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El trágico fallecimiento de Eneritz Argintxona mientras pasaba unos días de descanso en Panamá tras haber trabajado como cooperante en Sudamérica ha caído como un jarro de agua fría entre los que la conocían. «Estamos alucinando. Eneritz era una chica que siempre tenía una sonrisa ... en la cara. Transmitía buena vibra. Era amable, social y sobre todo muy empática. Estaba dispuesta a ayudar a quien lo necesitase», aseguraba una excompañera de colegio, que prefiere mantener su anonimato, a este periódico.
Eneritz era vecina de Goierri, un pequeño barrio rural que pertenece a Erandio, pero situado entre la Universidad del País Vasco y Akarlanda. Sus conocidos la recuerdan como un «sol de persona». «Era un encanto. De estas personas a las que siempre ves sonriendo. Simpática y educada», aseguraba un vecino del barrio a EL CORREO.
Gus, propietario de un bar ubicado en Leioa en el que Eneritz trabajó durante tres años, reconoce que la joven destacaba por ser «muy dispuesta y trabajadora». «Era atenta y siempre tenía en mente a su hermano pequeño, hablaba mucho de él», afirmaba.
Al margen de amigos y conocidos, quien también quiso pronunciarse ayer sobre el suceso fue el presidente del EBB del PNV, Andoni Ortuzar. El dirigente aprovechó su intervención en la celebración del Día de San Ignacio en los Jardines de Albia para lamentar la «trágica muerte» de la vizcaína. Según explicó el líder del PNV, la fallecida es «de una familia jeltzale del Txorierri».
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