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La evidencia científica en torno a los beneficios de la actividad física frente a la enfermedad y el envejecimiento crece día a día. En el ámbito del párkinson, de manera especial, según explica el neurólogo del hospital Donostia Javier Ruiz Martínez. «Es algo ya muy evidente que el ejercicio, cuanto más intenso y vigoroso sea, resulta todavía mejor», afirma el especialista donostiarra, coordinador del grupo de Investigaciones Neurodegenerativas Biogipuzkoa.
En el ámbito de párkinson la práctica deportiva cobra una mayor relevancia por dos motivos. Desde el punto de vista físico, se trata ésta, precisamente, de una patología donde se alteran el movimiento y la tensión muscular; y caracterizada por una serie de síntomas motores, como el temblor o la rigidez. Además, se dan en ella determinados aspectos biológicos, como la conectividad cerebral –la pérdida de actividad neuronal– que también mejora con el ejercicio.
Lo que la ciencia ha demostrado en numerosas ocasiones es que el esfuerzo físico es capaz de contener el avance de la enfermedad. Por su experiencia profesional, Ruiz Martínez está convencido de que incluso puede ir más allá y mejorar las condiciones físicas de los afectados. No se ha demostrado, pero él lo ha visto en su consulta.
«Tengo pacientes (una de ellas la protagonista de este reportaje, María José Ramos) en los que van pasando los años, tenían que haber notado ya el avance de la enfermedad; y no solamente se han mantenido, sino que están incluso mejor. Les preguntas qué hacen –detalla Ruiz Martínez– y descubres que tienen una vida activa, que lógicamente impacta en su metabolismo».
Estudios realizados tanto a nivel celular como con animales han puesto de manifiesto la existencia de una proteína llamada irisina (conocida como 'hormona del ejercicio'), que parece tener un enorme potencial terapéutico. Es una sustancia que se libera mientras se realiza actividad física intensa y que se ha mostrado capaz de contener el avance de la enfermedad.
Algunas de esas investigaciones han permitido ver incluso su potencial como inhibidor de otra molécula llamada alfa-sinucleína, característica del párkinson. Su acúmulo ha llegado a reducirse hasta un 50%.
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