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julio díaz de alda
Lunes, 23 de mayo 2016, 02:15
José María Gay de Liébana es, entre otras muchas cosas, doctor en Economía y Derecho y profesor titular de Economía Financiera y Contabilidad en la Universidad de Barcelona. El 'economista indignado' ha pronunciado una conferencia en San Sebastián, titulada 'Análisis de la realidad económica española ... y de nuestro entorno: dónde estamos y cómo estamos', invitado por el Colegio Vasco de Economistas. Gay de Liébana, que está molesto con el Gobierno -Hacienda le acaba de someter a una profunda inspección fiscal, que él atribuye a sus críticas al ejecutivo de Mariano Rajoy-, asegura que la mayoría de los políticos no ha trabajado en su vida, y que el Concierto Económico vasco sería la salida perfecta al problema de Cataluña.
Ha hablado usted de cómo estamos, pero es fácil para un economista. Lo difícil es saber cómo vamos a estar...
Bueno, eso depende de los políticos, y están todos perdidos. Necesitamos un GPS, una brújula que nos marque el camino. Como los que llevan esa brújula no saben lo que quieren nos va a costar mucho dar con el camino.
¿Nos queda mucho por sufrir?
Nos queda mucho para ser un país serio, una buena potencia económica. Para no estar en el pelotón, en la clase media. Por ejemplo, Italia tiene un PIB un 60% superior al nuestro, no hablo ya de Alemania o Francia. Para esto tenemos que remover los cimientos de nuestra economía.
¿Qué hay que hacer?
Buscar sectores de actividad avanzados, de gran valor añadido y que creen puestos de trabajo de calidad. Dejar ese turismo baratillo que veo por ahí... En esto el País Vasco es un referente. Necesitamos una industria avanzada.
Ya, pero también le he escuchado que esa industria se llevará por delante siete millones de empleos en Europa.
Es verdad; como es verdad que se crearán otros dos millones. Tenemos que preparar a nuestra gente para eso. El lastre que tenemos es nuestra industria política. Tenemos políticos que no han trabajado en su vida. Digo trabajar en la economía real. Esta gente no puede llevar las riendas de la economía real. Hay que escuchar mucho a los empresarios para conocer qué modelo económico queremos. Y trabajar en la empleabilidad de nuestros chavales, que nada tiene que ver con eso que se dice de mercantilismo de la universidad. Si, además, lográramos una buena simbiosis entre la Universidad y las empresas, sería perfecto.
¿Tenemos tiempo para hacer todo esto?
Hombre, van a ir pasando los años... Tenemos que pensar en la España de dentro de diez años. En qué queremos. Hay que trabajar para alcanzar un buen modelo, y dar una vuelta por el mundo para observar qué hacen.
¿Tenemos lo que nos merecemos?
Seguramente, sí. Si te portas bien tienes una buena liga. Si te portas mal, tienes una mala liga.
¿Hemos aprendido de la crisis?
Aprendes mucho cuando te duele la herida, luego dejas de aprender. Me gustaría que el cambio de estos años, en los que hemos pasado de una situación de exuberancia a otra mucho más difícil, sirviera para algo. A nivel de empresa, cuando muchas han hecho inversiones y se la han jugado, creo que sí se habrá aprendido y veremos ciclos más moderados. En lo privado, lo que era la casita o el pisazo ahora ya no se dará, pues la banca mira mucho lo que presta y no veo margen para otra burbuja.
Pues están los bancos que lo tiran, venga a dar hipotecas...
Es un escenario atípico, con los tipos de interés en mínimos que creo que no durará más de dos años. Si fuera más entraríamos en una espiral en la que la banca tendría que sufrir mucho. Ahí hay otro reto. Los milenials van todo el rato con el móvil y las entidades se van a tener que transformar. Quedarán menos. Serán necesarias las fusiones defensivas. No se si será bueno o no; lo cierto es que el negocio entra en una etapa de oligopolio o monopolio.
Hablaba de la distancia entre lo público y lo privado. ¿Entiende lo primero como un refugio de personas poco válidas?
Seguramente. Esto antes no pasaba. En la Transición la gente relevante del sector privado pasaba a la política. Dejaron sus empresas o despachos y dedicaron cinco o seis años a la esfera pública. Se lograron los cimientos de la España moderna. ¿Hoy qué tenemos? La España de la mediocridad, la de los tíos y tías de partido que nunca han destacado en nada en la empresa y que son todos muy endogámicos. Son los que luego acaban mandando, de presidentes de una comunidad autónoma o de vicepresidentes, ministros o presidentes de Gobierno. A mí lo que me gustaría es como en Estados Unidos, que el presidente coge al presidente de Ford y al vicepresidente de General Motors o de Boeing y los pone como secretarios de Estado. El más jovencito tiene 70 años, pero puedes decir: '¡qué Gobierno, qué talla!'.
¿Que opinión le merece el asunto de los 'papeles de Panamá'? Alguno podrá pensar que si no sales en la lista no eres nadie.
¡Es verdad! Es el vivo reflejo de una sociedad en la que hay muchos pillos. Como hubiera dicho José María Ruiz Mateos, hay mucho bribón. Te das cuenta de que aquí hay unos currantes, que somos la mayoría, que picamos piedra, que Hacienda nos persigue, que nos acorrala, que nos meten sanciones... Y hay otros señores que mueven su dinero por los mundos de Dios, evadiendo impuestos. Hay el cantante que canta por todo el mundo y vive en otro rincón del mundo. Me parece muy bien. O el deportista que viaja por todo el planeta durante unos años... Me parece muy bien. Y está el pillo pillastre que canaliza allí los negocios que ha hecho aquí. Lo que no me basta es que la administración tributaria, tan exigente ella con el contribuyente normal, me diga que lo tenía controlado. Hasta que lo sacan los medios no nos enteramos de la película.
Pero no pasa nada...
Es cierto. Los unos son amigos de los otros; los otros, de los unos y, en definitiva, no pasa nada. A mí si un tío tiene cuentas en Panamá porque le es más operativo y las declara y las tributa aquí me parece perfecto. Cuando no sea Panamá serán las islas Caymán y, como decía Julio Iglesias, sigue igual.
El ejemplo de Euskadi
En Europa le sacan los colores a España por el incumplimiento de la senda de déficit. ¿Debiera de premiarse a las administraciones que, como la vasca, sí que cumplen?
El País Vasco es una excepción en lo relativo a la política española. Normalmente, al frente de los gobiernos vascos ha habido gente que viene del mundo real y de la vida privada. Gente de otra dimensión. Eso ayuda a los números. En Euskadi se le tienen mucho más respeto a unos números, a un presupuesto o a una cuenta de ingresos y gastos. Se es consciente de que el déficit hay que financiarlo. Habría que hacer algo, y ser más condescenciente con esas autonomías que se portan bien. Pero, claro, luego tenemos el disparate de alguna, como mi Cataluña, que tiene que hacer frente a unos gastos mucho mayores que otras, por ejemplo en Sanidad, y se producen asimetrías.
Ahí quería llegar yo.
Con todo el cariño del mundo para el resto, pero tenemos un gasto sanitario muy elevado. Además, estamos en el meollo de Europa, con lo que entraña esto. Habría que buscar el modelo adecuado para cada autonomía y entender la idiosincrasia de cada una. A partir de ahí, hacer un traje a medida. Lo que no puede ser es que me digan que Cataluña gasta cada año más de lo que ingresa. Habrá gobernantes malos en Cataluña, que seguramente los hay. Pero también hay una falta de ingresos. Revisemos, por tanto, ingresos y gastos de cada comunidad y veamos cuáles son las necesidades.
¿Lo óptimo sería un Cupo como en el País Vasco?
Eso sería lo mejor. Con un Concierto Económico y un Cupo como los de Euskadi, el problema de Cataluña se arreglaba en 24 horas. Desaparecía eso de que 'tenemos que ir a Madrid a por el dinero y no nos lo da', que se quede el dinero en Cataluña y se pacte con Madrid una cantidad anual. Eso sí, desde ese momento, vosotros catalanes tendréis que ser responsables y no se os dará más dinero, eh... Se trata de que seamos mayores y no de que estés todo el día llorando. Ya es tu problema. Aquí ha faltado cintura por parte del Gobierno de Madrid, sobre todo a la hora de entender lo que es la esencia, eso que Pujol en su día denominó «el hecho diferencial». Tenemos que buscar soluciones. No puede ser que tengamos esta amenaza constante de ruptura.
¿Se está haciendo bien desde el Gobierno de la Generalitat?
No. Casi nadie lo hace bien. Van poniendo el grito en el cielo, llorando y amenazando, y los otros, los de Madrid, no hacen ni puñetero caso. Lo hacen todos mal. El prototipo era la cara de Rajoy y de Mas para saber que nunca se iban a entender. Si yo quiero que se entienda un país con otro país, o una tierra con otra tierra, lo que tengo que hacer es muy sencillo, cambio a los dos elementos y pongo a dos que se quieran entender.
Parece idílico, tal y como están hoy las cosas...
No, hombre, no. No voy a mencionar nombres, pero si dentro de Convergencia cojo a tres o cuatro tíos, que los conozco, y los pongo en contacto con tres o cuatro tíos de la derechona de Madrid, que los conozco, se van a poner de acuerdo seguro. Ya les ayudaría yo. Pero Rajoy es Don Tancredo y no se mueve, y Mas es el Caudillo. Uno va sobrado y el otro también. También es un tema de egos; estás hablando con el otro y pensando en cómo te va a aplaudir tu gente. Un Cupo al estilo vasco sería lo mejor. Acabaría con las pugnas y con la incertidumbre. No se dice, pero este asunto preocupa mucho al empresariado catalán. Iba a decir que es necesario que todos cedan, pero no es así, pues estamos hablando del dinero de nuestros impuestos. Se ha formdo un guirigay con nuestro esfuerzo del que todos chupan y somos nosotros los que pagamos. ¿Cómo vamos a plantear un modelo económico a diez años vista? Aquí nadie se preocupa por otra cosa que no sea el corto plazo.
Le he notado un poco sensible con Hacienda. ¿Algún problema?
Sí, me han hecho una inspección. Me han perseguido como si yo fuera el 'papelero de Panamá'. El amigo Montoro y el amigo Rajoy son de esta especie, que cuando se critica o se dice alguna cosa actúan así. Me han perseguido, me han acorralado.
¿Y...?
Al final, nada. Hombre, siempre tienes que pagar algo cuando te investigan, pero tecnicismos. Me han tratado durante un año y medio como si fuera un delincuente.
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