![La esquela de aniversario de Edu, víctima del Covid: «Vacunaos, que llega gente a mogollón»](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202104/15/media/cortadas/eduardo-galparsoro-U1301084210138hAI-U14069407613iiE-1248x1400@El%20Correo-ElCorreo.jpg)
![La esquela de aniversario de Edu, víctima del Covid: «Vacunaos, que llega gente a mogollón»](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202104/15/media/cortadas/eduardo-galparsoro-U1301084210138hAI-U14069407613iiE-1248x1400@El%20Correo-ElCorreo.jpg)
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La sección de esquelas, tan importante en cualquier periódico, suele ajustarse a unas pautas más o menos fijas: son fórmulas establecidas, consolidadas por el tiempo, que nos sirven para dar la mala noticia sin que nos desborde el dolor. Pero, de vez en cuando, surge ... la sorpresa en forma de un planteamiento original, extraordinario, emocionante. «Me fui para siempre desde Bilbao, el 16 de abril de 2020, de la mano de mis hermanos, mis médicos y mi cuidadora. ¡Cómo pasa la vida... y la muerte! Un año ya», empieza la esquela de primer aniversario de Eduardo Galparsoro que hoy publica EL CORREO, un mensaje en primera persona que ha redactado su hermano Javier.
«Por aquí todo genial –continúa el texto–. Qué contentos nuestros padres cuando me vieron, un poco antes de lo previsto. Yo, 'Al alba' con Aute; a la tarde con la 'Dama, dama' Cecilia; y a la noche 'Libre' con Nino Bravo. Estamos como os dejamos, pero sin muletas, ni pañales, ni medicinas. Tenemos un CUIDADOR maravilloso. Vosotros también cuidaos mucho ¡y vacunaos, porfa, que llega gente a mogollón! No tengáis prisa». Y manda besos y firma Edu.
Ya su esquela del año pasado, la que anunció su fallecimiento por covid a los 65 años, tenía un detalle que llamaba la atención. Era una frase muy sencilla, muy sensata, pero inusual: «La familia agradece el cariño y las atenciones recibidas durante su enfermedad por el Dr. Quemada, la Dra. Larrañaga y la Residencia Caser de Artxanda». Javier Galparsoro, abogado y presidente de CEAR Euskadi, explicó entonces que tanto él como su hermano habían aprendido de sus padres que es de bien nacidos ser agradecidos y, desde luego, los sanitarios lo merecían de sobra. Un año más tarde, Javier ha decidido recordar la figura de Eduardo con «algo diferente», este mensaje entrañable en primera persona que a la vez sirve como retrato de la persona que tanto le influyó.
«La relación que tenía con mi hermano era especial y me ha marcado. Murió después de 40 años con una enfermedad mental que se complicó. Con él viví toda la peripecia de hospitales y psiquiátricos, de ingresos y recaídas: llegó a estar en coma inducido, intubado, y salió como un valiente», recuerda Javier. En todo ese proceso, explica, Edu «hizo buenos a los que le querían», muy en particular a sus tres hermanos, y les enseñó a apreciar lo importante. «Era una persona excepcional, sensible, campechana, ¡la bondad personificada! Afrontó la enfermedad con una entereza admirable. A través de él conocí, además, a gente muy auténtica dentro del mundo de la enfermedad mental. A mí, estar con Eduardo me espabiló mucho. A lo mejor estoy con los inmigrantes y los refugiados porque mi hermano me permitió descubrir el lado menos divertido de la vida».
Eduardo era uno de esos tipos poco convencionales cuyo hueco se hace especialmente presente, porque de algún modo siguen siendo singulares en la ausencia. No le faltaba su lado complicado, por supuesto: tenía la costumbre de dar el teléfono de su hermano Javier a cualquiera, incluidos compañeros de psiquiátrico que querían que un abogado los sacara ya de allí, y a veces desaparecía durante días y traía a la familia de cabeza. Pero, a la vez, era «un ejemplo de la bondad de los discapacitados, la gente más sencilla». La esquela lo sitúa en una compañía muy apreciada: sus padres, a los que veneraba, y algunos de sus artistas preferidos. «Estaba escuchando música todo el santo día. ¡Oía casetes! Era devoto de Raphael y le gustaban Adamo, Sergio y Estíbaliz, Mocedades... ». ¿Y lo de la vacuna? «Ya, aprovecho para hacer un poco de propaganda –se ríe Javier, reviviendo la complicidad con su hermano a través de la ocurrencia–. Como Eduardo había salido de tantas, esperábamos que iba a aguantar mucho más, pero al final lo mató este virus».
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