
Manuela díaz
Jueves, 8 de septiembre 2022, 23:57
Maristak no cuelga la bicicleta tras el verano. El centro, que lleva desde 2018 con una línea de gestión para incentivar su uso entre el profesorado, estrena este curso el primer taller impartido en Euskadi especializado en montaje, reparación y mantenimiento de bicicletas. A caballo entre las plantas de Orbea en Mallabia y BH en Vitoria, no ha querido hacer oídos sordos a la demanda que desde hace unos años se ha abierto en el mundo de la movilidad sostenible. «Las empresas afirman que necesitan profesionales en el sector de las bicicletas que difícilmente encuentran en el mercado actual. Veíamos necesario ofrecer formación a este nuevo nicho que está todavía por explotar», apuntó el director de Maristak, Dani Irazola.
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En colaboración con la Diputación de Bizkaia y el Departamento de Educación del Gobierno vasco, abren así una nueva vía estratégica vinculada al mundo de la bicicleta, que aborda la propia reparación de los vehículos, pero también la fabricación y diseño de bicis o componentes de las mismas. En horario matinal ayer arrancaron el curso una docena de jóvenes, aficionados a las bicicletas y a la mecánica. El ciclo de formación reglada está dirigido a alumnos que hayan realizado un ciclo medio ligado a la fabricación mecánica. Sin embargo, la intención es que a lo largo de este año, y atendiendo a la demanda, se abra al público adulto un curso más dinámico y menos encorsetado, que no requiera de estudios previos, y que se impartirá a las tardes.
Esta tendencia natural al uso de la bicicleta, que despuntó tras el confinamiento, lleva años circulando en Maristak. El centro cuenta desde 2018 con un pequeño taller para solucionar cualquier tipo de incidencia, más aparcamientos, un servicio de cesión de bicicletas eléctricas para los trabajadores, además de pagar el kilometraje en bici a los docentes.
Ayer, además, el tradicional reto que abre el inicio del curso daba un giro de tuerca para hacer un giño a la nueva especialización. Si ya era complicado idear en grupo un prototipo de avión que debían hacer volar sin que su piloto -un huevo- acabara derramado en el suelo, los 600 alumnos que ayer se dieron cita en el patio tuvieron que rebanarse los sesos para que su propuesta pudiera acoplarse a una bicicleta. «Que además de un rodaje, las bicis puedan tener un despegue», apuntó Irazola.
El objetivo de reto era recuperar el parón de los dos últimos años y «trabajar en la dinámica colaborativa y hacer equipos para resolver problemas trabajando la creatividad y eficiencia», matizó el directo. Este año, ha aumentado el número de alumnos hasta rozar los 600 y se ha asentado el ciberseguridad de manera reglada.
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«Al principio ha sido algo extraño y difícil, pero a medida que hemos empezado a aportar ideas ha sido interesante, esperamos que funcione», apuntaba Irati Garate, alumna de 2º de Humanístico. Su diseño ovalado distaba mucho del clásico avión de Ariane Soto, que apuntaba que este tipo de dinámica facilita la integración el primer día.
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