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Descubrir un fenómeno hasta inadvertido a través de los ojos del Anboto, la pared más inaccesible de esta montaña mágica, donde Mari, la diosa de la mitología vasca, ha instalado su morada. Junto a su cueva, los buitres y el alimoche intentan sacar adelante sus ... pollueloss, las chovas no paran de gritar y los acentores alpinos deleitan con sus cantos. La asociación cultural Gerediaga ha convertido en podcast esta investigación realizada por el astrofísico salmantino Jorge Hernández.
En una de sus aristas, dos ojos vigilan al pequeño pueblo de Arrazola, que se encuentra en su falda. Otras tantas veces al año, el sol los ilumina y entonces se puede ver la poderosa mirada de la dama del Anboto que vigila la ermita de San Roke. Precisamente, Hernández se quedó alucinado con este fenómeno cuando vino a estudiar un máster a Bilbao.
«Poco tiempo después de recalar en Bizkaia, mis amigos Idoia y Jon me hablaron de un majestuoso monte muy importante para Euskal Herria, famoso por alojar la cueva de Mari, pero que para mí en aquel entonces era desconocido. Guiado por ellos, tuve poco tiempo después la oportunidad de visitarlo y subir hasta el conocido como ojo de Bentanetan. El viento allí arriba soplaba veloz, e inflaba mis pantalones mientras yo me asomaba por primera vez a través de aquel agujero en la montaña. Ochocientos metros bajo mis ojos yacía la anteiglesia de Arrazola, con sus preciosos caseríos dispersos por todo un valle verde, un paisaje casi exótico para mis ojos, criados en la meseta castellana», explica en una publicación de la revista 'Astola'.
«El único fenómeno similar que tenía consciencia, es decir, de un agujero en la montaña que justo da a un templo religioso es un caso en el valle de Elm (Suiza) que también proyecta un rayo de luz solar que llega a iluminar una iglesia situada en el valle. Me pareció muy llamativo que hubiera en la provincia y quería saber si realmente pasaba el sol», explica a EL CORREO.
Dos o tres veces al año
En su trabajo, incide que hay dos ojos (también llamados 'ventanas' o simplemente 'agujeros') en el Anboto: el de Bentanetan y de Azkilar. «Mis amigos habían oído que en algún momento del año, el sol atravesaba esos ojos e iluminaba la ermita en Arrazola y, como astrónomo interesado en la forma en que los objetos celestes y sus movimientos impregnan las culturas, esta historia me fascinó», recalca.
«El primero es más interesante, es muy pequeño pero tiene alrededor como un círculo de piedra que es capaz de bloquear la luz del sol, un rayo muy fino. El otro es un ojo mucho más grande, pero el sol, en ese momento, no llega a estar cubierto totalmente. No tiene piedra alrededor que bloquee los rayos, creo que es menos bonito», argumenta. Este investigador también habló con gente del valle de Atxondo y observó que sólo los mayores habían oído hablar de esta historia.
Unos pocos hasta habían visto el sol atravesar los ojos del Anboto, pero no estaba claro cuándo sucedía el fenómeno, o si la ermita había sido construida en esa ubicación de forma intencionada. Además, la historia era sólo conocida por unos pocos, y parecía estarse perdiendo. «Me guiaron unos amigos a subir hasta el ojo, me quedé impresionado por las vistas del valle. No se sabía la fecha en la que aparece este fenómeno que pasa dos o tres veces al año. Miren, sacristana de la parroquia, me dijo: 'Hay una época en la que, cuando el sol baja desde la ventana, da a la ermita'», confiesa.
En concreto, el sol pasa por el ojo de Bentanetan hacia los días 11 de marzo y 1 de octubre, y por el ojo de Azkilar el 6 de marzo y 7 de octubre. No se puede asegurar que la ermita fuera construida en esta ubicación o con esa orientación intencionadamente. El hecho es que el fenómeno se da, y durante pocos minutos al año podemos ver esta bonita alineación astronómica.
«El fenómeno no es fácil de ver, porque hay nubes. Si no hay ninguna nube, no es un fenómeno especialmente espectacular, sino que simplemente es un rayo de luz muy pequeño que no alumbra tanto. Se puede ver el rayo de luz atravesando los ojos del Anboto y observar el sol es peligroso. Hay que hacerlo con protección material, similares a los de un eclipse, como una cámara estenopeica (conocido popularmente como oscura)«, confiesa.
Lo más complicado, para este profesional de la materia, han sido los cálculos en sí, porque hacía falta la posición precisa de los agujeros del Anboto. «Fue utilizar fotografías con estrella y tener las estrellas como referencia. Los cálculos no fueron sencillos, intentar terminar a qué punto el rayo de luz era suficientemente intenso para iluminar la ermita. Otra parte complicada es llegar a ver el fenómeno y a veces, había niebla», prosigue. También recuerda el frío que atravesó en su investigación allá por el mes de diciembre.
«Tras entrevistar a bastantes vecinos de Arrazola y a algunas personalidades eclesiásticas de la zona, y consultar la documentación que estaba a mi alcance, no he encontrado pruebas suficientes para confirmar o desmentir si la ermita fue construida a propósito para que el sol le diera a través de los ojos del Anboto», subraya.
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