Tan necesario como inoportuno

Está claro que Europa precisa de un plan de futuro pero guste mucho, poco o nada tendrá que formarse a dos velocidades

Ignacio Marco-Gardoqui

Domingo, 5 de marzo 2017, 02:27

La Comisión Europea ha anunciado la elaboración de un plan para el post-Brexit. Me parece una idea tan necesaria como inoportuna, por más que Europa necesite un plan de futuro, que eso es evidente. En efecto, las obligaciones democráticas forzaron a improvisar un proceso ... de ampliación de una intensidad absolutamente exagerada y sencillamente insoportable para la cohesión económica. Demasiados países para unas instituciones que fueron creadas para seis, que soportaron mal que bien las primeras ampliaciones -Reino Unido, Irlanda y Dinamarca primero; Grecia después; España y Portugal más tarde y el resto de los países EFTA a continuación- pero que fueron incapaces de resistir la llegada del mogollón de los países del antiguo bloque del Este.

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Y, si las sucesivas ampliaciones bloquearon el funcionamiento político de las instituciones europeas (da grima o, peor aún risa, ver las fotos de familia tras las sesiones de las cumbres con más gente posando que en un autobús abarrotado), las diferencias de desarrollo económico en PIB, en renta, industrialización, servicios públicos, etc., convirtieron el proceso de integración en una quimera inalcanzable.

Es decir, está claro que Europa necesita un plan de futuro. De eso no hay dudas. Como tampoco las hay cuando se trata de calificar de fiasco gigantesco el abandono del Reino Unido, una catástrofe que va a marcar el proyecto durante décadas y un éxito que la historia recordará al estulto premier David Cameron, quien obnubilado por su triunfo en las urnas en las elecciones de mayo de 2015 decidió jugarse a una carta su posición en Europa y perdió la partida en el referéndum de junio pasado. Ambas cuestiones son claras, lo que no encuentro es la razón de mezclarlas.

Europa necesita un plan de futuro y debe negociar la salida del Reino Unido, pero debemos hacerlo por separado. En caso contrario, concedemos a los británicos un papel que no se merecen. «Out is out» y en consecuencia, que cada cual arregle su casa a su conveniencia.

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¿Cuál es nuestra conveniencia? Pues me parece evidente que es profundizar en la Unión hacia una mayor integración económica, lo que arrastra la necesidad de revisar los procesos de decisión y eso nos conduce inexorablemente a una mayor integración política. Un proyecto de esas características es imposible que se realice a 27 miembros y por eso, guste mucho, poco o nada, la Europa del próximo futuro tendrá que formarse a velocidades diferentes o, si quieren una definición más cursi, con geometría variable.

Bien cerca tenemos el ejemplo de las vicisitudes atravesadas por el euro. Pensar en que Alemania y, por ejemplo, Bulgaria van a poder integrar temas tan capitales como son su moneda, sus sistemas de vigilancia bancaria y sus políticas fiscales, además de cumplir con el despliegue completo de las libertades básicas de circulación de personas, servicios, mercancías y capitales es soñar despierto.

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La integración es conveniente, ademas de necesaria, pero goza de mala fama. Se pasaron los tiempos en los que los ciudadanos veían en la Unión Europa el marco ideal para asentar sus democracias y desarrollar sus economías. Hoy sólo ven problemas donde antes había soluciones y caos donde había orden. Por eso, la tarea es gigantesca. Se trata de convencer a la razón y de emocionar al sentimiento. Porque Europa ha sido mucho más que un negocio. Es una lástima que no podamos comparar lo que tenemos, que nos defrauda, con lo que hubiésemos tenido sin la Unión, que nos espantaría.

Para definir el plan de futuro de la UE necesitamos técnicos que marquen el camino, pero también líderes políticos y, no olvidemos, sociales, que ilusionen y emocionen. ¿Disponemos de ellos? Pienso que no y es una tragedia. En los próximos meses tendremos elecciones capitales en Francia, Holanda y Alemania. Veremos si tras ellas podemos hablar de una refundación o estaremos obligados a preparar una demolición del proyecto europeo. Pero nosotros, a lo nuestro. Los británicos que se laman sus heridas, que las van a tener profundas.

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