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José María Camarero
Viernes, 16 de diciembre 2016, 11:53
La reestructuración de empleados en el sector bancario está a punto de culminar otro 'annus horribilis' para los trabajadores de las entidades, de las que habrán salido casi 5.000 profesionales -4.901- cuando finalice este ejercicio. La cifra, aunque llamativa, no es ni siquiera ... una de las mayores sangrías sufridas desde que comenzó la crisis en 2008.
El ajuste de 2016 representará un drenaje del 2,9% con respecto al número de empleados con los que contaban las principales entidades a principios de este mismo año. Entonces se contabilizaban unos 169.000 trabajadores, frente a los poco más de 164.000 que quedarán en nómina el 31 de diciembre. Con este último tajo, el sector en su conjunto -bancos, cajas y establecimientos financieros de crédito- se ha dejado por el camino aproximadamente un 40% de la capacidad que tenía hace ocho años. Entonces, la banca empleaba a 270.855 personas, según los datos del Banco de España.
El drenaje laboral de 2016 ha estado marcado por dos grandes procesos de reestructuración. El de Santander, por el que salieron un millar de trabajadores en mayo tras el ERE pactado con los sindicatos. Y desde mediados de noviembre hay que añadir otro proceso de despido colectivo:el de Popular. Se trata del mayor ajuste del sector en este ejercicio.
Tras el acuerdo formalizado con la mayor parte de los representantes de los trabajadores, de la entidad presidida por Ángel Ron saldrán 2.592 empleados, aunque el número de peticiones de salidas voluntarias se ha aproximado a las 3.000 solicitudes. El banco espera ahorrar con esta medida entre 175 y 200 millones, que serán efectivos a partir del primer trimestre del próximo año. A los afectados por los ERE de ambas entidades se le suman las continuas salidas que estas corporaciones vienen ejecutando. En general, se trata de casos de jubilación ordinaria o anticipada, bajas pactadas o ajustes por circunstancias personales.
A lo largo de esos meses buena parte de la banca ha ajustado sus estructuras tras las integraciones que supusieron un incremento en el número consolidado de empleados. Por ejemplo, CatalunyaBanc, adquirido por BBVA, contaba al finalizar 2014 con más de 5.000 empleados. El grupo ha ejecutado un ERE que ha supuesto la salida de unos 1.700 empleados. También CaixaBank asumió el año pasado el negocio de Barclays en España, por el que tuvo que aplicar una reestructuración pactada cercana a las 1.000 personas en 2015. Y en el caso de Unicaja, que integró en sus estructuras la actividad de la antigua Caja Duero, ha planteado en 2016 el segundo ERE para digerir una integración más llevadera.
El FROB marca el futuro
Los ajustes laborales son la tónica habitual -junto al cierre de oficinas- cuando se lleva a cabo algún proceso de fusión bancaria por el solapamiento de las estructuras, por la duplicidad de puestos similares y por la necesidad de reducir los costes en un contexto donde la operativa digital sigue sustituyendo la antigua actividad comercial bancaria.
En 2017 se avistan, por ahora, dos grandes operaciones en el sector. Serán las que protagonicen tanto Bankia como Banco Mare Nostrum (BMN). Ambas entidades se encuentran en manos del Estado a través del FROB. El organismo ya ha decidido que las privatizará, pero no se sabe si lo hará uniéndolas o vendiéndolas por separado. El mercado tiene tal sobrecapacidad que podría echar el candado a otras 7.800 oficinas en los cuatro próximos años, según la consultora BDO. Con una media de 6,3 empleados por sucursal, los despidos podrían alcanzar los 40.000 afectados a medio plazo.
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