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«Yo siento que Urkiola es la memoria de un mundo que está desapareciendo», ha reflexionado Felix Moreno, uno de los únicos vecinos que quedan ... y encargado del mantenimiento de la iglesia desde hace ocho años. Este invierno ha sido el primero en el que todos los negocios han permanecido cerrados, dejando una impresión de soledad nunca antes vivida en el enclave. La desaparición de su oferta hostelera y el descenso en la celebración de bodas en su santuario son prueba de la transformación que ha vivido el espacio en los últimos años.
Uno de los golpes más duros llegó en 2021 con el cierre del restaurante Bizkarra, un establecimiento casi centenario y parte fundamental de la identidad del lugar. Regentado durante tres generaciones por la familia Bizkarralegorra, su despedida dejó un vacío en la propuesta gastronómica. Años atrás, en 2020, ya había cerrado el Buenos Aires, otro de los históricos restaurantes situados en la carretera. Asimismo, el hotel Lagunetxea, situado junto a la iglesia, cerró sus puertas en octubre a fin de someterse a obras de restauración y se espera que reabra este año. Sin embargo, su parón invernal ha dejado a la zona en una inusual sensación deshabitada. Actualmente, de los cuatro que llegaron a haber, solo el Landajuela Jatexea sigue en funcionamiento tras reabrir en 2018.
«Una de las razones por las que la hostelería ha sufrido un declive en la zona está estrechamente ligado a los cambios en la manera en que la gente disfruta del entorno natural», ha afirmado Moreno. Este recuerda cómo anteriormente los visitantes pasaban el día entero en el parque, comían en los bares y cogían el autobús de vuelta. Ahora, la mayoría de los excursionistas suben y bajan en su propio vehículo, lo que ha reducido el impacto económico en los establecimientos locales. «Al tener transporte individual, el ritmo se acelera y les permite o bien llegar a casa a comer o cargar el maletero de provisiones para pasar el rato», ha explicado. Otro de los motivos que ha causado esta situación ha sido la falta de relevo generacional. «Eran negocios familiares, que se traspasaban de una generación a otra, hasta que ha llegado el punto en que los sucesores no se han querido hacer cargo», ha asegurado Moreno.
El santuario de Urkiola, que en la década de los 90 llegó a acoger hasta 150 bodas anuales, registró únicamente seis enlaces en 2024. De estos, dos se celebraron el mismo día. Moreno señala que el descenso no es un fenómeno que haya sucedido exclusivamente allí, sino una tendencia global. «Es importante partir de la base de que ya no se celebran ni siquiera por el juzgado. La sociedad, las creencias, la cultura y la forma de vivir han cambiado», ha añadido. Por otro lado, a excepción de las festividades de San Antonio (Abad y de Padua), en los últimos dos años, tiene una media de 60 personas que acuden a misa cada domingo de diferentes localidades de Euskadi.
Con el paso del tiempo ha pasado de ser uno de los mayores atractivos de Bizkaia a convertirse en una segunda opción de ocio y turismo vasco. «Qué pena, con lo que era esto en su día». Es una frase que se repite entre los que se acercan y recuerdan tiempos pasados. «Parece que la culpa es del monte y no es así. Siempre fue un lugar espiritual y en la actualidad simplemente se ha convertido en un destino turístico. La gente no ve que se ha perdido esa esencia», ha concluido Moreno.
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