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Qué bien huele en Bilbao, y no solo en parques y alrededores. Solo se trata de acercar bien las narices, aunque a veces ni siquiera ... hace falta eso. Sin ir más lejos, la Gran Vía, que no es precisamente epítome de la naturaleza, despide aromas que atrapan desde largas distancias. Basta con pasar junto a algunos de los comercios de la principal arteria comercial de la villa para advertir olores tan agradables... y también, por qué no decirlo, tan intensos. Porque algunos pueden llegar a provocar el efecto contrario del deseado por lo mucho que huelen.
Es lo que le pasa a Muy Mucho, la tienda de decoración de Rodríguez Arias que ofrece un olor tan penetrante que a mucha gente le provoca rechazo.
El que más llama la atención, sin duda, por su intensidad es el que se advierte junto a Stradivarius, una de las enseñas del gigante Inditex. Es casi imposible pasar y no detenerse. Ni siquiera hay que acceder al interior de la macrotienda. Se huele a muchos metros a la redonda. ¿Opinión personal? No me desagrada, pero tampoco me emociona y cautiva. Se trata de un ambientador que recuerda en cierta manera al de Abercrombie&Fitch, la marca de los jóvenes pijos estadounidenses. Mezcla notas cítricas, almizcladas y amaderadas. Pensado para crear un ambiente juvenil y con energía, dicen.
En un negocio que se juega muchos miles de euros cada mes, con unos alquileres tan desorbitados, Stradivarius lo tiene claro: su aroma está concebido para atraer al público objetivo de la marca. Es lo que se llama marketing olfativo. U olor corporativo.
Mejorar la experiencia de compra
Las cosas se hacen por algo, no al tuntún. La estrategia pasa por crear una atmósfera atractiva que mejore la experiencia de compra y la permanencia del cliente en la tienda. La combinación de sus notas de fondo –almizcle, vetiver, musgo de roble y cedro– es lo que confiere a esta fragancia su carácter distintivo. Las notas de salida –limón, naranja y petitgrain– logran, no obstante, lo más difícil: atraer a los clientes y animarles desde el primer momento.
Pero, puestos a elegir, este periodista se va a mojar. No hay aroma como el que se respira a la salida del número 44 de la Gran Vía. Es el de Scalpers. Lo venden en la tienda a 25 euros. Uno lo tiene de ambientador en casa desde hace años. Es sublime, sutil, sin llegar a cargar en ningún momento. La compañía dice que evoca a pura naturaleza. Es lo más. Si entras a su establecimiento ya no quieres salir. Hay un riesgo. Embriaga de tal manera que se corre el riesgo de solo ir a comprar su perfume, no sus pantalones, camisas o zapatos. Tanta fama ha alcanzado que los supermercados Aldi comercializan, con un éxito bestial, una fragancia de hogar muy similar que reproduce el aroma de las tiendas de lujo. Ay, con esas copias.
Tampoco se queda atrás el ambientador de la Joyería Suárez. Cálido, fino y tan agradable que los clientes consiguen sentirse de lo más cómodos. «Fragancia delicada y floral que mezcla en la salida notas cítricas de limón y geranio. En el corazón, la elegancia del jazmín combina con el poder relajante del té blanco y la personalidad del pachuli. El benjuí y la grosella negra subliman el conjunto dándole más exclusividad». Es como el sirimiri, que parece que no cala hasta que terminas empapado. Una joya de aroma que evidencia lo bien que huele Bilbao.
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