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Ana Barandiaran
Domingo, 15 de enero 2017, 01:37
La esperanza es lo último que se pierde pero es difícil mantenerla con Donald Trump. No hay atisbo alguno de que vaya a moderar la línea dura que adoptó en la campaña. Al contrario, en la rueda de prensa del miércoles continuó con sus amenazas ... a las compañías automovilísticas que se llevan producción a México, a las que ya había amedrentado vía Twitter. Con presiones en la red social, y sin necesidad de recurrir al Boletín Oficial del Estado, ha logrado que un gigante como Ford doble la rodilla y cancele una importante inversión en el país azteca. Mientras, Fiat Chrysler, acusada ahora de trucar sus motores, ha anunciado una lluvia de millones para sus plantas en Michigan y Ohio. Ha conseguido así poner en la picota la boyante industria automovilística mexicana y con ella a todas las empresas del sector allí instaladas.
Entre ellas destacan las compañías vascas de componentes de automoción. Grupos como Cie Automotive y Gestamp así como más de una decena de firmas de Mondragon Automoción llevan años en México y han realizado fuertes inversiones en el país. En total hay cerca de una veintena de empresas del sector implantadas allí con unas 30 plantas, según datos de la Spri. Es, con diferencia, la comunidad más expuesta, algo lógico teniendo en cuenta que Euskadi supone el 50% de la industria auxiliar española.
Las tres más grandes Cie, Gestamp y Mondragon Automoción se muestran muy cautas al valorar los efectos del huracán Trump. «Es muy pronto para determinar las consecuencias», es la respuesta unánime. Se escudan en que del dicho al hecho va un buen trecho. Y es que no es fácil que el presidente electo de EE UU ejecute sus amenazas. Él ha asegurado que impondrá un arancel del 35% en la frontera y que va a revisar el tratado NAFTA, que permite el libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. Si no consigue renegociarlo a su gusto, lo romperá, ha llegado a afirmar.
Apoyo de las Cámaras
Sus amenazas se ven con escepticismo. «No creemos que sea viable por las estrechas relaciones económicas entre los tres países», decía Antón Pradera, presidente de Cie Automotive, en una entrevista a este periódico. En la misma línea, el vicepresidente de Mondragon Automoción, Oskar Goitia, recuerda que «los vehículos ensamblados en México tienen un alto porcentaje de componentes fabricados en EE UU y viceversa».
Pero la victoria de Trump en las urnas es el mejor ejemplo de que la lógica no siempre se impone y así se explica la inquietud manifestada por Confebask. La patronal no es la única preocupada. «Las medidas que ha anunciado el presidente electo son contraproducentes pero, por poder, puede adoptarlas. Tiene el apoyo de las Cámaras», advierte Francisco Roger, socio responsable del sector de automoción de KPMG en España. Afirma este experto que, por el momento, el magnate «ya ha logrado paralizar las inversiones en México».
No obstante, una cosa es que se congele la entrada de nuevo capital hasta que se vea a dónde llega Trump y otra que se desmantele lo ya instalado, que es un imperio. Desde que México entró en el NAFTA en 1994, ha sido uno de los destinos favoritos de la inversión automovilística. Sólo desde 2010 hasta finales de 2015 le han llegado 24.000 millones de dólares de marcas como BMW, FCA, Ford, GM, Honda, Hyundai, Volkswagen, Mazda... Prácticamente todas las grandes firmas están allí. En consecuencia, su producción se ha disparado de un millón de vehículos a 3,6 millones en 2015, cuando se colocó como séptimo fabricante mundial, justo por delante de España.
Uno de sus grandes atractivos son los bajos costes laborales. El salario por hora en la industria de automoción mexicana sale a 8,24 dólares frente a los 46,35 de EE UU. Y, además, los trabajadores tienen una alta cualificación. Pero esa no es la única ventaja. México cuenta con la red de tratados de libre comercio más completa del mundo, lo que le convierte en una base ideal para las exportaciones, aunque se utiliza a sobre todo como puerta de acceso al mercado NAFTA; un 77% de las ventas exteriores van a Estados Unidos y, si se añade a Canadá, el porcentaje se eleva al 86%.
Fabricantes de todas partes
Donald Trump no ha tenido ni que esperar a la toma de posesión, que será este viernes, para imponer su ley, esa que obliga a fabricar en Estados Unidos y penaliza cualquier inversión en el exterior. Le ha bastado su cuenta de Twitter para sembrar el terror entre las compañías con planes de expansión en países como México.
El magnate ha encontrado en la red social un arma de gran potencia. La utiliza para todo; para amedrentar a las empresas y para vengarse de aquellos que le han criticado. Aunque son muchas las víctimas de sus ataques, las firmas automovilísticas sufren una atención especial porque son un símbolo para la nación. Ese discurso de que les está presionando para que mantengan el empleo en EE UU es muy popular en el actual contexto post-crisis, por mucho que el país tenga un paro inferior al 5%.
A Ford le zurró muy fuerte durante toda la campaña y no dudó en atribuirse la cancelación de su inversión en el país azteca. Obviamente lo hizo con un tuit «Gracias Ford por descartar una nueva planta en México y crear 700 nuevos empleos en Estados Unidos. Esto es solo el principio. Habrá más». Y así fue porque al de poco tiempo Fiat Chrysler anunció un desembolso de 1.000 millones para Michigan y Ohio.
A los que se resisten, les machaca. Es el caso de General Motors «Está vendiendo en EE UU el modelo Chevy Cruze fabricado en México. Hazlo en Estados Unidos o paga un gran arancel», le espetó en la red social. Y le mandó un mensaje parecido a Toyota, que ni siquiera es estadounidense.
Tal es el acoso que ya han surgido negocios en torno a esta costumbre de Trump de utilizar Twitter para imponer sus reglas. Así, la compañía Trigger Finance ha lanzado una app que alerta a los usuarios cuando el presidente electo tuitea sobre una empresa cotizada en la que han invertido.
Por todos estos motivos los fabricantes se han implantado allí en las últimas dos décadas y con ellos los proveedores de componentes. Entre los vascos, uno de los que han apostado más fuerte por el país azteca es Cie Automotive, con nueve plantas productivas y 3850 trabajadores. También tiene presencia en Estados Unidos, aunque menor. En el caso de Gestamp ocurre lo contrario: dispone de cinco instalaciones en México y seis, además de un centro de I+D, en EE UU. Mondragon cuenta con una decena de firmas establecidas en el país hispanoamericano Batz, Aurrenak, Cikautxo, Ecenarro, Loramendi... y algunas como Maier y Fagor Ederlan están recién llegadas.
Los grandes proveedores globales deben acompañar a los fabricantes allí donde van y a México han ido los de todas partes del mundo. Los americanos como Ford y GM han concentrado en el país la producción de los coches más pequeños, que dejan menos margen. Más que trasladar inversión, lo que ha hecho Estados Unidos es localizar en el país vecino los nuevos proyectos de los últimos años. Por parte de europeos y asiáticos sí que ha habido un trasvase de producción desde sus propios territorios.
Trump ha repartido leña a todos por igual. Durante la campaña fue especialmente duro con Ford, a la que acusó reiteradamente de llevarse producción, y puestos de trabajo, a México. Era un discurso orientado a ganar los votos del denominado Cinturón de Óxido, una zona muy castigada por la desindustrialización. Pero una vez elegido presidente ha extendido sus amenazas. Incluso ha atacado a una firma como la japonesa Toyota, con fuertes inversiones en ambos lados de la frontera, pero que ahora está construyendo una planta en Guanajuato para producir el Corolla, que actualmente fabrica en Canadá.
Su principal victoria hasta el momento ha sido Ford. La compañía anunció a principios de mes que cancelaba la inversión de 1.600 millones de dólares para establecer una nueva planta en San Luis de Potosí para usarla como centro de producción del Ford Focus. Lo que va a hacer es utilizar para esto las instalaciones que ya tiene en Hermosillo y destinar 700 millones a reforzar sus plantas de EE UU y potenciar la fabricación de vehículos eléctricos. Fiat Chrysler, por su parte, anunció un desembolso de 1.000 millones para sus instalaciones de Michigan y Ohio y su consejero delegado reconoció que se tendrían que ir de México si se imponían aranceles. Tras estos triunfos, Trump ha puesto en su punto de mira a GM. «Confío en que seguirá el ejemplo», afirmó en la rueda de prensa.
Goitia, de Mondragon, resta importancia a estos movimientos. «Responden a la dinámica del negocio más que a las posibles medidas del nuevo gobierno», señala. Apunta también que el mercado NAFTA lleva años creciendo (tanto México como EE UU han alcanzaron cifras récord en 2016), «lo cual puede indicar que podría estar saturándose». Con todo, no se debería subestimar lo que Trump puede llegar a hacer. Por lo pronto ha hundido el peso mexicano, lo que está dañando a otra multinacional vasca, el BBVA.
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