Los resultados del 20 de diciembre pueden ser el comienzo del fin del sistema político español. Pero, en verdad, esa tendencia autodestructiva comenzó en Cataluña, donde los partidos y el Parlamento han sufrido una transformación radical desde las elecciones autonómicas de 2010. A diferencia del ... resto de España, donde el cambio se ha operado por el efecto de la crisis y por el descubrimiento de la política como nueva forma de entretenimiento mediático, en Cataluña el gran catalizador de las novedades partidistas ha sido el independentismo y el proceso soberanista. La mezcla del plano nacional y autonómico, la mezcla de cansancio ciudadano, frivolidad comunicativa y tensión política, auguran un futuro complicado para la pervivencia de la Constitución y de la nación española si no se actúa con responsabilidad y sentido de Estado.
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Todo el mundo da como gran éxito la irrupción de Comú Podem en las Cortes Generales, que además ha ganado las elecciones en Cataluña con más de 300.000 votos de diferencia sobre el segundo. Hay que recordar, en todo caso, que Iniciativa se integraba en la plataforma vinculada con Podemos, y que la CUP habían estado lanzando a sus bases mensajes para que apoyaran a la nueva formación morada. El indudable carisma de Colau, que ha demostrado ser una experta en el gobierno de las emociones, ha hecho el resto. Sin embargo, en perspectiva, el gran triunfador de las elecciones generales ha vuelto a ser ERC, porque ha conseguido su gran objetivo: descabalgar a Convergencia (o lo que queda de ella) a la hora de liderar el nacionalismo catalán.
Con los resultados del 20 de diciembre ERC cierra un ciclo histórico perfectamente planeado, cuando a finales de 1990 abandona su nacionalismo romántico y comienza a plantear sus reivindicaciones independentistas en clave económica, racionalizando su discurso y enredando primero al PSC con el tema del Estatuto, y después a Convergencia con el asunto del derecho a decidir. Su última víctima podría ser Mas, cuya figura se deshilacha de manera patética cada convocatoria electoral. Si la asamblea de la CUP no ratifica el día 27 de diciembre el acuerdo de gobierno con Juntos por el Sí para que Mas presida la Generalidad, Junqueras podría ser el próximo presidente de Cataluña. Todo está en el aire.
Mención aparte merece el tema de Ciudadanos, que ha bajado más de cinco puntos con respecto a las elecciones autonómicas de septiembre. Ciudadanos ha sido un partido con una trayectoria extraordinaria en Cataluña, que haciendo frente al ninguneo mediático y a la presión nacionalista ha sabido superar todas la adversidades y convertirse en el segundo partido del Parlamento catalán en apenas 10 años. Sin embargo, da la sensación de que el Ciudadanos que se presentaba a las elecciones generales en el resto de España era muy distinto, con un programa político mal diseñado, falta de cuadros dirigentes solventes y una estrategia ideológica que ha aceptado el papel de sucesor natural del PP, cuando cualquiera que conozca al partido en Cataluña sabe que en la mayor parte de los temas sociales, excepto en los identitarios, ha estado más cerca del centro izquierda (por ejemplo PSC) que del centro derecha.
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En todo caso, después de las elecciones generales el panorama político catalán parece haber cambiado, y no solo numéricamente. Si el acuerdo entre la CUP y el partido de Mas es sólido y de ahí nace un gobierno fuerte -cosa que a priori parece bastante difícil-, los defensores de la independencia de Cataluña se podrían encontrar con un terreno favorable para sus intereses. Todo depende de si en España los dos grandes partidos son capaces de conformar una coalición de gobierno amplia (que incluiría a Ciudadanos) que dé estabilidad política para afrontar con garantías la salida de la crisis económica y proponga una serie de reformas constitucionales sólidas que satisfaga a la mayoría de catalanes que no apoya la independencia. En caso contrario, la inestabilidad institucional se presentará como el principal aliado del secesionismo catalán, sin descartar que pueda expandirse a otros territorios.
No hay que olvidar, en este sentido, que a las Cortes Generales ha llegado un partido, Podemos, que con 69 escaños defiende el derecho de autodeterminación. En apenas año y medio, la igualdad de los ciudadanos ha pasado a convivir en el ideario de Podemos, con las reivindicaciones de las regiones más ricas: el Concierto Económico no se toca, como le espetó Errejón a Rivera hace pocos días. Podemos es el nuevo frente plurinacional, un partido con 42 escaños de base que ha tenido que pactar con el nacionalismo identitario en Valencia, Galicia y Cataluña para tener una mayor presencia en las Cortes Generales. Se dirá que su resultado ha reducido el peso electoral de partidos como Bildu, pero de poco sirve esa inversión si se asumen sus objetivos finales con la posibilidad añadida de gobernar un país que ni siquiera se atreven a nombrar.
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En cierta medida, todas las miradas se centran en el PSOE, aunque corresponde a Rajoy y al PP la tarea de plantear una gran coalición que sea creíble para salir de la crisis y recobrar la legitimidad del sistema constitucional. Podemos, con su propuesta inasumible de que el PSOE acepte la autodeterminación nacional, se ha descartado para cualquier participación en el Gobierno de España. Sin embargo, su presencia en las Cortes asegura que el discurso de los independentistas catalanes y vascos esté presente, con más fuerza que nunca.
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