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Muy discretos en algunas tiendas, casi imperceptibles en otras. Inexistentes en cada vez más establecimientos. Posiblemente, a poco que se fijen mientras pasean por Bilbao, hayan caído en la gran cantidad de tiendas de moda, sobre todo, pero en general en todo tipo de comercios ... que no ponen los precios en los escaparates, pese a ser obligatorio. O lo que es lo mismo, pese a exigirlo las diferentes administraciones: las europeas, españolas y vascas.
Bilbao marca tendencia. Con ciertas salvedades, el gremio está obligado a mostrar bien claro, sin necesidad de acceder al interior de los establecimientos, el precio de los artículos expuestos en el exterior. A esta tendencia se han sumado en los últimos meses todo tipo de locales. Grandes y pequeños, los considerados de toda la vida y los que llevan entre nosotros cuatro días, lo mismo da que vendan a pequeños que a mayores....
La lista de nombres es interminable. Y va en aumento. En Caché, una de las tiendas de ropa de mujer que más ha crecido en los últimos años, se anuncian descuentos de hasta el 30%, sin haber llegado aún las rebajas, pero en absoluto figuran los precios de sus modelos. Cuando se le pregunta sobre el porqué de este asunto a una dependiente, responde que «por tratarse de ropa de lujo». Pero los precios brillan también por su ausencia en Styling Bilbao Marqués, que ofrece ropa, calzado y complementos de surf, skate y snow para hombre, mujer y niño; o en Klasiks, una cadena de ropa femenina situada detrás del Hotel Carlton; en Mum, otro establecimiento de mujer que ha encontrado un gran mercado con sus diseños de estilo nórdico; o en el local situado justo enfrente, Zona Coolto...
Tampoco se trata de una práctica que funcione solo en determinadas zonas, ya que se expande por igual por toda la ciudad. También por el Casco Viejo. En Protocolo Novios, en el arranque de la calle Correo, una franquicia dedicada al vestir ceremonial, hay que atravesar la puerta si uno quiere conocer cuánto sale un chaqué o esmoquin. Y otro tanto puede decirse de la contigua Sí quiero, especializada en vestidos de novia y trajes de fiesta. Ni rastro en ambos de lo que hay que desembolsar antes de pasar por el juzgado o la iglesia.
Tampoco en Juguettos dan muchas más explicaciones ahora que se aproxima la llegada de los Reyes Magos, igual que en Muy Mucho, una estilosa tienda de decoración, o en Hitzxbrands, una boutique con encanto y un cuidado diseño vasco. En la parte parte antigua de Bilbao hay casos curiosos. Cardenal, que viste a la gente más moderna de la villa, no expone estos días los precios a los transeúntes, porque su escaparate compite por ser el mejor de las navidades. Mercedes de Miguel se limita en su local de Poupée Chic a colocar un discreto cuadrito con los precios.
En la ferretería menaje La Bolsa, de Colón de Larreátegui, en el corazón del Ensanche, se informa sobre lo que sale una cazuela de hierro (37,95 por ¡tiempo limitado!) y el de una tijera especial de Burgos (10,95), pero no dicen ni mu sobre lo que cuesta un molde de nidos de patata o un cocedor de pescado. Igual de raro resulta lo visto en Kocco, negocio de Telesforo Aranzadi que dice vender moda «para un hombre muy europeo». La mitad del escaparate, donde se apilan las zapatillas deportivas, se especifica el importe de cada unidad, no así en la zona de los maniquíes repletas de entallados vaqueros y elegantes abrigos.
La ley lo deja bien claro: Todos los comercios están obligados a poner precios en sus productos, tanto en el escaparate como en el interior del local. De hecho, esto parte de una directiva europea, por lo que este principio es de aplicación en toda la Unión Europea. En España, el Real Decreto 3423/2000 indica que el precio de venta debe estar indicado en todos los productos de manera clara y sin necesidad de que el consumidor tenga que preguntarlo. Insiste en la necesidad de que sea inequívoco, fácilmente identificable y claramente legible. La ley de actividad comercial vasca añade una excepcionalidad: los precios resultarán visibles desde el exterior, salvo en los artículos de joyería, peletería y aquellos con un precio superior a los 600 euros «por motivos de seguridad».
Isabel Muela, viceconsejera de Turismo y Comercio, asegura que los productos deben ir marcados en el escaparate con el precio. «Lo recomendable es ponerlos, con el iva incluido, ya que, además, facilita mucho la vida al consumidor », matiza, pero es consciente de que no sucede así en muchos casos. «El no ponerlos es, para muchos negocios, una estrategia de marketing, más que otra cosa». Lo que alimenta la impresión de que las instituciones vascas hacen la vista gorda en casos puntuales, no así cuando se tratan de «hechos reiterativos. Los precios, en cualquier caso, deben aparecer igual que en la carta de un restaurante. Y si es un menú –razona–, con el iva incluido». La viceconsejera admite que bastantes tiendas omiten la ley para incitar a los clientes a «entrar». Pero dentro cada artículo debe llevar una etiqueta. Al final, se mezclan las estrategias de marketing con los derechos», sentencia.
Algo que comparte Ana Agirebeitia (nombre fictio) de la propietaria de un comercio de decoración y moda. «Muchas veces no los pones por comodidad y vagancia, y otras, para no echarte piedras a ti misma. Yo puedo vender muebles de mil y pico euros y portafolios, a cinco. Si pongo esos precios mucha gente no entrará nunca porque creerá que todos mis artículos serán prohibitivos. Mucha gente, de hecho, entra a preguntar por ropa y te suelta 'ah, pensaba que eras más caro'». Agirrebeitia también asegura que resulta muy complicado especificar el coste de todos los productos del escaparate: «Muchas veces pones tantos que no coinciden luego con lo que estás vendiendo».
Jorge Aio, gerente de BilbaoCentro, cree que la ley está para cumplirla. «Si hace falta espabilar a la gente, se la espabila, porque no cuesta nada», recalca. «Es verdad que muchas veces el mejor género se pone en el escaparate. Claro, igual pones una chaqueta de 320 euros y parece que a la gente le echa para atrás, pero es obligatorio. Aunque sea en letras más pequeñas y en una especie de cartón», zanja.
Algo que cumple al pie de la letra El Corte Inglés. «Reflejamos todos los precios», advierten desde los grandes almacenes. También lo hacía Inés Miján, la difunta jefa de Loewe en Bilbao, como la recuerda el prestigioso sastre Oskar López. «Siempre nos insistía a los empleados que el precio debía figurar hasta en los llaveros».
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