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Luis López
Domingo, 22 de enero 2017, 02:25
Esta salida de la crisis está siendo bastante dolorosa porque da la impresión de que los años malos se han llevado por delante conquistas que no volverán. Ahora ya se crea empleo, sí, pero es de mala calidad. Los sueldos son más bajos, la ... precariedad se cronifica y el horizonte sigue oscuro. Parece que ya nada volverá a ser igual. ¿Nos estamos pasando de pesimistas? Veamos.
Es cierto que en el tercer trimestre del pasado 2016 el sueldo medio en Euskadi era de 2.175 euros brutos (según datos del INE), y eso es algo más que en el mismo momento de 2008, cuando fue de 2.112. La mejora está lejos de cubrir la subida del coste de la vida para hacerlo, debería haber alcanzado los 2.266 euros, pero, al menos, hay un leve repunte nominal.
El problema es que la cifra es bastante engañosa. Primero, porque la crisis expulsó del mercado de trabajo a buena parte de la masa laboral menos cualificada y con salarios más bajos, lo que es un drama porque buena parte de esa gente tiene muy difícil reingresar al mundo del empleo pero, a efectos estadísticos, supone un bálsamo. Segundo, porque las medias siempre son mentirosas y, en realidad, lo que esconde esta es una creciente desigualdad: las mejoras de los trabajadores con sueldos más altos compensan las pérdidas de los peor remunerados.
Lo demuestra claramente la Encuesta de Estructura Salarial del INE: la brecha entre los asalariados que más ganan en Euskadi y los que menos se ensancha del 51% al 69%. Los más privilegiados han visto mejorar sus nóminas bastante por encima del IPC (de 32.833 euros anuales en 2008 a 36.212 en 2014), mientras que los más modestos ahora ganan menos (de 21.730 a 21.394) y han perdido un 10% de poder adquisitivo si se tiene en cuenta la evolución de los precios en ese tiempo.
Las desigualdades también separan a jóvenes (que han perdido un 22% de capacidad de compra) de veteranos; y, sobre todo, a quienes han logrado mantener su empleo durante la última década de los que han tenido que reengancharse con pérdidas salariales de hasta un 40%; por supuesto, está la brecha entre hombres y mujeres (ellas cobran un 24% menos en Euskadi).
Estamos ante un problema de primer orden no sólo en el terreno de la justicia social, sino en el puramente económico. El encogimiento de la clase media amenaza con afectar al consumo, uno de los motores de la recuperación. Y, de cara al futuro, las cosas pintan mal porque en los próximos años se jubilarán miles de asalariados con sueldos altos cuyas pensiones serán bastante más elevadas que los salarios que cobran quienes les sustituyen. Algo que, por supuesto, pone en una situación muy delicada al sistema.
¿Cuáles son las causas que están provocando todas esas desigualdades en el mercado laboral y que pueden tener fatales consecuencias? Los principales agentes sociales vascos apuntan en cinco direcciones.
Subcontrataciones
Las subcontrataciones llevan mucho tiempo de moda tanto en el ámbito público como en el privado. Y, a menudo, eso supone un empeoramiento en las condiciones laborales. Ocurre, por ejemplo, cuando una gran empresa industrial externaliza ciertas ocupaciones que pasa a prestar una firma del sector servicios con un convenio colectivo bastante menos ventajoso sucede con servicios informáticos, limpieza, mantenimiento, call center.... Es más, aunque la contrata relacione a firmas del mismo sector de actividad, las diferencias pueden ser enormes.
En los últimos tiempos se está hablando mucho de las camareras de piso en los hoteles. Según asegura Maribel Ballesteros, de UGT Euskadi, hay establecimientos que han pasado de pagar los sueldos de 1.360 euros al mes que establece el convenio de hostelería de Álava, a tener a gente que percibe por el mismo trabajo 800 euros en una subcontrata. El responsable de Hostelería de ELA, Iñaki Oliden, añade que a la menor remuneración los empleados de las subcontratas deben añadir, a menudo, un mayor grado de incertidumbre en el empleo porque en cualquier momento la empresa principal puede rescindir el contrato, lo que de no haber subrogación terminaría con toda esa gente en la calle.
El sector público tampoco se libra de las subcontrataciones, y un ejemplo es Osakidetza. Según Pello Igeregi, responsable de la central abertzale en el Servicio Vasco de Salud, durante la crisis se ha incrementado de manera notable esta práctica, esencialmente en los servicios de limpieza, cocina y lavandería en varios hospitales (Santiago, Urduliz, Leza...). Como ejemplo pone «el Centro Especial de Empleo al que adjudicaron la lavandería de Santiago, donde el salario está entre los 720 y 950 euros mensuales».
Negociación colectiva
El bloqueo de la negociación colectiva debido a unos sindicatos enfrentados entre ellos y con la patronal ha provocado que 2016 termine con más de 350.000 trabajadores con sus convenios decaídos o pendientes de actualización. Es cierto que quienes están en activo y ven languidecer sus pactos mantienen sus condiciones contractualizadas, como recuerda Mari Cruz Vicente, de CC OO-Euskadi. El problema es «para los que entran nuevos, que no tienen un convenio de referencia, y hay bastante oscurantismo a la hora de pactar salarios».
Pero incluso para quienes mantienen sus condiciones hay serios inconvenientes, porque muchos llevan años sin actualizarlas, apunta Maribel Ballesteros, de UGT. En este sentido señala, por ejemplo, al de Garajes de Bizkaia, bloqueado desde 2004; el de Marroquinería (2003); el de Bebidas Refrescantes de Gipuzkoa (2002)... Y así hay muchos, con la pérdida de poder adquisitivo que supone para los asalariados.
La pérdida de vigencia de muchos convenios, y el florecimiento de ámbitos laborales novedosos que no tienen encaje en ninguna mesa negociadora provincial, hace que hayan llegado a Euskadi un buen número de pactos estatales, por los que ya se rigen el 30% de los trabajadores vascos. Por lo general, tienen unas condiciones bastante peores, y en este sentido ELA compara los 10.747 euros al año del convenio de restauración español, frente a los 18.588 del vizcaíno, ambos de 2015. Aunque también es cierto, recuerdan en Comisiones Obreras y UGT, que en muchos casos los pactos estatales vienen a llenar huecos que deja el bloqueo de la negociación colectiva en Euskadi. Y eso es mejor que nada.
Tras el reciente acuerdo para blindar el ámbito vasco al que llegaron las principales centrales y Confebask, hay esperanzas de que remita el bloqueo de la negociación colectiva.
Precariedad
La precariedad es, sin duda, uno de los principales lastres del mercado laboral. Durante el año pasado el 93% de los contratos que se firmaron en Euskadi fueron temporales, y sólo el 7%, indefinidos. Por supuesto, hay que tener en cuenta que los fijos sólo se firman una vez, y ls temporales pueden llegar a repetirse mucho. Pero, aún así, la desproporción es preocupante.
Hay otro dato que da una medida de hasta qué punto hay trabajadores que acumulan contratos a tiempo parcial que les impiden construir una vida normalizada: durante 2016 hubo en Euskadi 926.599 contrataciones, y ese ejercicio se cerró con 17.326 afiliados más a la Seguridad Social. Así que, de media, tocan a 53 contratos por cabeza. Una cifra bastante superior al promedio estatal.
Otra forma de precariedad es la contratación a tiempo parcial (suponen cuatro de cada diez contratos en Euskadi), que en los últimos años ha sido muy útil a las empresas para abaratar costes. A menudo esta modalidad ha sido presentada como una vía idónea para que los trabajadores concilien vida personal y laboral, pero lo cierto es que en el País Vasco sólo la mitad de quienes no trabajan la jornada completa han elegido esta opción. Su auge, denuncia Mari Cruz Vicente, número dos de CC OO-Euskadi, tiene mucho que ver con que hayan pasado a ser contratos subvencionables.
Llama la atención que es la Administración vasca la que más destaca por su nivel de eventualidad. Mientras que en el conjunto de Euskadi sólo la cuarta parte de los trabajadores son temporales, en el Gobierno vasco la proporción escala hasta el 34%, y hay un porcentaje similar, e incluso superior, en los otros dos grandes contratadores del Ejecutivo: Osakidetza y la Consejería de Educación. Cientos de empleados públicos están condenados a jubilarse sin dejar de ser interinos.
Sin capacidad de presión
Es una realidad histórica: «La gente ha avanzado en sus condiciones de trabajo cuando se ha podido organizar», razona Unai Martínez, secretario general de la Federación del Metal de ELA. Desde la primera revolución industrial es así. Y buena parte de la responsabilidad de que las condiciones laborales en Euskadi sean mejores que en el conjunto de España es de la presión sindical durante décadas pasadas. Eso sí, en un entorno de empresas potentes, rentables y con capacidad para atender las demandas de sus asalariados.
El problema, desde el punto de vista de los sindicatos, es que en la actualidad «la reforma laboral y la legislación en general dificulta la organización de los trabajadores». En un entorno de subcontratación y precariedad «reivindicar es mucho más difícil» porque las plantillas viven atenazadas por el miedo a perder el empleo o a no ser renovadas cuando llegue el momento.
El abaratamiento del despido en la reforma laboral de 2011 ha operado ese efecto, «dejarle claro a la gente que es muy fácil despedirla, porque se pasó de los 45 días que se aplicaban en general a los 20 por causas objetivas, que las empresas pueden justificar muy fácilmente». El auge de la contratación temporal también fomenta la docilidad. Y todo eso «tira para abajo de las condiciones laborales del conjunto, porque si tienes al lado a alguien que cobra menos que tú, difícilmente vas a conseguir mejorar tu situación».
Durante la crisis la conflictividad bajó a mínimos por esta razón. Sin embargo, ahora que las cosas están mejorando hay quien augura un aumento de las movilizaciones. Ya el año pasado (hasta noviembre) creció un 32% el número de huelguistas en Euskadi, según el Consejo de Relaciones Laborales (CRL).
Muchas incertidumbres
Por último, hay una cuestión determinante: si a las empresas no les va bien, no estarán en disposición de crear empleo de calidad. En los últimos años el tejido empresarial vasco ha sufrido y prueba de ello, según recuerdan desde la patronal Confebak, es que la rentabilidad de las compañías ha bajado con la crisis de un 7,2% a un 3%.
Ahora, las cosas están mejorando bastante y eso se nota en que las empresas vascas han vuelto a realizar inversiones productivas en un volumen que ya alcanza niveles precrisis. En este sentido, el año pasado las peticiones de créditos por parte de las pymes se incrementaron en Euskadi más de un 50%.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que venimos de varios ejercicios de parón, de modo que en muchas ocasiones estas inversiones están más justificadas en la pura necesidad que en un repunte del optimismo. De hecho, según el indicador del INE sobre confianza empresarial, sólo el 15,7% de los empresarios vascos creen que su negocio mejorará en el arranque del año, mientras el 66,3% cree que todo seguirá igual, y un 18% es pesimista.
Así que el discurso de Confebask sigue siendo el mismo: el horizonte no está despejado, y las empresas llegan a donde llegan. Es decir, contratan lo que pueden y en las condiciones que les es posible. Porque son muchas las incertidumbres.
Con todo, desde la patronal vasca quieren poner énfasis en ciertos aspectos positivos. Por ejemplo, que en Euskadi, según la última EPA, el 46,9% de los asalariados ganan más de 2.137 euros brutos al mes. Además, el sueldo medio es el segundo más alto de España, sólo por detrás de Madrid. Y, pese a la precariedad en las nuevas contrataciones, tres de cada cuatro asalariados vascos tiene un contrato indefinido. El 80% del empleo es a jornada completa, y sólo el 20% a tiempo parcial.
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