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Yolanda Veiga
Martes, 28 de junio 2016, 01:49
Van a tener que incorporar las encuestas detectores de emociones. O márgenes de error más amplios que atenúen el desfase. Porque los vaticinios se equivocaron en dieciséis escaños por abajo con el PP y le atribuyeron veintantos más a Unidos Podemos, además de un sorpasso ... que nunca fue. «Errar en el ránking es muy feo. Yo anuncié convencida que la coalición de Podemos con IU adelantaría al PSOE y eso es grave». Entona el mea culpa Belén Barreiro, expresidenta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y directora de la empresa de estudios demoscópicos Myword.
La encuesta del CIS, precisamente, fue la que dio el aviso el 9 de junio, veinticuatro horas antes del comienzo de la campaña: victoria modesta del PP, arreón de Unidos Podemos, a los que adjudicaban hasta 92 escaños, y caída del PSOE y Ciudadanos. Entrevistaron a 17.488 vecinos de 1.266 municipios (1.230 entrevistas se hicieron en Euskadi) entre el 4 y el 22 de mayo. Y por ahí empieza el desajuste, por la fecha.
«Las encuestas son fotos fijas de un momento, en este caso de mediados de mayo. En España no se pueden publicar sondeos cinco días antes de los comicios, así que no se ha podido medir un elemento clave, el Brexit, que ha introducido el miedo y ha potenciado el otro miedo, eso que decía Rajoy de que venían los comunistas, en alusión a Podemos. Eso cala y la gente ha dicho: Virgencita, virgencita...», explica David Redoli, presidente de la Asociación de Comunicación Política.
Él defiende que se publiquen sondeos más cerca de la fecha de las elecciones. Y hubo uno a pie de urna, encargado por TVE y la Forta a Sigma Dos. Vaticinaba un holgado sorpasso. «Esas encuestas en los colegios electorales tiene un sesgo mayor y son solo orientativas. No se pueden comparar con las otras encuestas. Es como juntar peras con manzanas. Si preguntan a diez que acaban de salir de un colegio en Zamora y coincide que ocho de ellos han votado a Podemos se dispara porque allí un escaño cuesta menos que en Madrid. Una encuesta necesita diez días de trabajo de campo y cinco para analizar y ponderar los resultados».
Lo que en el argot se llama cocinar. «Cuando la gente nos dice a quién va a votar le preguntamos también a quién voto la última vez, es un dato significativo. De manera que si 20 nos dicen que van a votar al PP, pero en diciembre fueron 40, a esos veinte les damos un peso doble. Eso ha ocurrido tradicionalmente con el PP», asegura Belén Barreiro. Y ocurre porque «a los ciudadanos les cuesta más decir que van a votar al PP que a otro partido, les da cierto pudor porque la derecha está peor vista socialmente, su discurso es menos empático». Coinciden en esto todos los especialistas consultados: «Con los niveles de corrupción que hay, decir yo voto al PP es impopular. Más, cuando el liderazgo de Rajoy ha estado cuestionado, no es un líder inspirador y el PP es el partido con el que nadie ha querido gobernar. Decir que les votas no te hace, desde luego, el más simpático de la clase. Es lo mismo que le ocurría al PSOE en los 90, con los casos de corrupción», confirma Redoli.
Por eso el voto del PP ha salido «infrarrepresentado» en todas las encuestas, porque es «menos ilusionante y emocional», confirma José Miguel de Elías, director de Investigación y Análisis de Sigma Dos. Justo al revés de lo que ha sucedido con Unidos Podemos. «Aquí no hay voto oculto. Los votantes del PP y del PSOE son más reticentes a contestar, pero los de Podemos tienen ganas: ¿Una encuesta política? Yo quiero responder. Nosotros hemos hecho encuestas online en las que Podemos arrasaba y salía incluso como la primera fuerza. Pero en una encuesta por internet responde sobre todo gente joven, que es la que mejor se maneja con las nuevas tecnologías, y en ese sector hay más votantes de Podemos. No puedes ofrecer esa muestra tal cual porque no representa a la totalidad de España, hay que corregirla. En los sondeos telefónicos sucede al revés: responden personas mayores, que son las que están en casa, y por eso sale un voto inflado al PP y al PSOE», ilustra Belén Barreiro.
Pero esos ajustes ya los han hecho. Entonces, ¿dónde ha estado el error? «La abstención ha sido clave. Mucha gente que dijo en las encuestas que iba a votar a Unidos Podemos se ha quedado en casa y esa es una alarma que no hemos podido detectar. Otra cuestión: la coalición entre Podemos e IU. Quizá no teníamos que haber tenido en cuenta la suma de votos porque en principio todas las coaliciones pierden apoyos al haber seguidores de un partido a los que no les gusta el otro y se abstienen. Y esos movimientos, aunque sean de unos pocos cientos de miles, generan enormes pérdidas o ganancias de escaños», advierte el responsable de Sigma Dos.
A sumar a todo ello «el 15% de gente que hasta dos días antes no sabe lo que va a votar» y la mayor «volatilidad» de los nuevos partidos. «Cuando hace años acertábamos con las encuestas parecía que estábamos prediciendo el futuro. No era así. Simplemente sucedía que el voto al PP y al PSOE, que eran las opciones mayoritarias, es más estable que el voto a Ciudadanos y a Podemos».
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