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Ana Barandiaran
Miércoles, 23 de diciembre 2015, 01:13
No hay que buscar muy lejos para analizar qué ocurriría si una alianza de la izquierda tomase el poder. Basta con mirar al país vecino. En Portugal, el Partido Socialista se unió al Bloco de Esquerdas -similar a Podemos- y al Partido Comunista para arrebatar ... el Gobierno al conservador Pedro Passos Coelho, que no alcanzó una mayoría parlamentaria suficiente en las elecciones del 4 de octubre. El nuevo Ejecutivo de Antonio Costa ya ha dado los primeros pasos para revertir recortes adoptados en el pasado. Los mercados han respondido con calma, tras un primer momento de nerviosismo. Pero no se debe olvidar que allí no se mezcla el problema territorial. De hecho, uno de las grandes diferencias es que aquí el PSOE debería pactar con los nacionalistas y que Podemos ha exigido, como condición previa a un eventual acuerdo, el reconocimiento del derecho a decidir y el visto bueno a un referéndum sobre la independencia de Cataluña.
Pese a no a arrastrar el conflicto soberanista, el pacto de gobierno no fue fácil en Portugal. Los socialistas tuvieron que cerrar un acuerdo con cada uno de sus aliados para obtener su respaldo y sumar los 123 diputados con los que echar a Passos Coelho, que se había quedado con solo 107 del total de 230. Pero se trata de un apoyo ley a ley, que obliga a Costa a ir avanzando en la reversión de los recortes y reformas aplicados por mandato de la 'troika' tras el rescate del país en 2011. El Bloco y el Partido Comunista, por su parte, accedieron a dejar a un lado sus postulados más agresivos, como exigir la reestructuración de la deuda o la salida de la OTAN. El punto de unión es el deseo de configurar una alternativa anti-austeridad.
El socialista Antonio Costa se enfrenta a un difícil reto. De un lado, debe satisfacer a sus aliados y, de otro, cumplir con sus compromisos sobre disciplina fiscal con las autoridades europeas, que observan con lupa lo que ocurre en Portugal. En sus primeras semanas de Gobierno, sin embargo, ha inclinado la balanza hacia sus compañeros de la izquierda. Desde que alcanzó la presidencia el 26 de noviembre, ha aprobado varias medidas contrarias a la austeridad: reducción por tramos de la tasa extraordinaria del 3,5% en el IRPF, subida del salario mínimo desde los 505 a los 530 euros, devolución paulatina de los recortes aplicados a los funcionarios en 2016, actualización de las pensiones y subida de los subsidios para los jubilados con pensiones mínimas.
Los mercados no parecen en absoluto alarmados por este derrotero del Ejecutivo luso. La prima de riesgo se encuentra en torno a los 192 puntos, por encima de los 175 que marcó justo tras la victoria de Passos Coelho, pero por debajo de los 223 que llegó a alcanzar tras el derribo de su Gobierno el 10 de noviembre. En cualquier caso, es un nivel bajísimo comparado con los más de 1.000 puntos a los que escaló en plena crisis de deuda soberana, cuando se precipitó el rescate. En cuanto a la Bolsa, apenas ha caído un 5% desde antes de las elecciones y acumula un alza del 9% en lo que va de año.
Hay varios factores que ayudan a entender esta relativa calma. El principal de ellos se llama Mario Draghi. El Banco Central Europeo (BCE), a través del 'quantitative easing', está comprando deuda portuguesa así como de todos los países del euro lo que amortigua cualquier incertidumbre y garantiza tipos de interés muy bajos. No obstante, Portugal debe tener cuidado. Para estar dentro del programa, tiene que mantener su calificación por encima del 'bono basura' y sólo está una escalón por encima de esta nota, de acuerdo con el criterio de la agencia DBRS, que es la referencia para el BCE. Las otras firmas de rating -Moody's, S&P y Fitch- hace tiempo que desterraron al país del grado de inversión.
La canadiense DBRS, que se pronunció el pasado 13 de noviembre, dio un voto de confianza a Costa, aunque le adviertió: «Las calificaciones pueden ser revisadas a la baja si se debilita el compromiso de mantener políticas económicas sostenibles, si afloja el crecimiento, si se revierten las reformas o si persiste la incertidumbre política».
En Bruselas también hay relativa tranquilidad porque el Gobierno socialista ha manifestado su intención de cumplir los compromisos fiscales, aunque en enero una delegación viajará al país para dejar claro que está siendo estrechamente controlado. En su último informe la Comisión Europea prevé que Portugal cumpla el objetivo y sitúe su déficit este año en el 3% del PIB. No obstante, habrá que ver qué impacto tiene en las cuentas públicas la venta de Banif al Santander con unas ayudas ligadas a las pérdidas de la entidad de 2.255 millones de euros. Hoy mismo se vota una enmienda para rectificar los presupuestos de 2016 e incluir la partida del rescate. El Partido Comunista se opone, lo que ha desatado tensión interna.
El país vecino ha sido hasta ahora un modelo de disciplina al acatar al pie de la letra las recetas de la 'troika'. En los últimos cuatro años ha puesto en marcha durísimos recortes en el gasto público, incrementos de impuestos y reformas para aumentar su productividad. Como resultado, ha vuelto al crecimiento -se prevé un 1,7% este año-, ha reducido el paro del 16% al 12% y tiene superávit comercial. Pero muchos ciudadanos no se han visto mejora alguna tras tanto sacrificio y por eso han votado por la alternativa anti-austeridad de la izquierda.
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