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Julio Díaz de Alda
Viernes, 2 de diciembre 2016, 17:13
Koldo Arandia Otegi (Itsasondo, 1963) pilota Ibarmia, una empresa de máquina-herramienta de Azkoitia que es toda una referencia en fabricación avanzada. El también vicepresidente primero de Adegi advierte de que si Euskadi ha optado por la innovación como vía de ganar el futuro, hay ... que pasar del dicho al hecho, y poner encima de la mesa ayudas y desgravaciones fiscales 'ad hoc'.
Este año a Ibarmia le han llovido los premios por su carácter innovador. ¿Son ustedes la empresa de moda en la Industria 4.0?
La referencia, no. Pero sí un actor relevante en Euskadi y en España en lo que pueda ser una actitud innovadora en la empresa, fruto de una forma de hacer, de una cultura que iniciaron los fundadores, allá por 1953, y que se intensificó al iniciarse este siglo.
¿Cómo lo han hecho?
La clave la daba hace poco el presidente de Tecnalia, Emiliano López Atxurra, que apostaba por 'cooperar, cooperar y cooperar'. Nosotros, siendo una pyme, no podíamos entender este tránsito en un mercado exigente como la máquina-herramienta sin colaboración. Nos hemos aliado con Tecnalia fuimos socios fundadores de Fatronik y mantenemos una relación estrecha y sostenida con la UPV, con la Escuela de Ingenieros de Bilbao. Además, participamos en muchas iniciativas sectoriales de I+D+i, también en colaboración con competidores, en España y en Europa. Por ejemplo, el proyecto Cenit, en el seno de la AFM.
¿Cuándo y por qué se dan cuenta de la importancia del I+D+i?
Fuimos líderes mundiales en taladros industriales verticales, pero en los 80 o 90 vimos que eso había tocado a su fin. Nos habíamos iniciado en los centros de mecanizado y nos dimos cuenta de que no podíamos competir por volumen; necesitábamos máquinas muy adaptadas al cliente, que requerían una inversión potente en ingeniería, y ahí comenzó todo. Desdoblamos la oficina técnica en varios departamentos, incluido el de I+D+i. Eso, unido a la colaboración que le decía antes con los centros de investigación, fue lo que nos llevó a esto. Dedicamos a la I+D+i de media el 5% de las ventas. Con eso se puede conseguir mucho. Pero también hace falta gente talentosa, como la que tenemos en Ibarmia. Uso mucho una frase que escuché a un exlehendakari que dice: 'La clave del éxito es un 90% transpiración y un 10% inspiración'.
¿A lo mejor resulta caro para muchas pymes de Euskadi...?
La innovación en la pyme tiene muchos frenos, por eso recomiendo que acudan a la Red Vasca de Ciencia y Tecnología (RVCT), también a los agentes más próximos como los centros tecnológicos y de Formación Profesional o el IMH de Elgoibar. Todos debemos participar, también las empresas, y exigir a esas entidades para que nos permitan dar un salto en los retos de la Industria 4.0. Aunque esa red tan potente no da los frutos que desearíamos.
¿Qué es lo que falla?
Yo pienso que a veces falta concertación. Como una orquesta que tiene solistas virtuosos pero al tocar en conjunto no suena afinada.
¿Eso es responsabilidad de los artistas o del director de orquesta que, supongo, serían el Gobierno Vasco y las instituciones?
Es una responsabilidad compartida. Creo que desde el departamento de Industria se hacen importantes esfuerzos para llevar una concertación más armoniosa.
Existe un cierto 'bombardeo' sobre la I+D+i, la Industria 4.0, la fabricación aditiva... ¿Esto no puede aturdir un poco a las pymes?
Hablábamos de la dirección de la orquesta. Creo que nos hace falta una visión 360 grados de todo esto. Cerrar los círculos. Tenemos muchas convocatorias de I+D+i de distinto ámbito. La acción del Gobierno Vasco es extraordinaria a nivel de concienciación, pero nos falta saber dónde y cómo queremos estar.
Explíqueme
El director general de Tecnalia dice que no hay Industria 4.0 sin personas 4.0; y a eso yo añado que tampoco la hay sin medios, sin equipos 4.0. Si Euskadi quiere ser un referente hace falta, a parte de todas estas jornadas, como la reciente y exitosa celebrada en el Kursaal, y a parte de la RVCT, que desde el Gobierno y las diputaciones se pongan medidas permanentes que apoyen e incentiven el equipamiento 4.0. Y es que no hay industria del futuro con equipos del siglo pasado. Podemos predicar y apostolar, pero si quremos un país 4.0 tiene que haber ayudas y deducciones para la Industria 4.0. Hay que poner medios.
Habrá quien diga que ya se están haciendo muchas cosas, como el Plan Renove Maquinaria, que por cierto se ha quedado a la mitad y se ha vuelto a abrir. ¿Qué hace falta? Haga su carta al Olentzero.
El Renove, que no se ha quedado a medias por falta de interés, ni mucho menos, sino por cuestiones técnicas, está muy bien; es un apoyo a la inversión que debería ser recurrente. Pero si la apuesta de este país es la Industria 4.0, prioricemos y primemos apuestas en este sentido. El Renove subvenciona igual equipos de baja, media, alta o altísima innovación. No nos tiene que temblar el pulso para, sin dejar los niveles más bajos, que las inversiones sean las que nos interesan como proyecto de país.
Ya existen deducciones...
Sí, pero son más genéricas. Pero si entendemos que nos jugamos mucho, sería bueno tener herramientas 'ad hoc'. En Alemania hay partidas espectaculares para esto. Es la parte del círculo que falta. Hacemos mucha divulgación, muchas presentaciones, pero... Lo importante es que cada cual busque su posicionamiento. Algunos tendrán que pasar por el 3.2 o el 3.7 para llegar al 4.0.
El Instituto de Competitividad Orkestra cree un problema que la pyme vasca no tenga producto propio. ¿Coindice con ese análisis?
En algunos casos en Euskadi somos muy dependientes de otras industrias y nuestros productos van dentro de coches o aviones, lo que los hace más fácilmente sustituibles. Por eso es importante, de nuevo como estrategia de país, que veamos los sectores y los productos finales con marca que nos identifican y los apoyemos y llevemos siempre como estandarte.
En teoría eso ya se hace, ¿no?
Las ayudas a la promoción internacional del Gobierno central, como las del Icex, están cayendo de manera alarmante, y todavía el esfuerzo del Gobierno Vasco y las diputaciones no permite compensar ese descenso. Si queremos un país industrial habrá que apoyar a los sectores industriales con intensidad. Sabemos las ventajas que supone ese apoyo en términos de empleo de calidad, servicios inducidos recaudación y riqueza para el país.
¿Sabía que, según el Eustat, el gasto empresarial en I+D cayó en 2015? Así, mal vamos, ¿verdad?
Efectivamente. Muchas empresas aún viven una situación de crisis interminable y la inversión, toda, se ve afectada. Es una pescadilla que se muerde la cola. La competitividad vendrá de lo que seamos capaces de innovar. Esa falta de recursos está capando el crecimiento. Es peligroso porque surgen niveles en los que subsistir será complicado.
Lo dice la consejera Tapia...
Sí, o innovas o desapareces. Mire, yo hablaba hace poco con un empresario guipuzcoano que me decía con mucho orgullo que estaba sobreviviendo, pero le dije que tenía que dar otros pasos. Estás vivo, pero para seguir estándolo has de invertir.
¿En la fábrica del futuro habrá más máquinas que personas?
Evidentemente, sí. Habrá más robots, aunque las personas seguirán siendo el eje fundamental. La mano de obra directa en producción en serie verá imponerse a la robotización. Nos lo ha demostrado ya el sector vasco de automoción.
¿Los más veteranos en las fábricas vascas se verán descolocados?
Esta claro que toda esta marea de Industria 4.0 viene en torno al software, a la electrónica, a las tecnologías de la información. Esto a partir de determinadas geneaciones son dominios de conocimiento complicados. Sí puede haber un problema para la gente de entre 45 y 65 años.
Hay mucha gente en fábricas vascas que tienen entre 45 y 65 años...
Sí. Este es un reto de formación y de anticipación. En Ibarmia iniciamos hace un año una instalación piloto de Industria 4.0 en la que hemos montado un equipo mixto de personas con perfil eminentemente mecánico y otras que vienen de la ingeniería. Hay que aprovechar lo mejor de los dos colectivos.
¿Cómo le suena el nacionalismo industrial preconizado por Donald Trump? ¿Le asusta?
Vendemos en veinte países, y EE UU es para nosotros un mercado ocasional. Aunque está claro que la victoria de Trump, para mí no era tan inesperada...
¿Por qué?
Porque no ha sucedido nada que no esté sucediendo en algunos lugares de Europa como Francia, Reino Unido, Holanda, Austria, Italia... Entendiendo un poco la mentalidad americana, si en Europa toman peso fuerzas ultranacionalistas y populistas ¿por qué no se va a replicar allí? Para la máquina herramienta no veo un riesgo en el mercado americano, que tiene bastante abandonado este segmento. Si apuestan por el 'Made in America' van a necesitar equipos, y puede ser una oportunidad.
¿Entonces, tranquilidad?
Personalmente me dan más respeto la política de alianzas y la inestabilidad que pueda crear Trump fuera de sus fronteras.
En mayo de 2010, y en estas mismas páginas, animaba usted a fabicar «máquinas más simples y más baratas». ¿Cómo ha cambiado todo, no le parece?
Le diré que es un debate que tenemos internamente en la reflexión del próximo plan estratégico. El mantra es la competitividad. Los que vendemos en todo el mundo tenemos que ser competitivos, que no significa ser los más baratos, sino tener el mayor porcentaje de propuestas exitosas al mercado y que ganes dinero con ellas. Nosotros sí vemos que el alto nivel tecnológico que incorporamos nos está haciendo perder una parte del mercado, las máquinas de penetración. Una empresa que se inicia no tiene los recursos para acometer una inversión de medio millón de euros. En muchos casos se nos mete la competencia por debajo logrando una fidelización del cliente que le hace casi impermeable. Son dos realidades que conviven. La necesidad de una propuesta competitiva ante todo el mercado es una prioridad.
O sea, hay que hacer de todo...
Si le vendemos a Airbus, nos va a pedir elevadísimas prestaciones tecnológicas. Y si le vendemos a un pequeño mecanizador de ocho personas nos va a pedir otra cosa.
¿Cómo le ha ido a Ibarmia este año? ¿Y al sector?
Nosotros cerramos ahora el trienio del plan estratégico, periodo que ha sido muy positivo, con un alza del 75% en la cifra de negocio y del 33% en el empleo, que son 25 puestos de trabajo nuevos, hasta las 106 personas. Este año cerraremos las ventas un poco por debajo de los 30 millones. Ahora no podemos hablar de sectores que van bien o mal, sino de empresas que van bien o van mal. Antes, había crisis o bonanza, pero era para todos. Eso ya no existe. La demanda de máquina-herramienta está estancada en todo el mundo. Seguimos en momentos duros y 2017 va a ser también un año sin muchas alegrías.
Ibarmia dio el campanazo el año pasado con la mayor máquina híbrida de fabricación 3D del mundo, en colaboración con Tecnalia y la UPV. ¿Cuántas han vendido?
(Sonríe) Hemos vendido una a un usuario europeo de referencia. Trabajamos muchísimo en investigación y empezamos a ser un actor en la fabricación aditiva. Hemos recibido también el interés de algunas multinacionales. Cuesta un poco porque rompe los esquemas, es una auténtica revolución. Da unas posibilidades de diseño de piezas insólitas.
¿Están ustedes solos en esto?
En Euskadi se está trabajando mucho en formación sobre fabricación aditiva. Es la base para que luego haya demanda en las empresas.
Habla usted de Ibarmia como un proyecto compartido...
Como decía mi tocayo Koldo Saratxaga, hay que compartir la cosecha cuando es cuantiosa.
Pilota una empresa familiar, del metal y de Azkoitia que también es referente de la Nueva cultura de Empresa. ¿Tienen sindicatos? ¿Qué es eso de la cosecha?
En Ibarmia no tenemos comité de empresa. Tuvimos, pero en 2013 los propios representantes de los trabajadores dimitieron en bloque por un desencuentro con el sindicato, y empezamos a trabajar relaciones directas entre la dirección y unos representantes rotativos elegidos por la plantilla. La comunicación la trabajamos mucho. En febrero y julio hacemos asambleas y allí hablamos todo, con transparencia. Era evidente la distancia entre las partes, y todo Ibarmia decidió no esperar ese posible convenio del metal y regularnos entre nosotros.
¿Y la cosecha?
Se pidieron esfuerzos a la plantilla y la propiedad se comprometió a ejecutar unas inversiones muy significativas. Se fijó para todos una retribución variable en función de los resultados, que ha permitido cobrar una decimoquinta paga en los dos últimos ejercicios. Esto es un camino sin retorno que solo tiene resultados positivos.
Es usted vicepresidente de Adegi. ¿Es sostenible el enfrentamiento con los sindicatos mayoritarios? ¿El país puede aguantarlo?
Ni es sostenible ni es recomendable. Hay que tener un rumbo, una foto de dónde queremos estar como país, y llegar a unos acuerdos mínimos para transitar en esa dirección. El problema es cuando uno quiere ir a París y otro a Cádiz. Hay mucha gente que se arroga la defensa de las políticas sociales y pone a la empresa como enemigo a batir. Eso es una tremenda equivocación. Afortunadamente, cada vez se escuchan más los mensajes de apoyo a las empresas y los empresarios. Las buenas políticas sociales vendrán de la generación de empleo y riqueza, y eso lo hace la empresa. Lo dice Pello Guibelalde, la empresa es el caballo percherón que tira del carro y no la vaca lechera a exprimir.
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