Biólogo, escritor y en el 'top ten' de pesca submarina

La afición por la pesca de Imanol viene desde muy lejos, como él asegura. «Veraneaba en Laredo y solía ir a pescar al mar con mi padre. El mar me gustaba mucho, iba con la caña y comencé a practicarlo cuando era niño. Había unos jóvenes de Durango que tenían un año más y trasteaban con el tema y fui un par de veces con ellos», confiesa a EL CORREO. Así comenzó todo. Desde entonces, ha trabajado a lo largo de su vida de monitor de buceo en Canarias y se ha sumergido en las Maldivas, en el Mar Rojo, Tailandia, el Estrecho, Galicia y Francia.

Viaje de horas en carretera

Tras clasificarme para el evento nacional, cargamos todos los bártulos y realizamos 1.000 kilómetros hasta tierras gaditanas por carretera, cargando con el remolque del barco. Llegamos con una semana de antelación y miramos la zona y el agua a diario para marcar bien los puntos de interés y en la zona en la que íbamos a realizar las inmersiones en el día de la competición», desgrana Agirre.

¿Pero qué se necesita? Hacen falta dos cosas: licencia de pesca y el seguro, a parte de conocimientos. Para obtener el permiso es necesario un reconocimiento médico y el seguro o federarse, que no solo permite competir al participante, sino que le incluye también el seguro de la federación. Hay que tener en cuenta que los fusiles no son armas pero sí ballestas y en algún control de carretera alguien le puede poner un impedimento.

«En la zona del Estrecho lo bonito es que a pesar de que te puedes encontrar mucha corriente y agua sucia, hay una diversidad de peces enorme. No obstante, los peces planos o rayas no se pueden coger, según el reglamento» añade Agirre, que pertenece al club de Bermeo Izaro sub. «En el pesaje, el primer y segundo puesto lo ocuparon la élite del panorama nacional de buceadores, con gente que está esponsorizada: neoprenos, fusiles, hondas…», explica.

No obstante, no es la única afición que tiene ya que en su faceta literaria escribió un libro: Akresale. «Me fascinaba la escritura y antes de la pandemia tuve ciertas épocas convulsas y empecé a escribir como terapia para mí mismo. Comencé a escribir en Instagram con una cuenta y un pseudónimo que la gente no sabía quién era. Vi que a la gente le gustaba y lo expandí y seguí escribiendo hasta que un día me vino una editorial valenciana y contactaron conmigo para publicar el contenido en formato de microrrelato y poesía», señala el joven, que no descarta escribir una novela negra.