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MANUELA DÍAZ
AMOREBIETA
Lunes, 3 de diciembre 2018, 00:40
Lejos de lo que podría pensarse, en Euskadi, tierra de pottokas duros y adaptados al clima húmedo y la orografía abrupta, el caballo árabe campa a sus anchas. Habitual en hipódromos o raids internacionales –disciplina ecuestre en la que se recorren grandes distancias ... en un día–, se ha hecho un hueco en nuestro territorio no solo por razones sentimentales, sino porque existe un nicho de negocio que afianza a esta cabaña.
El coste de un caballo de raza árabe o mezcla con anglosajona y el español, que son las que se crían en Euskadi, supera los 3.000 euros a partir de los seis meses de vida. Una vez domado y con distinciones deportivas, su precio se triplica o cuadruplica. Además, existe una ventana abierta al comercio internacional, ya que el 80% de los caballos deportivos criados en Euskadi se exportan a Emiratos Árabes. Una interesante oportunidad de negocio que contemplan los criadores vascos que ayer se dieron cita en la primera edición del Concurso Morfológico de Caballos Deportivos, celebrada en el centro hípico Kati-bi de Amorebieta.
«Existe un mercado real y una demanda de ejemplares de calidad, algo de lo que somos conscientes aquí y por lo que hemos apostado», señalaba Jon Alberdi, presidente de la asociación de criadores de caballos deportivos de Euskadi, fundada hace año y medio y promotora del certamen. Su decidido empeño por cuidar la línea genética de estos caballos se está cobrando sus primeros frutos en diversas pruebas deportivas, hasta el punto de que «nuestros caballos no tienen nada que envidiar a los del resto de Europa», sostiene el responsable de la entidad.
Alberdi sabe bien de lo que habla. No en vano es el fundador del centro hípico Kati-bi, que lleva más de cuatro décadas dedicado a la cría de equinos. Una pasión que le animó a rescatar de la extinción al pottoka vasco hace más de una década y ahora le ha empujado a dar un paso más allá con la creación de esta asociación y la introducción del caballo deportivo en el agro vasco. «Era algo necesario y no entendíamos cómo, siendo ventajoso económicamente, siguiera apartado del sector primario», matizó. Según Alberdi, su mantenimiento es parecido al de otras razas equinas, aunque las ganancias son mucho mayores.
Eso sí, esta cría selectiva tiene unos costes añadidos que tratan de garantizar unos «orígenes contrastados a nivel deportivo para que tengan un valor añadido en su comercialización», según señaló Osertz Lejarreta, miembro de la asociación y jinete de carreras de resistencia. Una yegua oscila entre 3.000 y 10.000 euros, mientras que las cubriciones con sementales contrastados y punteros alcanzan los 1.000 o 2.000 euros.
Jon Alberdi siempre ha apostado por esta línea de trabajo, tanto en los pottokas como en los caballos deportivos. Criador consumado, dice llevar en los genes el amor por los caballos. Toda una vida dedicada a ellos que parece ha trasmitido a su hijo Ibon, consumado jinete, preparador y juez de pruebas hípicas. Además, ha tomado su testigo al frente de Kati-bi y ayer participó en la muestra.
Constancia, cuidados y ser muy exigente con la genética, es para Alberdi la clave del éxito. Y no debe estar mal encaminad o, puesto que dos de sus ejemplares, 'Kat Holakorik' y 'O'bajan Csurgó', ganaron ayer en el certamen morfológico celebrado en Amorebieta, concretamente en las secciones de mejor caballo anglo-árabe y mejor yegua. El tercer premio, destinado al mejor caballo árabe, fue para 'Aman Masai', del ganadero Jon Fernández, radicado en Gamiz-Fika.
Aficionados y ganaderos contemplaron entusiasmados esta primera puesta en escena. Entre los asistentes destacaron jinetes conocidos como el actual campeón del mundo de raid, el catalán Jaume Puntí. «Es la primera vez que se organiza un evento de estas características a nivel internacional y la gente está muy ilusionada», señaló Alberdi.
Con 250 cabezas que se reparten entre una veintena de criadores –la mitad vizcaínos–, la asociación ha comenzado a dar pasos adelante. La de ayer fue su puesta de largo que contó con el beneplácito de jueces internacionales llegados de Francia y Cataluña. «Estamos en el buen camino», señaló Alberdi.
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