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Los chicos de Bernaola vuelven a La Comercial

Los chicos de Bernaola vuelven a La Comercial

Siete de los más destacados estudiantes que se forjaron bajo la batuta del jesuita rememoran su paso por la centenaria facultad

Ana Barandiaran

Domingo, 15 de mayo 2016, 03:25

Ahora se llama Deusto Business School pero conserva el mismo espíritu que guió su creación hace cien años: formar a los futuros empresarios y directivos del país. La Comercial se fundó en octubre de 1916 y fue la primera facultad de ciencias económicas y empresariales de toda España.

Se puso en pie con el legado de los hermanos Pedro y Domingo de Aguirre, administrado por su sobrino Pedro de Icaza a través de la Fundación Vizcaína Aguirre. Para el alumbramiento de la Universidad fue determinante el encuentro entre éste y el jesuita Luis Chalbaud, que hacía tiempo trabajaba en la idea de crear un centro superior para la formación de directivos. Por eso se encomendó la gestión a la Compañía de Jesús.

La Comercial tuvo que cerrar por la Guerra Civil y fue al reabrirse en 1940 cuando llegó el padre Bernaola, una figura clave en su desarrollo. Bajo su batuta alcanzó su etapa de mayor esplendor. El jesuita de Markina se convirtió en una institución. A él recurrían los empresarios y banqueros de la época -muchos exalumnos suyos- para que les mandase a las jóvenes promesas recién moldeadas por su férrea disciplina. La lista de estudiantes que ocuparon puestos relevantes es interminable. Siete de los más destacados relatan su experiencia.

Carlos Garaikoetxea 1962

«Decíamos al cura, o me da la paga semanal o blasfemo»

A Carlos Garaikoetxea le costó adaptarse al «estricto régimen colegial» que imperaba en la Universidad de Deusto cuando llegó a mediados de los 50. «Mi primer recuerdo es que cogimos una txalupa y se nos volcó, así que salimos negros de la ría», rememora. Como venía de Pamplona, estuvo interno en la Literaria, en los denominados tránsitos (corredores donde tenían las camas). El encargado del suyo era el padre Chacón, profesor de Estadística. «Era un sabio de la materia pero pusilánime para otras cosas. Me acuerdo que le decíamos o me da la paga semanal o blasfemo. Y te la daba». Eran tiempos de misa obligatoria diaria a las 8 de la mañana y solo un día de permiso para salir hasta las nueve de la noche. «A partir de tercero se relajó algo el sistema, pero cuando llegué era muy estricto. Muchos alumnos se dedicaban exclusivamente a estudiar. Yo era un tanto atípico. Me rebelaba contra esa rigidez. No me perdía un concierto de la Filarmónica y estaba pendiente de leer lo último de Pasternak».

Se lo podía permitir porque sacaba buenas notas, aunque asegura que el nivel de exigencia era muy elevado. «En Deusto te preparaban para aguantar lo que fuese en la vida. Eran dos carreras a la vez. Tenías que compatibilizar los logaritmos neperianos del padre Chacón con los aforismos de derecho romano. Nos examinábamos cada año de Derecho en Valladolid para tener el título oficial». A él le gustaba mucho más la rama jurídica. «Hice el bachiller de ciencias y de letras porque me encantaban el latín y el griego. Pero lo que más me tiraba en aquel entonces era la psiquiatría. Me metí en La Comercial por responsabilidad familiar. Todo el mundo salía bien colocado».

A Garaikoetxea le costó someterse al «poder omnímodo de Bernaola», pero guarda buen recuerdo de él. «También tenía sentido del humor. Hicimos una comedia bufa que se llamaba Juicio a la pata y yo hacía de él con un látigo». Como era habitual, fue el jesuita al que apodaban El jefe el que le ofreció su primer destino laboral: la empresa Sigma en Elgoibar. «El director gerente era Berazadi, asesinado por ETA en 1976. Eso me marcó mucho».

A pesar de su «hondo sentimiento vasquista», en la Universidad no tuvo mucho margen para dar rienda suelta a sus inquietudes políticas. «Con la intensidad de los estudios y en un círculo tan estrecho no había apenas vida política. Aun así hicimos un grupo de los que compartíamos ideología. A uno le detuvieron y le dejaron sordo de un oído». A mediados de los 70 «Irujo y Ajuriaguerra me liaron para volcarme en ese mundo». Y fue el primer lehendakari de la democracia.

Alfredo Sáenz 1965

«Conocí a Toledo en un seminario sobre Samuelson»

Alfredo Sáenz, que lo fue todo en la banca española al llegar a dirigir los dos grandes del sector (BBV y Santander), ya apuntaba maneras desde muy joven. Bernaola lo fichó en el Colegio Jesuitas de Indautxu porque tenía un expediente brillante y en La Comercial fue el primero de su promoción en todos los cursos. «Por esa razón me dieron una beca, lo que venía bien porque era una universidad cara. El porcentaje de becados era alto. Puede que superase el 50%».

Aparte de valorar el programa de becas, Sáenz también destaca al profesorado, ya que muchos eran profesionales en activo pegados a la realidad de la empresa. «Pedro Toledo, por ejemplo, nos enseñaba marketing cuando nadie sabía lo que era eso. Él había aprendido investigación de mercados en General Eléctrica». El expresidente del Banco Vizcaya, fallecido de forma prematura a los 54 años, marcó su trayectoria vital al ficharle para renovar la cúpula de la entidad. «Cuando realmente nos conocimos fue una vez terminada la carrera. Me apunté a un seminario que había para debatir sobre Samuelson. Allí coincidí con él y también con Javier García Egocheaga».

El propio Sáenz fue profesor de La Comercial al poco tiempo de licenciarse. «El padre Fernando de la Puente, alias Peseta, se fue a Madrid a sacarse la cátedra compitiendo con Luis Ángel Rojo, que le ganó. Así que a mí me encargaron dar sus clases de Teoría Económica. Tuve de alumnos a Joaquín Almunia y a Luis Abril». A Bernaola le recuerda como «durísimo y sin sentimientos durante la carrera y cariñosísimo tras acabar». «De hecho, me casó él».

Antes de entrar en banca, Alfredo Sáenz trabajó 15 años en Tubacex. Bueno, al principio no se llamaba así ya que nació como Tubos Especiales Olarra, pero la matriz suspendió pagos. «Mi primera tarea fue inventariar las piezas que llegaban de Inglaterra para la fábrica de tubos. Una compañía así es muy buena escuela. Yo siempre digo que la empresa industrial es como una lancha rápida y el banco como un portaviones. Cuesta mucho moverlo».

Pero él se metió en ese mundo en 1981 cuando Toledo le insistió en que se fuese con él. «Recibí dos ofertas. La suya y la del ministro de Defensa Agustín Rodríguez Sahagún. Ninguna de las dos me apetecían un pimiento. No era militarista y la banca en esa época era un sistema funcionarial que no me atraía nada». Pero al final aceptó y así arrancó su carrera en la banca. En su trayectoria le han acompañado grandes amigos que hizo en La Comercial como Santiago Zaldumbide.

Pedro Luis Uriarte 1966

«Mi primer trabajo remunerado fue de inteina»

- Pedro Luis Uriarte: Buenos días padre. Me he enterado de que buscan economistas en el Banco Vizcaya y creo que es una buena oportunidad para mí.

- Padre Bernaola: ¿Pero tú te crees que cualquiera entra en un banco?

Esta conversación tuvo lugar en torno a 1966 y Pedro Luis Uriarte la recuerda entre risas. Le falló ahí el olfato al normalmente infalible jesuita, que no supo ver las cualidades para la banca de quien luego, convertido en Plus, transformó el BBV en un gigante. Pero Uriarte acató de buena gana el rodeo que le hizo dar el padre cuya primera parada fue la empresa Industrias Metálicas Vizcaínas, donde ejercía de director financiero José Luis Marcaida, otro mítico de La Comercial. «Fabricábamos iturris y latas de sardinas. Nos compró la Crown Cork Company, lo que me vino bien para conocer el modelo de gestión americano».

La segunda parada fue la planta de General Eléctrica en Galindo. La eligió él mismo de las cinco opciones que le dio Bernaola. «Aplicaban un sistema gemelar de forma que a cada uno de nosotros nos controlaba un gestor americano. A mí eso me molestaba. Entonces mi jefe, un exmarine, me dijo que para ascender podía entrar en un curso de gestión financiera, pero me advirtió de que era durísimo. Él había sacado un 70 sobre 100. Yo logré un 99 sobre 100, la mejor puntuación nunca conseguida. Eso demuestra cómo nos preparaban en La Comercial».

Uriarte no tuvo problemas con el inglés porque era de los que, durante la carrera, se buscaba la vida en verano para viajar a Londres y practicar el idioma. «En cuarto me fui con un compañero a una pensión. Para pagarla me puse a limpiar casas, así que mi primer trabajo remunerado fue de interina. Aprendí muchísimo. Nosotros solo conocíamos el jabón Chimbo y allí había mucha variedad de detergentes. Adquirí un gran control de la plancha».

A la tercera fue la vencida y entró en el Bilbao. Pronto ascendió y en 1979 era ya director regional, con solo 37 años. «Apenas seis meses después de que me dieran ese puestazo, el presidente del banco, José Ángel Sánchez Asiaín (exalumno y profesor de La Comercial), me dijo que Garaikotxea estaba buscando a alguien para consejero de Economía y Hacienda con objeto de negociar el Concierto. Yo le respondí que de eso no sabía nada y lo mismo le expliqué al lehendakari». Garaikoetxea no se dio por vencido. «Le di tres nombres de posibles candidatos, pero él me dijo que si fallaban sería yo. Al día siguiente me llamó: Pon la radio que van a anunciar tu nombramiento. Caí como un pazguato». Uriarte, que no se resigna a ser un jubilado de sofá, se dedica hoy en día a la defensa del Concierto.

Begoña Revuelta 1970

«Nos bajaban a ver como si fuésemos bichos raros»

Las mujeres son ahora mayoría en Deusto Business Shool, con una presencia del 60%. Pero no fue nada fácil llegar ahí. Lo sabe bien Begoña Revuelta, que fue la primera mujer licenciada en La Comercial y luego profesora de Teoría Económica desde 1973 hasta su jubilación en 2009.

«Yo quería estudiar allí. En Sarriko aceptaban mujeres desde cinco años antes, pero a mí me habían hablado del prestigio de La Comercial. ¿Por qué no iba a ser yo la primera? Hablé con mi padre y fuimos a ver a Bernaola. Examinó todas mis notas con detalle y me aceptó. Incluso me ofreció una beca al entender que mi padre, técnico de Correos, no era una persona con muchos recursos. También me dijo que convenciera a una amiga para no entrar sola».

Se lo contó a su compañera del Instituto Central femenino de Bilbao, Isamari Zarauza (exalcaldesa de Plentzia por una candidatura independiente), que pensaba estudiar en Sarriko pero accedió a ir con ella. Hubo también una tercera, Maite Belaustegui. «Recuerdo que nos bajaban a ver como si fuésemos bichos raros».

Revuelta demostró muy pronto que merecía estar ahí. «Con las notas de los exámenes parciales y finales te asignaban un puesto en la promoción. En primero y segundo yo quedé segunda por detrás de Jon Santacoloma. En tercero fui la primera». A Begoña no se le resistía nada. «Se me daba bien absolutamente todo, estadística, investigación operativa... Aunque lo que más me gustaba era derecho». Por eso ella era de las que en verano estudiaba las asignaturas opcionales de la carrera jurídica para poder tener el título.

Pero al hacer prácticas en un bufete se dio cuenta del «machismo tremendo» que imperaba en ese sector. «Había habido un desfalco en una empresa y vinieron a tratarlo al despacho. El empresario exigió que la señorita se marchase de la sala. Mi jefe le explicó que era una letrada con conocimientos en economía que podían ayudar en el asunto en cuestión. Pero no hubo manera».

Entonces empezó a estudiar informática y trabajó en el Instituto Deusto como analista de sistemas informáticos de gestión. Y al poco tiempo, cuando solo tenía 26 años, Bernaola le propuso convertirse en profesora de Teoría Económica.

Joaquín Almunia 1971

«Volví de París con barba y una tesina marxista»

Joaquín Almunia no terminó de encajar en La Comercial e incluso se arrepintió de haberse metido ahí. «Me gustaba la política y, dentro de la economía, la macro. Lo de la empresa no me interesaba nada. Y era una Universidad que estaba muy volcada en esa parte, en preparar a los alumnos para ser directivos». Pero se decantó por esa opción porque había sido un buen estudiante en los Jesuitas de Indautxu y no tenía muy clara su vocación. «Quería ser arquitecto. En la familia había algunos. De hecho, un familiar por parte de madre, Emiliano Amann, hizo el edificio de La Comercial. Pero en el test psicotécnico salió que mi cerebro no era para eso».

El caso es que terminó en esa facultad aunque siempre mantuvo su pasión por la política, efervescente en esa época. «Era Mayo del 68, la huelga de Bandas (el conflicto laboral de Laminación de Bandas en Frío).... yo participaba en asambleas y manifestaciones que coordinábamos con los de Sarriko».

Al llegar a sexto (la carrera era entonces de seis años y el último era de carácter muy práctico) decidió escapar. Negoció con Bernaola para que le dejara irse a estudiar el curso a París a cambio entregar un trabajo. Así que ingresó en LÉcole Pratique des Hautes Études, muy famosa entonces por el catedrático Bettelheim. «Coincidí allí con otros de La Comercial, José Narvaiza (luego profesor de Estadística) y Santos Zunzunegui (catedrático de la UPV). En Nancy estaba Juanma Eguiagaray (exministro socialista). Iba al cine todos los días».

A la vuelta tuvo un choque con Bernaola. «Volví con la barba que se llevaba entonces y una tesina marxista. Sostenía en ella que el libre mercado no asignaba bien los recursos y que era mucho más eficiente la planificación de la economía. Cuando se la mostré casi me la tira a la cara». Almunia se ríe al recordar la escena. «Encima yo le insistí en que quería ser profesor. A Narvaiza y Eguiagaray les había aceptado. Pero me dijo que lo mío era intolerable y que desapareciese de su vista. Aun así me puso un notable en el curso».

Casualidades de la vida, el que fue comisario europeo entre 2004 y 2014 comenzó su carrera profesional en Bruselas, en el Consejo Superior de las Cámaras de Comercio. «Hacíamos un informe diario de lo que pasaba en la UE y participábamos en las reuniones de la oposición democrática». Pero se enteraron de su afiliación socialista y le echaron. Entonces murió Franco y la UGT abrió sede en Madrid. «Nicolás Redondo me fichó comochief economist», bromea. Y de ahí pasó a la política.

José Elorrieta 1974

«Muerto Franco, había que salir del armario»

Cuesta imaginarse a José Elorrieta sentado en el pupitre codo con codo con los hijos de la burguesía vasca -apellidos como Delclaux, De la Sota figuraban entre sus compañeros-. Pero el que fue secretario general del sindicato ELA entre 1998-2008 y azote de la patronal, estudió en La Comercial. Y guarda buen recuerdo de su paso por ella. Evoca con cariño el tiempo que pasaba en la biblioteca descubriendo a economistas de la izquierda y con horror el inglés.

«Yo estudié por libre y me examinaba en el Instituto de Bilbao. PREU lo hice en los Escolapios. Allí escuché a un exalumno hablar de la economía como una ciencia social. Yo quería hacer periodismo, pero solo había en Navarra y en mi familia no había recursos. Así que solicité la entrada en Deusto y me dieron una beca de la Fundación Aguirre».

En cuarto, Bernaola le pidió asumir un recorte de la beca para que otros pudieran beneficiarse del programa. «Me pareció justo. No tengo ninguna queja en ese sentido, sino todo lo contrario. Incluso me dieron un préstamo al honor (a devolver cuando ya tienes trabajo) para ir un verano a Dublín. El inglés fue una tortura para mí. Entre eso y los constantes exámenes, terminé exhausto».

Elorrieta ensalza la forma en que La Comercial preparaba a los alumnos para ser ejecutivos. «Venían a dar clase máximos responsables de bancos y empresas que habían sido alumnos. Me acuerdo, por ejemplo, de Marcaida, que nos daba contabilidad de costes. Él estaba en una empresa americana y te explicaba lo que hacía allí, que era el no va más. Eso sí, le hablabas del Athletic y se le iba la clase».

Pero a él lo que le gustaba era otra parte del programa de estudios, el pensamiento económico, la macro.... «Me acuerdo que el Samuelson, un neokeynesiano, lo impartía Pedro Toledo, que venía en taxi con unos trajes impolutos. Tenías que adquirir una base técnica, pero luego había libertad de pensamiento. Creo que ahora se pone mucho enfásis en la ortodoxia neoliberal».

El primer trabajo de Elorrieta fue en Galletas Artiach, donde coincidió con José María Gorordo (otro exalumno). Luego estuvo en Tubos Reunidos. Pero pronto se entregó al sindicato. «Había muerto Franco y teníamos que salir del armario».

Su militancia en ELA data de la época universitaria. «Yo soy de caserío, de padres baserritarras, pero mi mundo más cercano era la clase obrera. En Loiu la mayoría de gente trabajaba en las industrias de Asua. Nos reuníamos en el frontón. Así empecé en el sindicato».

Ya terminada la carrera, Elorrieta se escapaba cuando podía a la biblioteca de La Comercial. En el hall le paró Bernaola.

- Padre Bernaola: Ya sé que te has metido en política.

- Elorrieta: En política no padre, en un sindicato.

- Padre Bernaola: ¡Para mí eso es lo mismo!

José Ignacio Goirigolzarri 1977

«Tú vas al Bilbao, que yame he comprometido»

José Ignacio Goirigolzarri es un buen ejemplo de hasta qué punto Bernaola regía sus destinos, aunque, según todos coinciden, con bastante acierto. Al acabar la carrera se fue a Inglaterra a la Universidad de Leeds y volvió con varias ofertas laborales que implicaban seguir en el extranjero, algo que le atraía mucho tras catar la libertad de vivir fuera. «Fui a ver a Bernaola para comentarle las propuestas y que me aconsejara. Tenía la posibilidad de ir a París con el Chase y también al Banco Mundial. Me dijo que me olvidara de todo eso. Que le había prometido a Sánchez Asiaín enviarle a alguien de su confianza. Tenía que compensarle porque el año anterior le había mandado uno a Toledo al Banco Vizcaya». Así empezó la trayectoria de Goiri en el Banco Bilbao, que alcanzó su punto culminante en 2001, cuando fue nombrado consejero delegado. En 2009 se marchó pero en 2012 volvió a la carga para reflotar Bankia.

«Bernaola solía acertar. Era el head hunter más importante de España en esa época. Su networking era espectacular. Sánchez Asiaín y Toledo, presidentes del Bilbao y el Vizcaya, recurrían a él para configurar sus equipos».

Cuando Goirigolzarri estaba en tercero se jubiló, pero aún así seguían consultándole todo. Era una autoridad a la que nadie osaba desafiar. «Me acuerdo que en primero se intentó organizar una asamblea en su contra. Los mayores dijeron que había que aguantar pasara lo que pasara. Según apareció por la puerta, nos disolvimos. No aguantamos ni un segundo».

Goiri disfrutó en la carrera, a pesar de que se debatió entre La Comercial y medicina. Se le daban muy bien asignaturas como la contabilidad. Recuerda con especial cariño al padre Chacón, el profesor de Estadística, que debía ser una eminencia pero no se explicaba muy bien. «Había un chiste sobre él. Chacón ha escrito tres libros; el primero sólo lo entendían Chacón y Dios; el segundo sólo Dios, y el tercero ni Dios».

Valora especialmente «la barbaridad» de contabilidad que aprendían y el hecho de que asignaturas como esa las impartieran profesionales en activo con experiencia en la empresa. «Eso ha cambiado y creo que es un empobrecimiento tremendo».

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