El Euromillones del viernes: comprobar resultados del 31 de enero

Con el txoto puesto y sobre una mesa de billar. Otros la llamarían capucha, pero estamos en Bilbao. «Todo empezó cuando un fotógrafo 'freelance' de Barcelona vino a la Sociedad Bilbaina buscando localizaciones para hacer una sesión a un músico internacional». Quien habla es José ... Luis Cazorla Quílez, jefe de Secretaría de este lugar. De forma precisa y cuidada aporta datos sobre cierta fotografía de su sala de billares. Cada rincón de este botxero club guarda un fragmento de los últimos 182 años de nuestra existencia. Quizá por ello la Oficina de Turismo de Bilbao envío al fotógrafo a dicha Sociedad, intuyendo que podría resultar interesante. No era apuesta segura. Buscaba un garaje. Pero se enamoró del edificio. Y así surgió una portada que ya es legendaria. La de Dylan y Bilbao en 'Rolling Stone'.

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«Aquel hombre realizó un amplio reportaje que envío a su cliente de Los Ángeles, el reputado fotógrafo de 'celebrities' Sam Jones». Escuchando a Cazorla queda claro que no se trataba de un asunto baladí. Pasados los días supieron que Jones estaba encantado y quería realizar la sesión en sus salones. El fotógrafo 'freelance' contactó de nuevo con ellos. Y desveló que el trabajo era para la mítica revista y que el protagonista era Bob Dylan, con motivo de su último disco, 'Tempest'. Se iba desvelando el secreto. La sesión fotográfica se realizaría coincidiendo con el concierto que daría el cantante en las inmediaciones del Guggenheim. El plan carecía de fisuras. Pero las estrellas y los séquitos tienen sus cosas. Y Dylan y Jones, acompañados de un grupo de colaboradores, llegaron por la mañana.

Pidieron tranquilidad. Bob se instaló en el Salón Bilbao, de la primera planta, y tras un biombo. La sesión no fue ni corta ni seguida. Tomaron fotografías en los salones de billar, de ajedrez y en el hall principal. Después de comer salieron a realizar tomas por las Siete Calles. Tras un recorrido intenso regresaron por la tarde y continuaron haciendo fotos. El resultado quedaría para la posteridad en aquel número de la revista que incluía varias fotos. «La portada se sacó en el hall principal, en otra se le ve jugando al billar acompañado de una modelo y en una tercera aparece en el Salón Ajedrez, con un póster de Anatoli Kárpov detrás. Es en la que Dylan simula estar componiendo una canción», añade preciso y conciso.

La modelo y la plancha

En cuanto a de qué se habló y lo que sucedió tras bambalinas, la discreción es norma de la casa. Pero sí se supo y fue publicado que Dylan, en ese período de su vida, pintaba cuadros. Y que, en un futuro, le gustaría exponer en el respetado Guggenheim Bilbao. De momento lo único que dejó en nuestra villa fue su firma en el Libro de Oro de la Sociedad Bilbaina. Y no ocultó su interés por su singular club. Pero hay algo más. Una de esas anécdotas que tanto nos gustan, que es conocida por todos sus socios y que nos desvelan hoy.

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«Durante la sesión fotográfica, la modelo de la foto del Salón Billar planchó la camisa de Dylan en una de las mesas de ajedrez, sin poner protección alguna, dejando para la Historia una huella imborrable en la citada mesa». Doy fe. Se aprecian claramente los efectos de la plancha. Pero resulta encantador y digno de aplauso que no la hayan sustituido. Quienes adoramos la intrahistoria venderíamos el alma por conocer esos pequeños retales del ayer.

Porque, más allá de resultar curiosos en una tertulia o sobremesa, aportan una imagen exacta y más fiable de lo que fue. Como si esa huella fuese en sí misma otra fotografía. Una que nos recuerda, más que ninguna otra, el paso de un artista legendario y premio Nobel por cierto lugar de la vieja Europa.

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Por suerte la modelo no eligió para planchar aquella camisa del músico la mesa en la que jugó, años atrás, un tal Kárpov y que desde entonces lleva su firma. Por cierto, de ésa y de más historias hablaremos otro lunes. Porque pienso regresar a ese maravilloso lugar que es la Sociedad Bilbaina. Esencia y flema de nuestra ilustre y noble villa.

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