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José Antonio Bravo
Lunes, 11 de abril 2016, 00:50
Lo que hace un decenio bien podía ser un combate desigual entre los Goliat de la poderosa industria mundial de telecomunicaciones y los David que desarrollaban unos entonces relativamente modestos buscadores y redes sociales se ha convertido hoy en día en una batalla de tú ... a tú entre grandes multinacionales. Es más, los otrora actores dominantes se quejan de que esa disputa se ha tornado ahora como desigual porque el factor regulatorio es un pesado lastre para ellos.
Entre esos Goliat están operadoras tradicionales como Telefónica (España), Vodafone (Reino Unido), Orange (Francia), América Móviles (México), AT&T (EE UU) y China Mobile (China), aunque básicamente la bandera de esta contienda ante las plataformas conocidas como Over The Top (OTT) la llevan las firmas europeas. Frente a ellos los David venidos hoy a mucho más aparecen encabezados por Google, Apple y Facebook, todos de Estados Unidos.
El relevo al frente de Telefónica de César Alierta por José María Álvarez-Pallete va a reactivar una pelea en la que la compañía lleva embarcada hace años. El campo de batalla es fundamentalmente Europa, aunque también afecta a Latinoamérica, mientras que en Asia y Norteamérica las pretensiones regulatorias de las grandes telecos no parecen haber tenido eco alguno.
Casi todos los internautas usan aplicaciones móviles para mandar mensajes. Y cada vez más para llamar. Más de la mitad de ellos en España recurre a herramientas como Whatsapp, Facebook Messenger y Skye de forma indistinta para una cosa u otra.
Según la CNMC, el 58% de los usuarios usa alguna de las tres para llamar, mientras otro 2% se inclina por opciones minoritarias como Line, Google Talk o Facetime. Además, casi el 22% dice que ya no utiliza teléfono fijo.
«Las reglas del juego han cambiado» -apunta Javier Zamora, profesor de Sistemas de Información en el IESE-, y el regulador «debe adaptarse». Y eso requiere reducir normas a las operadoras tradicionales o sumar al resto.
Su argumentación tiene dos bases fundamentales y un mismo fin para acabar con lo que el propio Álvarez-Pallete ha tachado de «internet feudal». Su tesis, compartida aunque con menos efervescencia por los ejecutivos de Vodafone y Orange, es que mientras a las OTT se les permite actuar de forma casi monopolista en la Red ellos son sometidos a férreas normas a nivel local y regional. Leyes que les generan grandes desigualdades en fiscalidad -mientras los buscadores y redes sociales tributan básicamente donde han instalado sus gigantescos centros de datos (y para ello buscan territorios de fiscalidad reducida), las operadoras han de hacerlo en cada país donde tienen negocios- e inversiones -Telefónica y sus compañeros de mesa emplearon 80.000 millones de euros en la UE en 2014, la mayoría para desarrollar y mejorar infraestructuras, mientras los Google y compañía apenas rondaron los 40 millones-.
Más allá de la base económica de sus reivindicaciones, desde Telefónica también intentan esgrimir razones más bien morales, como «el control de los datos» que los ciudadanos manejan a través de la Red. César Alierta, de pocas aunque llamativas intervenciones públicas, lo expuso de forma singular: «La gente que tiene un smartphone (teléfono inteligente) no tiene libertad porque conocen su vida (los datos sobre sus gustos que luego se aprovechan para venderles a su vez cosas); por eso tengo uno que es una carraca».
La bandera de lo neutral
Con esa apreciación, el que ha sido primer ejecutivo de la operadora los últimos 16 años quería reavivar el debate sobre la pretendida neutralidad de la Red, una bandera que de forma interesada ha sido usada por todos. Bajo ella, por ejemplo, Google, Apple y Facebook se han negado al intento de las telecos tradicionales para que las autoridades les autoricen a cobrar a las primeras tarifas especiales (como un peaje) por ser los principales consumidores del ancho de banda a cambio, eso sí, de prioridad en el tráfico. Las segundas han respondido con una herramienta para bloquear sus anuncios.
Ahora son las operadoras las que esgrimen ese estandarte para alertar del riesgo de que los buscadores y las redes sociales se conviertan en el temido Gran Hermano que ponga en riesgo tanto la seguridad de los usuarios como el grado de apertura de internet. Álvarez-Pallete pone de ejemplo a un ciudadano europeo que cambia de teléfono móvil. Ley en mano, tiene derecho a mantener su número y cambiar de compañía sin mayores trabas en apenas 24 horas.
Sin embargo, si cambia de sistema operativo (el Android de Google o el iOS/iPhone de Apple) ya puede dar por perdido todo su material guardado (películas, canciones, aplicaciones...). Por contra, los mensajes de texto tradicionales (SMS) siguen sometidos a una regulación severa aunque su uso es ya muy escaso.
En el fondo, eso sí, subyace el negocio digital -que para Telefónica supuso 3.758 millones en 2015, un 27% más- con el mayor aprovechamiento de los contenidos audiovisuales, la provisión de todo tipo de servicios a empresas y particulares a través de la Red (seguridad, educación, sanidad...) y el internet de las cosas, la conexión entre máquinas.
Las plataformas OTT ya suponen el 10% de los ingresos del sector de las telecomunicaciones si se analiza toda la cadena de valor de la industria, pero su inversión en ese desarrollo solo llega al 0,05%. Por eso las operadoras reclaman a la UE «celeridad» en los cambios regulatorios. El tiempo corre... y es dinero.
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