Me hubiera gustado encabezar este artículo de opinión con un titular mucho más lustroso, pero la realidad es la que es. En 2016 estaremos expuestos a los mismos riesgos a los que lo estábamos en años anteriores, pero con la diferencia de que la expectativa ... de rentabilidad es menor. Estimamos que el mundo acelere levemente su crecimiento respecto al 3 por ciento de 2015, básicamente porque los países emergentes toquen fondo en su reciente caída. Los desarrollados seguirán siendo resistentes gracias a su demanda interna favorecida por los actuales bajos precios del petróleo y del resto de materias primas.
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Uno de los principales riesgos está en que el bloque emergente, en el que encuadramos a China, decepcione las expectativas. En el frente de la inflación prevemos una progresiva vuelta a la normalidad, lo que significa que estará en torno al 1,5 por ciento tanto en Europa como en Estados Unidos, una vez que corrijan los efectos interanuales de la caída de los precios de las materias primas, siempre y cuando estas no sigan cayendo. La vuelta a la normalidad de la inflación va a ser compatible con la actuación prevista por parte de los bancos centrales, expansiva en Europa, China y Japón, y de vuelta a una situación neutra en el Reino Unido y en Estados Unidos, en este último caso, esperamos que la Fed sitúe su tipo de referencia en el 1 por ciento al cierre de 2016.
Elegir riesgos y aceptar rentabilidades
Con relación a la inversión, estamos nuevamente frente a la situación de que el activo libre de riesgo también lo es de rentabilidad, lo que puede impulsar a los inversores a asumir riesgos por encima de lo que les corresponde. Insistimos en que el inversor debe elegir los riesgos y aceptar las rentabilidades y nunca en sentido contrario, por muy bajas que sean las rentabilidades de los activos financieros más seguros. En este entorno, enfatizamos además en la necesidad de tener carteras bien diversificadas -una de las pocas cosas que sabemos en finanzas es que la diversificación añade valor- y bien equilibradas.
Como esperamos menores rentabilidades que en años pasados para retribuir los mismos riesgos se hace difícil tener una clase de activo favorita. Hasta ahora era la renta variable nuestra clase favorita, pero con la desaceleración mundial que hemos observado a la vuelta del verano y que no sabemos si ha tocado fondo hace que los riesgos hayan aumentado, y hemos optado por una situación de espera a ver cómo se desenvuelven las amenazas. Si se cumple nuestro escenario central, esperamos un retorno del 6 por ciento para el mercado norteamericano y del 9 por ciento para el europeo.
No a los bonos gubernamentales
En el mercado de bonos, incluso los europeos y teniendo en cuenta la actuación del BCE, no encontramos razones para tener bonos gubernamentales en cartera y optamos por estar claramente infraponderados en esa clase de activo. En los bonos emitidos por compañías privadas creemos que existe valor en los de calidad crediticia más baja, los high yield o bonos de alta rentabilidad. Dentro de éstos tenemos una clara preferencia por Europa frente a Norteamérica porque su ciclo económico de expansión es mucho más reciente.
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Pese a la discrepancia en las políticas monetarias entre la Fed y el BCE, pensamos que el euro oscilará en el rango de 1,05-1,10 y no creemos que vaya a cruzar sostenidamente la línea de la paridad. El petróleo, una vez resuelta la disputa por las cuotas entre los países productores, debería recuperar el rango de 50-55 dólares.
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