Los escultores vascos (profusión de desgreñadas cabelleras blancas, manos duras y sonrisas tranquilas) le hicieron el homenaje a su par, Néstor Basterretxea, en el lugar simbólicamente idóneo: al pie de Lurraren Alde. Esta pieza imponente de acero corten y con más de seis metros de ... alto fue su última obra monumental. Él mismo la inauguró en 2013, el año anterior a su fallecimiento. Y ahí sigue, en el parque escultórico Meatzalde Goikoa, en La Arboleda. El artista bermeano, nacido este lunes hace cien años, tenía además una vinculación especial con este enclave minero porque le gustaba el sitio y su gente, y lo valoraba por su importancia fundamental para Bizkaia y Euskadi. Porque sin el hierro no hubiese habido ni industria, ni comercio, ni banca, ni nada. El país es lo que es porque allí pasó lo que pasó, y eso lo tenía muy presente alguien con la visión humanista y global que siempre tuvo Basterretxea.
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El acto de este domingo arrancó a las 12.30 horas. Lo hizo bajo un cielo cubierto por nubes negras, una brisa suave que anticipaba tormenta y el rumor de las copas de los árboles. Esta amenaza constante para un evento al aire libre, en un entorno campestre y desguarnecido, añadió dramatismo, tensión y vitalidad a la cita, que al final se desarrolló sin incidentes. Sobre las campas verdes estaba, de negro, la gente del coro de La Arboleda; de blanco el dantzari Diego Duran; y también había grupos de caminantes con ropa de monte, aficionados al arte, artistas y vecinos que escucharon y aplaudieron.
Seguramente uno de los momentos más emotivos fue cuando una veintena de escultores depositó, como ofrenda, diferentes piezas que habían elaborado en homenaje a Néstor (así se referían a él, por su nombre de pila). Las dejaron a los pies de Lurraren Alde, que con esas planchas potentes y oxidadas dispuestas hacia lo alto parecía enviar señales al firmamento. De ese modo, este colectivo quiso agradecer a Basterretxea «el cariño que profesaba a La Arboleda», el modo en el que «nos animó a todos con este parque» (en relación al espacio escultórico que se desperdiga en la zona) y también por la «creación de la Asociación de Escultores». Todo esto lo dijo Guillermo Olmo, presidente de ese colectivo, Eskuahaldunak. También se entregó una pieza a uno de los hijos del homenajeado, Jonan, que acudió allí para agradecer el recuerdo hacia su padre.
Mitxel Ruiz, presidente de los escultores vizcaínos, recordó el carácter cercano de Basterretxea, con quien «todos nosotros hemos tenido contacto», y también se refirió a un detalle que de algún modo deja constancia de la manera que tenía de ver el asunto creativo. Contó Ruiz que en una ocasión el reconocido artista diseñó un premio formado por tres partes diferentes, un par de columnas y unas alas arriba. «Nos dijo que las columnas representaban el esfuerzo y la disciplina, y las alas la imaginación, la magia», ingredientes que veía como igualmente necesarios.
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En el homenaje hubo aurresku, bertsos, poemas y música. Mikel Varas, escultor y poeta, recordó las «grandes manos» de Basterretxea y su voluntad de homenajear con Lurraren Alde a «los obreros y obreras, niños y niñas, que sacaron hierro de estas minas». Iñaki Ruiz de Eguino, crítico e historiador del arte además de escultor, consideró al artista bermeano «uno de los últimos humanistas» e invitó a que «copiemos todos ese humanismo generoso que tenía él».
Ese carácter suyo fue en buena parte consecuencia de una vida cosmopolita que le ayudó a valorar lo local desde una visión global del mundo. Es una de las cualidades que más se están recordando estos días, cuando se conmemoran los cien años desde su nacimiento, que justo se cumplen este lunes. También se menciona mucho que Néstor Basterretxea fue algo parecido a un artista total, que cultivó la pintura y la escultura, pero también hizo cine y publicidad; trabajó la madera y el metal; lo bidimensional y lo tridimensional; hizo muebles, asesoró al primer Gobierno vasco y se sumergió en la mitología y la historia.
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Terminó el acto con la voz de Itziar Azpirotz y la guitarra de Maddi Etxebarria que interpretaron canciones de Laboa y Lertxundi justo antes de que, finalmente, se pusiese a llover.
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