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Jaione López seguirá en unas semanas el mismo camino que Valentín de Berriotxoa. Viajará a Manila, donde el único santo vizcaíno hizo escala antes de ejercer como evangelizador en Vietnam. Ella, igual que el religioso, es de Elorrio. Pero su estancia en la capital de ... Filipinas será más larga. La joven, de 25 años, permanecerá dos años como misionera. Ella no lo ve como un sacrificio; más bien es un «aprendizaje» que no olvidará. Es consciente de que puede parecer «muchísimo tiempo», pero recuerda que otros llevan en sus destinos «treinta o incluso cuarenta años». Y tampoco se le escapa que, «si en algún momento mi familia me necesita aquí, puedo volver».
Los últimos días antes de partir están siendo intensos. El pasado martes, en la celebración del copatrón de Bizkaia, el obispo de Bilbao, Joseba Segura, aprovechó para realizar, en un emotivo acto, el envío misionero, ya que ella representará a la diócesis. Se halla inmersa en la organización de los últimos detalles, aunque «tranquila». La decisión está tomada. Y meditada. Le ha llevado casi tres años dar el paso, porque quería «preparar» a su entorno. «En casa están contentos y a la vez tristes, orgullosos pero preocupados», explica.
Está «deseosa» de partir, porque conoce bien lo que es ir a un lugar lejano, diferente, y enriquecer su vida. Tras realizar el curso Norte-Sur de la diócesis, y marcada por una charla de la hermana Matilde, una marianista ecuatoriana que vive en Kenia, viajó un mes al país africano. «Te engancha la gente que está allí, la forma que tienen de ser», asegura.
La experiencia se le quedó corta, así que regresó para pasar tres meses el 9 de marzo de 2020. La pandemia echó el cerrojazo a la movilidad internacional y permaneció con la comunidad turkana de Kaikor, en una zona semidesértica, casi medio año. Fue «duro», por la pobreza de aquella tribu seminómada, y por el miedo a un covid que, por suerte, no les llegó. Pero aprendió a «vivir la vida de una manera más intensa y bonita, porque al final siempre tenías alguien con quien hablar, y aquí a veces se vive en soledad, algo que allí es inconcebible».
Iba como profesora -estudió Educación Primaria con especialidad en Interculturalidad-, pero hizo «de todo menos de maestra». Cerraron los colegios por miedo a los contagios y aprendió «mucho más de otros aspectos». «En misiones creces, porque no solamente haces algo que se te dé bien, haces de todo, hasta arreglarte el zapato que se te ha roto», ejemplifica.
Tenía claro que su siguiente experiencia tenía que ir de la mano de las merceditas de Berriz, «unas hermanas con las que tengo relación». Entendieron que «donde mejor iba a encajar y donde me iban a poder acompañar» era en Manila. Estará en un colegio dando clases, en lo que le digan «los profesores que hay en el colegio, que son los que saben lo que hay», y colaborará «en la pastoral con las hermanas». También participará en un proyecto ecológico de reabastecimiento impulsado por las mercedarias, ya que «Manila es una de las ciudades más contaminadas».
Pero esa ciudad tiene también algo que llama poderosamente la atención de Jaione López: su multiculturalidad. El «camino» que trabajan las hermanas es el de apoyar a personas de «distintas religiones», por lo que está segura de que le aportará «mucho» su estancia. La comunidad de las religiosas, explica, «ayuda a todo el mundo, da igual su condición, y eso es bonito».
De momento, disfrutará de las últimas semanas en Elorrio. Y recuerda, en ese sentido, algo que aprendió en Kenia: «Ellos tienen una filosofía, que en swahili seguro que la conoce mucha gente, Hakuna Matata. Hoy es hoy, y mañana ya veremos lo que pasa».
El 12 de octubre de 1948 salieron hacia Ecuador los ocho primeros sacerdotes enviados por el Obispado de Vitoria, que entonces englobaba las tres provincias. Las Misiones Diocesanas Vascas cumplirán así en unos meses 75 años, en los que 700 presbíteros y laicos se han desplazado a ayudar a comunidades de varios continentes.
La situación actual no es como la de antes. Muchas personas, explica Mertxe Agirre, de la delegación de misiones, ya no participan en proyectos de cooperación a través de la Iglesia, sino con ONGs u otras organizaciones.
En la actualidad, 155 vizcaínos, «con una media de edad alta», están distribuidos por países como Perú, Angola, Filipinas..., la mayoría de la mano de congregaciones religiosas. Los enviados directamente por la diócesis de Bilbao son apenas cinco. En Ecuador están la laica Isabel Matilla y los sacerdotes Paulino Ordax y Juan Mari Bautista y, en África, se encuentran los presbíteros Xabier Goikuria (Congo) y Ramón Díaz Guardamino (Etiopía).
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