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La intención del Obispado de Bilbao de organizar encuentros entre víctimas y los sacerdotes que abusaron de ellas no es una iniciativa surgida de la nada. En los últimos años, al menos ocho congregaciones religiosas han impulsado estos procesos restaurativos de la mano de mediadores ... especializados. Son iniciativas que «no están tan desarrolladas» como las que se han llevado a cabo en el ámbito del terrorismo, reconocen los facilitadores, pero cada vez son más numerosas y contribuyen a que los afectados «puedan seguir adelante».
La asociación de acogida, escucha y reparación Eshmá, que trabaja con víctimas de abuso sexual, de poder y de conciencia en la Iglesia, es un referente en esta materia. Mantienen un perfil bajo porque entienden que su papel es «ser invisibles», aunque sí quieren resaltar la «importancia» de estas iniciativas para algunas personas. Este «camino», para quienes «lo necesitan», que no son ni mucho menos todas las víctimas, contribuye a «cerrar el ciclo resituando el dolor».
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Alba Cárcamo
Son procesos «largos, cuidados y mimados», sin «un tiempo» marcado y sin una meta concreta. «Los espacios de diálogo con el propio victimario no son un horizonte definitivo ni obligatorio», aclaran. De hecho, de acuerdo a su experiencia, saben que «hay personas a las que llegar a ese punto les haría más daño». A quienes dan el paso, sentarse cara a cara con el religioso que abusó de ellos «les ayuda a disolver el vínculo y a poder avanzar». «En ese ejercicio de empoderamiento, defienden como adulto al niño herido que llevan dentro, preguntan por qué y deshacen un lazo con el victimario que permanente oculto, inconsciente; un lazo de sufrimiento, de vergüenza y de culpa», explican.
Antes de llegar hasta ahí, los facilitadores realizan «un proceso de responsabilización con el victimario». «No se puede hacer un encuentro sin que asuma la responsabilidad y tenga disposición a reparar el daño y a empatizar con el dolor que causó», aclaran. La víctima y «su dolor están en el centro», así que los encuentros solo se realizan si van a ser «reparadores y restaurativos» para ellas.
En los procesos en los que han participado como mediadores, han comprobado también los efectos que tiene la justicia restaurativa en los propios religiosos. «El que ha cometido un delito y ha hecho mucho daño necesita sostenerse, y lo hace desplazando la responsabilidad, racionalizando y minimizando sus actos. Son mecanismos de defensa de todo ser humano», desgranan. Al abrir un «espacio de diálogo libre de juicios», asumen «el daño que han hecho», dejan de esconderlo.
El objetivo último que persiguen, en cualquier caso, es que la víctima pueda curar sus heridas, algo a lo que contribuye la creación de «círculos más grandes», que «son más restaurativos» que tan solo un cara a cara con el abusador. Hablan de diálogos en los que participen las familias de los afectados, con representantes de la institución en la que sufrieron los abusos, con los religiosos que conocieron a quien les agredió...
Además, creen que son la mejor forma de que «las instituciones religiosas tomen conciencia» de su responsabilidad. Los encuentros con víctimas permiten que las órdenes tengan otra visión más allá de elaborar «estrategias de contención de daños» cuando reciben algún «zambombazo mediático». En estos procesos, se acercan a «su dolor de primera mano», que es lo que «promueve los cambios» y que las congregaciones «transiten desde la defensa, la negación y la justificación hasta la responsabilización».
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