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Reivindicar la huelga laboral. La clase obrera del Durangaldea, mantuvo varias luchas al inicio de los años setenta, principalmente con el objetivo de negociar sus condiciones laborales. Uno de los más conflictivos se produjo en la empresa Inder ubicada en Berriz. El incumplimiento del convenio apalabrado en el año setenta y tres, motivó el inicio de una huelga que duró 40 días en 1.974. La misma, se podría considerar como una de las más importantes, tanto por su duración como por su combatividad.
«Inder, contaba con una plantilla de 148 trabajadores; se dedicaba al automóvil y maquinaria agrícola y gran parte de su producción era destinado a Motor Ibérica. Dos años anteriores al conflicto, se consiguió que la empresa abonara el 20% sobre el convenio provincial. El año anterior al conflicto, en 1973, fueron despedidos cuatro obreros y Sindicato Vertical admitió los despidos. A principios de mayo de 1974, los trabajadores solicitaban además de mantener el aumento del 20% sobre el convenio provincial, una subida lineal. La empresa, se negó a aceptar no solo dicha subida lineal, sino que tampoco aceptaba mantener la subida anteriormente ya pactada», explica Matias Oregi, extrabajador y participante de esta huelga.
En dicho momento, los enlaces dimitieron y los trabajadores decidieron funcionar de manera asamblearia como máxima representación, actuando al margen de los cauces legales del Sindicato vertical (sindicato franquista) y rechazando dicha vía. «Llega el siguiente año y en 1973-74, se reclama que se cumpla lo acordado el año anterior. La empresa se niega a cumplir ese acuerdo, entonces, hay una decisión de los trabajadores y van a la huelga», subrayan un grupo de extrabajadores de aquella empresa.
«Se decide no utilizar las vías legales porque estaban a favor de la patronal. Se va a la huelga. Las decisiones son que la asamblea de los trabajadores es el órgano donde se discuten las cosas y se elige a un representante de los trabajadores para negociar. En ese momento, se crea una caja de resistencia, la lucha era fuerte para sufragar a las personas necesitadas. Se empieza a recoger dinero en las tiendas, empresas… en Berriz, incluso a nivel comarcal en las iglesias», detalla Oregui, actualmente forma parte del movimiento de pensionistas de la localidad.
En las asambleas, las decisiones se tomaban por mayoría. Se eligió un comité que era revocable y el mismo, se encargaba de negociar y repartir tareas. La patronal, se niega a dialogar con la comisión, diciendo que no es legal, pero la postura de los trabajadores se impuso. Ante la negativa de la empresa de mantener la subida anteriormente aceptada, los trabajadores, decidieron iniciar una huelga que fue convocada por la comisión elegida en Asamblea. En la misma, se decidió que la gente que estaba en edad de jubilación no participara en dicha huelga.
El 15 de mayo, comienza la huelga. El movimiento obrero sale de la fábrica a la calle. Se creó una caja de resistencia, con aportaciones recogidas en las empresas, comercios y población civil de Berriz y en las iglesias de Durangaldea. Por decisión de la Asamblea, dicho dinero, se destinó exclusivamente a distribuir entre los más necesitados.
«Se calcula que se recoja 500.000 pesetas, hay un desarrollo fuerte a ese nivel y el objetivo era ayudar a los más necesitados con normas para ello. Se crean días de solidaridad y se paran bastantes empresas como Lasuen, ONA, Mega», explican los extrabajadores.
Los paros en solidaridad fueron numerosos en Berriz, donde se recibió el apoyo de los comerciantes y empresas. El 17 de junio, se convocó una huelga general, que se extendió en todo el pueblo, con cierre de comercios, y de casi todas las empresas, incluyéndose también algunas de Durangaldea. A cada comerciante del pueblo, se le impuso una multa de 5.000 pesetas.Uno de los curas de la parroquia de Berriz, al principio apoyaba a los trabajadores, sin embargo, al final se mostró a favor de la empresa, atacando a los obreros en sus homilías de una forma ofensiva.
«También se crearon piquetes, para informar y repartir escritos. La postura de la Patronal fue la represión, engaño y chantaje. Hubo amenazas directas a los trabajadores, cartas individuales invitando a deponer su postura, volver al trabajo, tratando de romper la unidad de los trabajadores. Hubo detenciones por parte de la Guardia Civil, y algunos de ellos fueron torturados (estamos en época de Régimen franquista). Fueron 18, los trabajadores que pasaron por el cuartel, siendo interrogados por el famoso capitán Hidalgo, conocido represor», explicó Oregui.
La empresa trajo trabajadores de Ávila y Zaragoza, para sustituir a los huelguistas. Estos fueron hospedados, en hoteles de la comarca y Eibar. Esto provocó fuertes reacciones contrarias a ellos y a los esquiroles. En el transcurso de la huelga, se dialogó con ellos, y algunos, decidieron marcharse pues se consideraron engañados (les dijeron que si trabajaban 3 meses, les hacían fijos).
«Hay un acuerdo económico, pero la empresa se quería salir con la suya y hacer despidos. Barajan tener 8, después se pasa a 4 y al final quedan en dos, que no se admitieron. Vamos a ir a ganar y si no nos retiramos. 51 personas pidieron la cuenta, entre ellos obreros cualificados como torneros y fresadores. La empresa queda tocada al tener que renovar muchos puestos especializados y años después, en la década de los 90, se produjo su cierre», explica Oregui, que se formó durante una década en Inder. «No había problema a la hora de encontrar trabajo, yo por ejemplo, estaba en un mando intermedio. Toda la gente buscó trabajo», concluye.
Se vio claramente, que el gerente de la empresa, mantenía contactos y colaboraba con la Guardia Civil. Así mismo, el jefe de personal de Motor Ibérica, se trasladó a Berriz, para colaborar activamente con la empresa, dirigiendo el conflicto. La Asamblea, mantuvo una postura firme. Mientras hubiera trabajadores detenidos, se rompían todas las negociaciones. Una vez puestos en libertad, las negociaciones siguieron adelante exigiéndose la admisión de todos, pero la empresa seguía manteniendo los despidos. Prácticamente se llegó a un acuerdo económico, pero la empresa seguía sin admitir la readmisión de todos, exigiendo despidos. En solidaridad con los despedidos, la actitud de los trabajadores era exigir la readmisión de todos o pedir la cuenta.
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