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elcorreo.com
Martes, 28 de abril 2015, 00:19
Profundo conocimiento de la realidad empresarial española. Estudios en el extranjero y MBAs de relumbrón. Experiencia más que demostrada en la gestión de negocios. Y cierta tendencia a la incontinencia verbal. Además de unos sólidos contactos con el stablishment, estas parecen ser las condiciones para ... ostentar la presidencia del Círculo de Empresarios. Mónica Oriol estuvo al frente de la organización durante tres años, un tiempo más que suficiente para entrar y salir del ojo del huracán con pasmosa frecuencia por sus polémicas declaraciones, que le llevaron a rectificar en más de una ocasión y, en última instancia, a presentar su renuncia. A su sucesor, Javier Vega de Seoane, sólo le ha hecho falta un acto público para demostrar que a las enormes responsabilidades que conlleva estar a los mandos del 'lobby' empresarial hay que sumar la obligación de soltar alguna que otra pequeña boutade en público.
"Los parados, esos pobrecillos que están en la calle, estarían encantados de tener un marco laboral más flexible", aseguró ayer lunes Vega de Saone durante su intervención en el Foro ABC Deloitte. Recogía el testigo y estilo de su predecesora, Mónica Oriol que hizo célebre aquel "Prefiero a una mujer después de los 45 años o antes de los 25 para evitar embarazos", con el que el pasado octubre ventiló en público su poca sensibilidad con cualquier asunto relacionado con la conciliación familiar. Pidió disculpas, claro. Pero aquella no había sido su única 'perla'. Cuando 'la casta' era el eslogan político del momento, sólo un mes después del éxito sin parangón de Podemos en las Europeas, Oriol utilizó el término para referirse a los sindicatos. "Defienden lo sectorial, no la competitividad. Son la herencia de los sindicatos verticales del franquismo", apostilló.
Quizás a Mónica Oriol no le faltó razón cuando puso en tela de juicio el nivel de inglés de los españoles -"la media no pasa del 'my taylor is reach'", aseguró-. Pero se metió en un jardín muy espinoso cuando acusó de practicar el "parasitismo" a aquellos que perciben el subsidio de desempleo. "Nadie acepta un trabajo si tiene por delante dos años de prestaciones", razonó. Algo más de humor -tampoco demasiado fino- demostró al comparar el matrimonio con un trabajo: "En España es más difícil romper con una relación laboral que con un matrimonio". Sin embargo, uno de los comentarios más desafortunados dentro de ese rosario de perlas de lo incorrecto en el que se acabó convirtiendo el conjunto de sus apariciones públicas fue el que realizó con los jóvenes españoles que abandonaron los estudios para dedicarse a la construcción como víctimas de sus críticas. "No sirven para nada y no se les debería pagar el salario mínimo que no llegan a producir", soltó sin despeinarse.
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