manuela díaz
Viernes, 22 de mayo 2020, 18:46
Aunque la puerta de la habitación Antonio Gutiérrez, de 69 años, ha estado durante todo el confinamiento abierta, la soledad ha sido su compañera inseparable en los últimos dos meses. Allí, entre esas cuatro paredes, ha trascurrido su día a día. Solo las visitas de ... las trabajadoras de la residencia sociosanitaria IMQ Igurco Orue de Amorebieta-Etxano, en la que vive desde hace un año junto a otros 120 residentes, y las videollamadas de sus familiares, han logrado romper la envenenada realidad que ha traído consigo el Covid-19. Por eso, cuando este mediodía ha podido salir al jardín en su silla de ruedas, tomar el sol, respirar profundamente y ver a sus compañeros después de tantos días de soledad, el momento ha sido sin la menor duda «grandioso, cómo si nos hubiera tocado la lotería».
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A pesar de la dureza de estos más de dos meses, este abulense que lleva medio siglo entre Sestao y Lemoa, ha insistido en que no hay que bajar la guardia y «tener mucho cuidado». El coronavirus ha tratado de abrirse camino en su entorno con doce positivos. El 30 de marzo fallecía el primer y único residente en IMQ Igurco Orue, al que el Covid-19 había atacado con mayor virulencia. El resto, entre ellos un hombre de 98 años, han conseguido vencer al virus. «Para los resientes ha sido muy duro, tanto por el confinamiento en sus habitaciones como por el miedo a los contagios, conscientes de que había casos en la residencia y hostigados por las noticias» ha explicado Mercedes de la Sota, directora de la residencia IMQ Igurco Orue.
Sin embargo, el miedo y la tristeza que han definido los dos últimos meses, han brillado por su ausencia. Más de 70 residentes, acompañados por sus cuidadores, han salido por primera vez desde que se decretó el Estado de Alarma al exterior. Y lo han hecho con una ofrenda floral a la Virgen del Carmen, que descansa en una capilla del jardín. Esta pequeña píldora de realidad ha sido la mejor prescripción psicológica que se les podía dar, ha asegurado Mercedes de la Sota.
«La normativa hasta ahora ha sido el confinamiento en las habitaciones y las únicas visitas permitidas han sido aquellas estrictamente necesarias y bajo orden médica», ha explicado De la Sota. Unas visitas que se han llevado a cabo en un recinto extorno a la residencia, cedido por los pasionistas. Así mismo, desde el primer momento del aislamiento han recibido dos videollamadas semanales y los familiares han podido disponer de un informe diario sobre el estado de sus seres queridos.
Este mediodía, la residencia vivía un nuevo paso en la desescalada. En grupos de diez, ataviados con mascarilla, respetando las distancias de seguridad obligatorias y animados por el sonido de las trikitixas, han hecho un recorrido exterior por las instalaciones ubicadas en el barrio zornotzarra de San Miguel de Dudea. Una vez frente a la Virgen del Carmen, el sacerdote pasionista aita Martxel ha realizado una oración y cada residente que ha tomado parte en la romería ha hecho entrega de una flor. Un momento, que a Antonio Gutiérrez le ha evocado aquellos veranos de su infancia en Ávila cuando junto a sus amigos iban al monte a recoger flores para llevarlas a la escuela cada viernes de mayo.
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De la Sota ha reconocido emocionada que «ha sido una fiesta maravillosa tanto para los residentes como para nosotras». Ha asegurado que queda trabajo y que tendrán que ir poco a poco conquistando los espacios comunes y redefiniendo otros nuevos. También ha querido mostrar su solidaridad con todo el sector que se dedica a cuidar a las personas mayores. «Nos hemos llevado el mismo susto y hemos puesto el mismo arrojo que los profesionales de la salud, no hemos dejado ni un solo momento de cuidar a los mayores y de tratar de mitigar su abatimiento», ha reconocido.
Según ha informado, la romería se ha realizado ante la petición de varios residentes que, tras no haber podido asistir a oficios religiosos durante la fase más complicada de la pandemia, solicitaron este acto. Una vez concluida la romería y la ofrenda floral, se ha servido un refrigerio y un helado a los presentes, en los exteriores de la residencia, aprovechando el buen tiempo de la jornada.
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