Nada en la vida es completamente bueno o completamente malo. Al menos en la vida de personas adultas a las que, en cada decisión, no les queda más remedio que valorar los pros y los contras de cada opción, en todas y cada una de ... las decisiones que van tomando a lo largo de su vida. Esa misma dinámica, esa misma madurez es la que debe demostrar la sociedad en cada decisión que afecte al desarrollo sostenible, para que la actividad económica, esencial para garantizar nuestro nivel de vida, avance de forma armoniosa con una sociedad justa y equilibrada y una protección elevada del medio ambiente y la salud.
Por desgracia, no son decisiones que se presten a la simpleza de una película de Hollywood, donde hay claramente buenos y malos. No pueden reducirse al maniqueísmo que los grupos extremistas pretenden aplicar. Hacerlo, solamente intentarlo, me parece un insulto a la inteligencia y la madurez de la sociedad. El 'fracking', los transgénicos o el uso de fertilizantes, tienen pros y contras, como los tienen la agricultura ecológica, la gestión de basuras con el sistema puerta a puerta o la peatonalización de una calle.
Sin embargo, la estrategia de comunicación que usan reiteradamente los grupos de interés 'anticasitodo', se basan, precisamente en una simplificación de los argumentos y mensajes, que por otro lado son fácilmente analizables en la era de Internet, y resultan casi un insulto, pero que calan tan profundamente en sociedades teóricamente muy educadas, hasta el punto de viciar el debate político e impedir que cualquier postura favorable a dichas propuestas tenga la más mínima posibilidad de prosperar ante la opinión pública.
Como les decía, resulta indudable que la globalización tiene muchos aspectos positivos y una buena porción de aspectos negativos. El avance en la lucha contra la pobreza, el hambre y la enfermedad a nivel mundial es fácilmente demostrable pues todos los indicadores, de todos los continentes, dicen claramente que nunca en la historia de la humanidad el ser humano había vivido tanto tiempo y con tanta calidad de vida como ahora.
Es también evidente que el TTIP (el futuro Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones) es un avance más hacia la globalización y, como tal, es perfectamente legítimo estar a favor o estar en contra, pero el hurto del debate mediante el uso sistemático y consciente de tergiversaciones, medias verdades, cuando no completas mentiras, simplifica los mensajes hasta la simpleza absoluta, empobreciendo la vida pública.
¿Estamos a favor de la libertad o no lo estamos? Pues un componente esencial de la libertad es el conocimiento. Demos información veraz a la ciudadanía, con puntos de vista contrapuestos, y que ésta decida.
Las negociaciones del TTIP no son más secretas que las de cualquier otro acuerdo, contrato o convenio. Si las actas de una negociación se hacen públicas, cualquier oferta puesta sobre la mesa no podrá retirarse, como es normal, si la parte contraria no cede en algún otro aspecto. Da lo mismo que sea el TTIP, un convenio colectivo o la alianza electoral entre Podemos e Izquierda Unida.
Pero, a nadie en su sano juicio o medianamente informado se le ocurre que cualquier modificación legislativa que afecte a directivas o reglamentos europeos reguladores del medio ambiente, la seguridad alimentaria o los productos cosméticos se vaya a aprobar si el correspondiente debate público en el Parlamento Europeo.
Los Estados Unidos tienen un nivel regulatorio perfectamente equiparable al europeo. En muchos aspectos diferente, pero, globalmente, ni mejor ni peor. La FDA norteamericana sigue siendo una referencia absoluta a nivel mundial en los aspectos regulatorios de seguridad alimentaria, medicamentos o cosméticos, entre muchas otras cosas. Sólo desde la ignorancia se puede decir que unificar las exigencias normativas entre Europa y Estados Unidos es un riesgo para la salud de los ciudadanos europeos.
En materia de medio ambiente, por ejemplo, en breve asistiremos a la resolución del caso del software trucado de Volkswagen. En Europa, el otro día, la Comisión Europea «invitaba» a la empresa «a reflexionar» sobre cómo compensar los resultados de lo que parece ser una conspiración en toda regla, el mismo día que, en EEUU, llegaba a un acuerdo extrajudicial para compensar a los usuarios y resarcir las consecuencias sobre el medio ambiente de muchos miles de millones de dólares.
Es cierto que la normativa europea es más garantista e incide más en la autorización previa. Por el contrario, la estadounidense deja más margen a la responsabilidad individual de los ciudadanos y de las empresas pero, si pillan a alguien en un renuncio. ¿Eso es mejor o es peor?.... Ese es el debate.
Acceder a mercados regulados
La puesta en marcha del TTIP es una oportunidad magnifica para las pymes europeas, para un perfil de empresa habitual en el País Vasco. Las empresas de pequeño tamaño tienen serias dificultades para acceder a un mercado tan regulado y exigente como el norteamericano pues las diferentes exigencias entre uno y otro les obligan muchas veces a hacer productos diferentes para cada uno de los mercados. Esos costes fijos, de homologaciones, de registros o de etiquetado, por ejemplo, se tienen que repercutir en muchas menos unidades de producto, dando gran ventaja a las grandes multinacionales.
Con el perfil de empresas habitual en el País Vasco y nuestra vocaciones exportadora, el TTIP abriría una ventana de oportunidad enorme para nuestras empresas que crearía miles de empleos.
Es razonable afirmar que la globalización de la economía perjudica a las pequeñas comunidades rurales y, sobre todo, tiende a unificar culturas. No les negaré que resulta muy desazonador encontrarse exactamente las mismas franquicias, con los mismos productos, en centros comerciales que parecen gemelos en Bilbao, Sao Paulo, Boston o Manila, pero no he leído ninguno de los manifiestos contra el TTIP que hable de ello. Sus redactores son conscientes de que el miedo es una palanca mucho más poderosa para condicionar la voluntad de la ciudadanía y solamente lanzan proclamas, frases hechas, que deben contener términos como «multinacionales», «secreto», «conspiración» asociadas a «cáncer», «veneno» o «contaminación».
Quizás yo sea el único, pero quiero un verdadero debate sobre el TTIP en el que, por favor, no quiero que me insulten con simplezas. ¿Es mucho pedir?
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