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Los países costeros vierten más de ocho millones de toneladas de plásticos al mar cada año. Son su principal amenaza. En 2050, habrá más flotando que peces. Su impacto no solo se produce en las playas asiáticas atestadas de basura cuyas imágenes se hacen ... virales. También aquí, en nuestras costas, dejan un reguero de destrucción. Después de partirse en pedazos, las aves los confunden con comida. Obstruyen su tracto digestivo y resultan tóxicos. Mortales. Los primeros datos sobre la ingestión de desechos plásticos y basura por aves marinas en el Golfo de Bizkaia y en todo el Cantábrico acaban de salir a la luz.
Esta zona es muy importante para las aves marinas y forma parte de sus rutas migratorias. Isabel García Barón, estudiante predoctoral con una beca del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades -junto con Azti y con el apoyo económico de la Fundación Biodiversidad-Ecoembes-, ha recogido y diseccionado 120 ejemplares de aves procedentes de Euskadi, Cantabria y Francia de las especies arao común, alca, frailecillo atlántico, alcatraz atlántico, gaviota tridáctila, gaviota argéntea y fulmar boreal.
Según sus conclusiones, los microplásticos ya afectan a la fauna del Golfo de Bizkaia. «La inmensa mayoría se los comen», apunta. De los 120 animales estudiados, 19 tenían basura marina en sus cuerpos. Cinco de las siete especies analizadas ingieren plásticos y una sexta, los alcatraces, restos de pesca. A los investigadores les llamó la atención no haber hallado desperdicios artificiales en ninguna de las diez alcas analizadas -ave marina más bien grande, blanca y negra, de aspecto torpe-, lo que podría desembocar en nuevas indagaciones para descubrir por qué esta especie en concreto se libra. Mientras, todos los restos hallados en los alcatraces atlánticos procedían de la actividad pesquera. Cuatro de los 23 ejemplares examinados contenían en sus estómagos fibras de nylon y anzuelos. «Es evidente que la pesca tiene un impacto en estos animales, que se lanzan a por los peces que sirven como cebo y acaban ingiriendo anzuelos, por ello se están estudiando conjuntamente con los pescadores medidas de mitigación», explica García Barón, cuya investigación ha demostrado que las otras cinco especies analizadas confunden los plásticos con comida. En sus estómagos quedaban «restos de cordeles, plásticos blandos de bolsas de la compra, trocitos de plástico duro y poliespan, el plástico blanco que se utiliza en las cajas de cartón como protección», afirma.
García Barón ha desarrollado su estudio en colaboración con Izaskun Zorita, Javier Franco y Maite Louzao de Azti, y Jérôme Fort y Pauline Loubat, de centros de investigación franceses y de la liga para la protección de las aves gala. Los científicos analizaron 60 araos, una especie que sigue en una situación crítica después de la catástrofe del Prestige. Apenas el 12%, contenían plásticos. Examinaron 11 frailecillos, aves preciosas muy poco comunes en estos lares, solo durante el paso y la invernada, de los que tres albergaban polímeros, además de dos de las ocho gaviotas tridáctilas y una de las seis gaviotas argénteas. Mientras, los dos ejemplares de fulmar boreal que diseccionaron habían ingerido microplásticos. Es decir, el cien por cien.
El arao común, el alca y el alcatraz son muy frecuentes en nuestras costas. «Puede dar la sensación de que la presencia de plástico es pequeña en ellos, pero teniendo en cuenta que por los hábitos de alimentación de estas especies muchas no deberían ingerir ninguno, porque no comen en tierra, donde podría haber más riesgo de ingerir este material, la prevalencia es muy alta», asegura la investigadora.
La frecuencia de la aparición de los plásticos en estas especies del Golfo de Bizkaia, además, es superior que en otros estudios, según asegura García Barón. Todos decidieron realizar el estudio cuando, hace dos años, empezaron a hallar muchos cadáveres de araos en las playas tras los temporales. Después, se lanzaron a buscar financiación y consiguieron más ejemplares fallecidos encontrados tanto en Francia como en Euskadi y Cantabria. Aquí, las aves, de dos especies, fueron obtenidas en centros de recuperación de fauna silvestre y en campañas de limpieza de playas. Las recogieron miembros de Itsas Enara Ornitologi Elkartea y voluntarios anónimos, o cedidas por instituciones, como el Ayuntamiento de Getxo.
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