Hermelo Molero | Jefe de Drogas en Bilbao y escritor

«Los 'boleros' de San Francisco son soldados del narcotráfico»

Publica su segunda novela sobre los clanes de traficantes que surtían de heroína a 'La Palanca', el supermercado de la droga de Bilbao

Lunes, 16 de enero 2023, 01:22

Hermelo Molero es el jefe del grupo de Drogas de la comisaría de Bilbao, el más activo de la Ertzaintza. Desde su privilegiada atalaya, publica su segunda novela, 'Heroína', inspirada en una de sus investigaciones.

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'Heroína' transcurre principalmente en el barrio bilbaíno de ... San Francisco, La Palanca, a partir de 1999. ¿Por qué?

– Porque allí arrancaron mis primeras operaciones. Cuando llegué a la comisaría de Bilbao en 1998, el grupo que hacía drogas estaba dirigido casi en exclusiva a La Palanca, al menudeo. Mi primer trabajo fue el que arranca la novela, una intervención en Cortes 38, donde hoy está la residencia de estudiantes. Poco a poco intenté subir un peldaño en el nivel de las investigaciones, del foco de distribución a atacar al de la importación de la droga, a los grandes traficantes y empezamos a hacer intervenciones telefónicas.

Su nueva novela trata de los clanes que dominaban el 'supermercado de la droga' de Bilbao. ¿Cómo ha evolucionado el tráfico de drogas desde entonces?

– El consumo se ha ido reduciendo, porque es un mercado casi exclusivamente dedicado a la heroína. Como cada vez tenemos menos consumidores, también hay menos clientes. Vemos menos trasiego de toxicómanos en el barrio. Los antiguos usuarios de la heroína han fallecido. Algunos han tenido la suerte de poder parar el consumo. Y las nuevas generaciones no se incorporan a esta variante. La heroína no es una droga de ocio, no se usa para la fiesta, sino que es de expresión interna, te provoca son ganas de dormir. Bueno, más que dormir, reflexiones muy profundas. Las drogas que más éxito tienen ahora son las de ocio y son las más peligrosas porque llegan a más personas.

Los 'boleros' (traficantes que escondían las dosis en la boca o en el ano), ¿siguen en activo?

– Sí, pero si antes teníamos, por decir un número, 2.000, ahora son 50 o 60. Ha bajado de una forma exagerada. Estuve seis meses de instructor jefe en Bilbao cuando llegué de Donosti y teníamos una media de no menos de 15 'boleros' diarios detenidos y la Policía Municipal de Bilbao, otros tantos. Ahora puede haber cuatro a la semana porque el negocio se ha reducido.

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¿Y cómo se trafica ahora?

– Los traficantes de La Palanca salen a venderla fuera y en cantidades un poquito más importantes. Cinco, 50 gramos, sobre todo a franceses que pasan la frontera para comprar porque una vez que llegan a su país duplican el precio. Y hablamos siempre de heroína de malísima calidad. Las purezas que manejábamos en las ocupaciones estaban por debajo del 20% en una droga en origen. La cocaína nos vamos siempre al 95% de origen. Acaba en la calle por debajo del 1%, osea que el 99% no es droga. Se corta con paracetamol. Yo suelo decir con sorna 'no te drogas mucho, pero se te pasa el dolor de cabeza' (sonríe).

También se corta con otros productos peores ¿no?

– Un conocido murió por inyectarse sin saberlo rascadura de ladrillo. Es un cristal molido que te lo metes en la vena y te hace una avería... Se lo vendieron como heroína. A casi la mitad de mis amigos se los llevó el caballo o el SIDA por el intercambio de jeringuillas. Soy de La Peña, esto nos marcó a una generación en los 80, con un paro bestial.

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¿El relato es estrictamente fiel a la realidad policial?

– Se cambian fechas y algunos nombres, como es obvio, pero la investigación policial es 100%. Quiero premiar a mi grupo, a todos y cada uno de mis compañeros. El primer capítulo, una intervención en un bloque tomado por las mafias, lo viví yo, lo sentí, lo olí. Fue una noche tremenda.

Según cuenta, ¿a estos clanes se les investiga de otra manera?

– Muy diferente. Estamos hablando de esclavos, soldados del narcotráfico que forman ejércitos totalmente jerarquizados donde resulta imposible conseguir una filtración, una delación. No puedes llegar nunca a un acuerdo con ellos. No es como en las películas que se les paga con droga o dinero, aquí no hay presupuesto. Los capos generan mucho miedo y la cárcel a ellos les da igual. No puedes intervenir un teléfono porque primero hay muchos dialectos distintos y no consigues un intérprete de confianza. ¿Qué te queda? Seguimientos. Y hay que ser capaz de distinguir al objetivo. Nosotros lo que hacíamos era cerrar el barrio.

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«Vigilábamos las aceras desde 'pisos nido' que nos dejaban los vecinos hartos del trapicheo. Teníamos ojos en todos los sitios»

Método de investigación

¿Pero el trapicheo se hacía en San Francisco no?

– Sí, y utilizábamos los 'pisos nido' vacíos que nos prestaban vecinos hartos del trapicheo o asociaciones para vigilar desde allí la acera y a los boleros, que llevaban la droga en la garganta y cuando les detenías se la tragaban. Teníamos ojos en todos los sitios. Son sistemas de investigación ya en desuso,

Edificios tomados por las mafias, una vecina que tiene que llamar a la policía para bajar a la calle, heroinómanos carcomidos. Describe un barrio espeluznante.

– La heroína es la droga que más daño físico provoca, en los huesos, la boca... y psicológico también y el deterioro es muy rápido. Como es represora, la abstinencia es brutal.Ya no vuelves a ser el mismo. El fentanilo, que está de moda, es una heroína sintética, genera algo muy parecido. Un yonki, un toxicómano sólo vive para su dosis. No existe ni alimentación, ni amor, ni nada. Una persona que consuma tres días seguidos heroína en chinos fumada ya está dentro, la adicción es rapidísima. En vena igual tarda una semana, no más. Yo nunca la he probado, pero dicen que la primera experiencia es bestial y ya eres su esclavo. Tenemos la suerte de que el uso es cada día más pequeño, aunque con un pequeño repunte. Creo que es como consecuencia de gente que abusa de las drogas, de ocio, cocaína y que el domingo necesita bajar el subidón para volver a incorporarse a su mercado laboral, pero es puntual.

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En la novela hace un homenaje a la unidad de drogas desmantelada de la Policía Municipal.

– A los Dogos porque me parece muy injusto desde un punto de vista profesional. Ojalá tuviéramos tan controlado el tráfico de drogas que las unidades de droga fueran prescindibles. Pero no es el caso. El consumo de drogas no ha dejado de crecer. Somos el segundo país más consumidor después de EE UU. Y como he tenido la suerte de trabajar con ellos, sé que con menos medios que nosotros hacían un trabajo excepcional y sobre todo aquí en La palanca. Eran la referencia, la envidia de las policías locales de España, ni la de Madrid, con 20.000 componentes o la de Barcelona. Y yo que les conozco, pues me hace sentir pena. No lo entiendo. Es una decisión política.

¿Cómo crees que cree que afecta que ya no exista esa unidad?

– Va a haber más traficantes y con más libertad. Al final de cuentas, cuantos más seamos en esto, más presión tendrán.

La protagonista, además del jefe de Drogas Javier Navarro, es una niña, Faith, que termina siendo víctima de la trata. ¿Ha visto muchos casos como el de ella?

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– Pues sí, la experiencia que relato en la novela, cambiando nombres, la he conocido mucho. No denuncian por miedo a la magia negra, al yu-yu, a lo que la mafia haría a sus familias allí, donde la vida vale menos que nada. He conseguido con ayuda de instituciones y de compañeros de Policía Nacional ayudar a algunas. Los primeros africanos que venían llevaban los amuletos de cuero atados en la barriga y no veas lo que había que hacer para que se los quitaran para entrar en los calabozos. Cómo les convencías de que era por su propia seguridad, para que no se hicieran daño.

¿El caso que más le ha impactado?

– El que cuento en la novela me marcó muchísimo. Cuando entras entras a una habitación cerrada con un candado, con un orinal. El olor, pensar que hay personas aquí que son capaces de pagar servicios en esas circunstancias. A 5 €.

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Dedica el libro a Txema Aguirre, ertzaina asesinado por ETA. ¿Cómo afectada el terrorismo a la investigación de la delincuencia?

– Primero, porque los mayores recursos se dedicaban al terrorismo. Pero luego, además, como cuento en un capítulo, por ser policías teníamos una presión. Tenía asumido que me podía pegar un tiro un traficante, pero eso... una amenaza concreta sobre ti con un hijo pequeño, que no le puedes contar nada. ¡Cuántas veces arrancaba el coche con la puerta abierta para poder tirarme fuera si explotaba una bomba!

En la nota de autor advierte a los traficantes que no se arroguen el protagonismo. ¿Alguno se ha vanagloriado?

– He tenido varias conversaciones con traficantes que asumían que eran el capo de 'El Rey de Pikas', pero el personaje era un Frankenstein de distintos traficantes. En Heroína, el protagonista se parece más a alguien real.

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¿Habrá trilogía?

Sí. Ya he empezado con el tercero. El primer capítulo y el guión ya lo tengo hecho. No tengo ni un título todavía, pero sé que se va a dedicar a la cocaína.

La primera novela fue un éxito de ventas.

– Sí (sonríe). A ver, yo de esto no sabía nada, me autopubliqué y he vendido varios miles de ejemplares. 'El rey de Pikas' estuvo una semana entera en el top diez de El Corte Inglés de los más vendidos, ya no a nivel de autopublicados, sino de todo. Es que estaba por delante de Reverte. Ha sido un lujazo para mi estar con los grandes.

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¿Cuál es la droga que más le preocupa ahora?

– El 'speed' porque hay mucho y porque es la droga de inicio de nuestra juventud. Es muy barata y tiene una tolerancia bestial, cada día tienes que aumentar el consumo para conseguir el mismo efecto.

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