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Ana Barandiaran
Martes, 15 de septiembre 2015, 01:23
Subir o no subir los tipos de interés. Es el dilema que debe resolver la Reserva Federal de EE UU, con su presidenta Janet Yellen a la cabeza, en una reunión que se celebra el miércoles y jueves de esta semana. Será al cierre de ... la cita cuando por fin se conozca la decisión sobre la que más se ha especulado y disertado en los últimos tiempos. Se ha escrito tanto sobre los pros y contras, que hace unos días el Nobel Joseph Stiglitz titulaba uno de sus artículos sobre el asunto Fed up with the Fed, un juego de palabras que significa harto de la Fed. Pero es que se trata de un movimiento trascendental: lo que se debate es la primera subida de tipos desde 2006; es la progresiva vuelta a la normalidad después de que la Gran Recesión obligara a colocar el precio del dinero en cero para estimular la economía
Hace solo un par de meses no había tanta discusión. Se daba por hecho que septiembre sería la fecha elegida. Yellen había dejado bien claro que había que empezar con las subidas antes de acabar el año y los mercados parecían resignados. Pero entonces surgieron las dudas sobre la economía china, lo que hundió las bolsas en agosto. Ahora el mundo financiero está dividido entre los que recomiendan a la Fed esperar y los que le instan a actuar sin dilación.
Entre los primeros, los que abogan por aguardar, están nada menos que el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Su intromisión en este asunto, en principio doméstico, evidencia cómo los movimientos de tipos en EE UU afectan al mundo entero. Pues bien, ambos organismos, encargados de velar por la salud financiera del Planeta, advierten de las consecuencias desastrosas que tendría un inmediato aumento del dinero en la primera economía mundial.
Su principal temor es que la subida de tipos revalorice todavía más el dólar y acelere la fuga de capitales que ya vienen sufriendo los países emergentes. Muchos de ellos se encuentran en serias dificultades, con sus monedas perdiendo valor a gran velocidad. Un billete verde más caro tendría efectos muy negativos. Por ejemplo, a las empresas locales les costaría más pagar la deuda denominada en dólares.
En el otro bloque, el de los partidarios de actuar ya, también se esgrimen argumentos de peso. Uno de ellos es que la economía norteamericana da sobradas muestras de fortaleza. En el segundo trimestre creció un espectacular 3,7% .y se acerca al pleno empleo, ya que el paro se redujo en agosto al 5,1%. Admiten que la inflación sigue sin hacer acto de presencia por la moderación en los salarios, pero dan por seguro que terminará por aparecer. Les preocupa, sin embargo, que el mantenimiento de los tipos a cero alimente burbujas financieras y recuerdan, en este sentido, que las bolsas han subido casi sin parar desde 2009. También creen que es positivo acabar de una vez por todas con la incertidumbre de cuándo aumentará el precio del dinero en EE UU.
Quizás es por el respeto que suscitan los defensores de esperar -el FMI y compañía-, pero en estos momentos solo un 28% del mercado apuesta por una subida de tipos en la reunión de esta semana. La mayoría cree que la decisión se retrasará a finales de año. José Luis Martínez Campuzano opina que este bajo porcentaje es una pista muy fiable de lo que va a pasar o más bien no va a pasar. A la Reserva Federal le gusta ser previsible y está claro que no ha preparado a los inversores para una subida. No creo que haya sorpresa porque sería muy mal entendida, explica. Así que la pobre Yellen tendrá que seguir devanándose los sesos con su gran dilema.
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