Draghi no puede subir tipos

La anemia del crecimiento europeo, una inflación contenida y el bajo precio del crudo hace prever que no imitará a la presidenta de la FED

Manfred Nolte

Lunes, 19 de diciembre 2016, 01:26

La semana pasada, la presidenta de la FED, el Banco Central americano, ha fijado el tipo de interés de los préstamos a un día en el 0,75%, desde el 0,5% anterior, la segunda subida desde el inicio de la crisis financiera en 2008.

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La señora Yellen ha justificado su decisión en base a dos circunstancias de la economía americana: la creación sostenida de puestos de trabajo que sitúan el paro en el 4,6% de su población activa y el acercamiento paulatino del índice de precios (1,7% interanual a noviembre) al objetivo político del 2%. En 2017, previsiblemente, se producirán tres subidas adicionales. Con ello la FED retoma la senda de la normalidad monetaria y se adelanta al posible recalentamiento de la economía americana. Para la opinión informada, el Banco Central USA ha ganado en credibilidad y se sitúa en posición de alerta ante la batería de medidas fiscales anunciada por Donald Trump para, en su caso, contrarrestar sus efectos inflacionistas. Yellen no aconseja nada al Gobierno de Trump pero le recuerda implícitamente su independencia, siempre al servicio de la lucha contra la inflación.

Las cosas no van a cambiar mucho en el corto plazo dado que los analistas, los inversores y el resto de agentes financieros descuentan con pasmosa antelación los posibles escenarios económicos mucho antes de que estos lleguen a ser realidad. Además, las subidas siguen siendo prácticamente simbólicas. Pero bien es verdad, que las previsiones, una vez confirmadas, consolidan el marco anterior dándole rango de nuevo equilibrio o de nueva normalidad.

De la decisión americana se siguen dos posibles consideraciones: la primera, los efectos económicos de la decisión. Y la segunda y fundamental, en qué medida y manera puede imitar el Sr. Draghi a su homónima en la FED, la Sra. Yellen.

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Yendo a la primera, en Estados Unidos la elevación de tipos ha llevado la cotización del dólar a un máximo en 14 años lo que encarece sus exportaciones y abarata sus importaciones, energía incluida; reduce la oferta monetaria conteniendo la inflación; endurece los préstamos bancarios lo que afecta a consumidores de bienes duraderos, estudiantes, inversores y deudores hipotecarios; supone un coste adicional para las empresas y hace de la Bolsa un lugar menos atractivo para invertir.

Peor suerte corren los países emergentes sobre todo los endeudados en dólares que ven aumentada la carga de su deuda. Los inversores abandonarán estos países en busca de las mayores rentabilidades americanas y la cotización de sus monedas se resentirá obligándoles a devaluaciones competitivas y alzas de tipos con su efecto deflactor sobre sus economías.

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Para Europa y para España la lectura es en principio positiva, dado que un euro en mínimos históricos de diez años supondrá un estimulo para nuestras exportaciones y un posible abaratamiento del crudo, que facturado en dólares, puede bajar precios. La exposición de nuestra economía al riesgo latinoamericano y otras latitudes emergentes pone, sin embargo, un cierto contrapunto al diagnostico.

La segunda consideración reside en qué medida y manera puede imitar el Sr. Draghi a su homónima en la FED, la Sra. Yellen. Y la respuesta es tajante: no por ahora. No es tiempo aún de endurecer las condiciones monetarias. La anemia del crecimiento europeo, una inflación contenida y la continuada debilidad del precio del crudo hace prever que el Banco Central Europeo (BCE) seguirá con una política monetaria laxa. Aunque con alguna limitación, Mario Draghi ha confirmado la extensión sine die de su programa de barra libre de liquidez.

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La política de tipos nulos no incide de forma homogénea sobre los diversos agentes económicos en España, y siempre es conveniente recordarlo. Los grandes subvencionados son los deudores en general y el sector público altamente endeudado en particular. El Tesoro paga 31.000 millones de dólares al año solamente en intereses, el 3% (tipo medio de endeudamiento) sobre algo más del billón de euros debido. Cada punto que suba el actual tipo de financiación supondrá, en su caso, un sobrecoste de 10.000 millones de euros que en la actualidad el Tesoro ahorra de una forma absolutamente artificial. Por su parte el gran perdedor es el Sistema bancario que carece de margen de intermediación para alimentar sus cuentas de resultados.

Y ¿qué sucede con las familias, que en España están fuertemente endeudadas? Pues sucede que entre los meses de setiembre de 2008 y 2016 los hogares con préstamos de cualquier tipo han ahorrado 17.000 millones de euros (una forma de subvención indirecta ) y que los hogares con ahorros bancarios han dejado de cobrar 22.500 millones de euros (una especie de impuesto invisible).

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De modo que, aunque no es momento de volver a tipos altos, conviene que deudores en general y el Tesoro público en particular aplaudan la contribución tan generosa como forzada de las Instituciones bancarias y de las familias ahorradoras a la superación de la crisis.

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