de negocio que cumple este año su centenario, reconoce que se está produciendo una ‘fuga’ de jóvenes, pero cree que «muchos» regresan en busca de estabilidad.

«Si piensan que volver a Bilbao es enterrarse, les costará más. Pero si es una metrópoli dinámica, lo harán seguro», advierte. Por eso es vital que se mantenga como una «ciudad atractiva, con una marca global fuerte». «Los estudiantes acostumbran a elegir primero la ciudad y después el estudio, sea una carrera, un máster o un grado», indica Dorronsoro, que pone la atención en la ‘generación Z’, la siguiente a los ‘millennials’.

Nacidos con el fin de la burbuja económica, hoy son adolescentes en su mayoría. Pero serán el futuro. «Si vienen jóvenes y se ofrece una buena formación, las empresas también vendrán. Las empresas están donde está el talento», argumenta.

En un mundo en el que «el sentido y la inteligencia artificiales llegarán antes de lo que se piensa», Dorronsoro reivindica también las carreras vinculadas al humanismo para «entender mejor todos los cambios». «No sólo es importante el talento en ingeniería y la dirección de una empresa; también en el conocimiento de la naturaleza humana. Los valores forman personas más competentes», señala. En su opinión, la llegada de estudiantes o profesionales de otros países ayudará a refrescar las ideas y traer formas de pensar «diferentes». Ahí está el reto. Bilbao prosperó en el siglo XIX gracias a la combinación de los activos que tenía a mano: carbón, hierro y puerto. El experto llama ahora a «hacer de Bilbao la Florencia del segundo Renacimiento de Europa».

La concejalía de Desarrollo Económico, Comercio y Empleo apoya cerca de 150 proyectos de emprendimiento cada año. En total, unos 200 empleos directos. En la oficina del proyecto BIG (Bilbao Ideien Gunea) se atienden anualmente mil consultas de potenciales emprendedores, de los que la mitad llega a desarrollar un plan de viabilidad. Las estadísticas ofrecidas por el concejal Xabier Ochandiano, responsable del departamento, ayudan a comprender el perfil de los bilbaínos que intentar montar un negocio propio. Dos de cada tres disponen de una titulación superior o un ciclo de FP. La mayoría de las empresas que prosperan son pequeñas -de media tienen 1,5 empleados-. Y hay una cantidad similar de hombres y mujeres. La diferencia está en la edad. Se constata un mayor éxito en los proyectos promovidos por mayores de 45 años. La experiencia sigue siendo un grado.

Por sectores, el 37% está vinculado a los tres «prioritarios» para el Ayuntamiento, destaca Ochandiano; es decir, los «servicios avanzados a la industria, la economía digital y las industrias culturales y creativas». El comercio representa el 20%. Un campo de trabajo en el que está creciendo la venta on line.

Aunque la ciudad está volcada en la industria avanzada ligada a las nuevas tecnologías, una parte muy significativa de los contratos realizados con personas extranjeras está relacionada con las tareas de cuidados a mayores y limpieza del hogar. En este campo, en el que «es más determinante la formación que la procedencia», la concejalía contribuye a mejorar las capacidades laborales a través de Lanbide, consciente de que el aumento de la esperanza de vida es un reto, pero también una oportunidad laboral en el sector de la ‘silver economy’ de la tercera edad. Pero antes de llegar ahí, el desafío está en los más jóvenes.

Janire Crego ha ideado un reactivo líquido para reconocer la presencia de drogas en bebidas. Es una emprendedora. El proyecto se gestó en el laboratorio del colegio Zabalburu a raíz de las noticias sobre robos y abusos sexuales a víctimas presuntamente afectadas por narcóticos echados en sus copas sin su consentimiento. El producto, llamado ‘Safe Night’ y capaz de detectar sustancias como la cocaína y la burundanga, fue el ganador de los premios Enpresari 2016-2017 que promueve la Diputación -el galardón incluye una gratificación económica de 1.500 euros-.

Janire Crego, de 33 años, y Tania Sánchez, de 34, son las impulsoras de un proyecto que ahora se encuentra en una fase «crucial»: «Tenemos que ver si el producto puede salir al mercado». El problema para ellas es que no han sido capaces de dar con la puerta adecuada que confirme que todo está en regla. Y han recorrido ya muchos departamentos relacionados con la salud, el consumo y la industria.

Esa autorización es «decisiva» para culminar el proceso. Primero, con la patente. Después, con la comercialización del artículo. La dificultad no es tanto la búsqueda de subvenciones. «En España es bastante difícil pasar los controles para poder llegar al mercado. En otros países se dan más facilidades», explica la emprendedora, que no va a tirar la toalla.

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