Manu Alvarez
Lunes, 7 de septiembre 2015, 12:33
El empresario gaditano José María Ruiz-Mateos ha fallecido esta mañana a los 84 años en un hospital de Cádiz a consecuencia de una neumonía. El fundador de Nueva Rumasa estaba ingresado desde mediados de agosto en el hospital de Santa María del Mar de ... El Puerto de Santa María.
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José María Ruiz Mateos construyó su imperio, Rumasa, con la tecnología más antigua de los tiburones empresariales norteamericanos. Fijaba sus ojos en una empresa en dificultades y llegaba como un teórico salvador, para librar al empresario original de lo que en la mayoría de los casos se vislumbraba como una quiebra segura. Encandilaba a medio mundo. A la plantilla, a las entidades financieras -hasta que pudo tener las suyas propias- y a la Administración, para reflotar las compañías aunque, en realidad, en muchos casos toda la estrategia se concentraba en generar una actividad circular -unas empresas se compraban a otras-, con un resultado final bastante negativo. Lo mismo daba que el negocio a rescatar fuese una bodega centenaria, unos grandes almacenes, una cadena de hoteles o incluso un banco. Y eso sí, todo ello bañado de un barniz populista que le llevaba a trufar su mensaje con manifestaciones de firme vocación de los productos agrícolas nacionales, de la defensa de los nuestro o de la consideración de que su plantilla era, en realidad, su familia.
Pero las crisis económicas tienen, entre sus escasas ventajas, la habilidad de poner a flote los montajes empresariales que se sostienen únicamente como las bicicletas: no porque tienen una base sólida, sino porque alguien se preocupa de que estén en movimiento permanente para evitar que se caigan. Y la crisis del petróleo y su traslación a la España de finales de los 70 y principios de los 80, unido a la llegada al poder del PSOE, ansioso de demostrar que en España era necesario hacer un cambio radical y que entre las tareas pendientes estaba la de dejar de adorar a algunos empresarios 'del régimen', convirtió al señor en el truhán nacional.
En 1983 el ya fallecido Miguel Boyer, ministro de Economía del primer Gobierno de Felipe González, decidió acabar con el mito del empresario que hacía milagros con las sociedades al borde de la quiebra. A ningún Gobierno español se le ocurriría ahora hacer una expropiación de un grupo empresarial, pero a Boyer sí, quizá porque fruto de su inexperiencia al frente de la cosa pública cometió el error de desvelar en público que el Banco de España tenía muchas dudas sobre la salud financiera de los bancos del grupo Rumasa. A partir de ahí, la bicicleta de las empresas del grupo de la abeja se fue parando y José María Ruiz Mateos decidió huir de España, a sabiendas de que en la contabilidad de sus compañías había más irregularidades que en una carretera local de la época.
El Gobierno privatizó las empresas de Rumasa, en un proceso no exento de polémica sobre su valoración y los méritos de los compradores, al tiempo que el empresario volvía a España -tras esconderse durante algún tiempo en Alemania, país en el que fue detenido- y recurrir al esperpento para denunciar lo que, en su opinión, no había sido sino un robo por parte del Gobierno. Sus apariciones vestido de Supermán, el ¡que te pego leche! en un intento de agredir al ministro expropiador y sus innumerables parodias callejeras convirtieron al empresario en un auténtico chiste. Incluso decidió hacer una incursión en la política, que se saldó con un notable éxito inicial pero que acabó diluyéndose.
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Pero una parte de la población española compró la idea del robo y siguió pensando que Ruiz Mateos había injustamente perseguido por el Gobierno socialista. Esa fue la base sobre la que en 1990 inició la construcción de la 'Nueva Rumasa' y también la trampa sobre la que llegó a convencer años más tarde a miles de ciudadanos, a los que consiguió convencer para que le prestasen su dinero -300 millones de euros de unos 5.000 ahorradores-, que Ruiz Mateos enterró en su aventura empresarial que ha llevado a buena parte de sus hijos a iniciar un peregrinaje judicial, donde han sido condenados por fraude a la Hacienda pública.
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